(De la obra Volver a nacer)
Muchos occidentales, para comprender más profundamente la reencarnación, se están dirigiendo a las fuentes originales del conocimiento sobre las vidas pasadas y futuras. Conozca las enseñanzas del Bhagavad-gita acerca del tema.
Muchos occidentales, para comprender más profundamente la reencarnación, están acudiendo a las fuentes del conocimiento sobre las vidas pasadas y futuras. Entre todas las Escrituras, los Vedas de la India, escritos en sánscrito, son las más antiguas del mundo, y proporcionan las explicaciones más completas y a la vez lógicas, de la ciencia de la reencarnación; sus enseñanzas han conservado la vitalidad y el atractivo universal por más de cinco mil años.
La información más fundamental acerca de la reencarnación aparece en el Bhagavad-gita, que es la esencia de los Upanishads y de todo el conocimiento védico. El Gita fue expuesto hace cincuenta siglos por Sri Krishna, la Suprema Personalilad de Dios, a su amigo y discípulo Arjuna, en un campo de batalla del norte de la India. Un campo de batalla es el lugar más adecuado para discutir acerca de la reencarnación, porque en el combate se afrontan directamente las formidables cuestiones concernientes a la vida, la muerte y la ultratumba.
Krishna comienza a hablar de la inmortalidad del alma, diciendo a Arjuna: “Nunca hubo un tiempo en el que Yo no existiera, ni tú, ni todos estos reyes; y en el futuro, ninguno de nosotros dejará de existir”. Más adelante declara: “Debes saber que aquello que se difunde por todo el cuerpo es indestructible. Nadie puede destruir al alma imperecedera.
¡El alma! Al nombrarla hablamos de algo muy sutil, tanto, que no es captable de inmediato por los limitados sentidos y mente humanos. Por esto, no todos son capaces de aceptar la existencia del alma. Krishna sigue explicando a Arjuna: “Algunos consideran que el alma es asombrosa, otros la describen como asombrosa, y otros más oyen hablar de ella como algo asombroso, mientras que hay otros que, incluso después de oír hablar de ella, no logran comprenderla en absoluto”.
La aceptación de la existencia del alma, sin embargo, no es meramente un asunto de fe. El Bhagavad-gita apela a la evidencia de nuestros sentidos y lógica, para que podamos aceptar sus enseñanzas con un cierto grado de convicción racional; no ciegamente como un dogma. Es imposible comprender la reencarnación, a menos que se conozca la diferencia entre el verdadero yo (el alma) y el cuerpo. El Bhagavad-gita nos ayuda a entender la naturaleza del alma, mediante el siguiente ejemplo: “Tal como el sol ilumina, él solo, a todo este universo, así también la entidad viviente, una sola dentro del cuerpo, ilumina, mediante la conciencia, al cuerpo entero”.
La conciencia es una prueba palpable de la presencia del alma dentro del cuerpo. En un día nublado, el sol puede no ser visible; pero, por la luz del día sabemos que está allí, en el cielo. Así también, puede ser que no seamos capaces de percibir directamente el alma; pero puesto que la conciencia está presente, sabemos que el alma también lo está.
Sin la conciencia, el cuerpo es simplemente una porción de materia inerte. Únicamente la conciencia hace que esa materia respire, hable, ame y tema. El cuerpo es, en esencia, un vehículo del alma, que le ha sido dado para que pueda satisfacer sus innumerables deseos materiales. El Bhagavad-gita explica que la entidad viviente, en el cuerpo, “se encuentra dentro de una máquina hecha de energía material”. El alma se identifica erróneamente con el cuerpo, llevando consigo, de un cuerpo a otro, sus diferentes conceptos de la vida, tal como el aire lleva los aromas. Así como es el conductor quien pone en funcionamiento el automóvil, así también es el alma quien pone en funcionamiento el cuerpo material.
Cuanto más uno avanza en edad, tanto más clara ve la diferencia entre el yo consciente y el cuerpo físico. A lo largo de la vida observa que el cuerpo está cambiando constantemente, que no persiste; la niñez es efímera. El cuerpo comienza a existir en un cierto momento, crece, madura, produce retoños (hijos), y gradualmente envejece y muere. Así pues, el cuerpo es irreal porque, a su debido tiempo, desaparecerá. El Gita lo explica así: “Lo que no es real, no permanece”. Pero, a pesar de todos los cambios del cuerpo material, la conciencia, que es un aspecto del alma que está dentro, permanece inmutable. (“Lo que es real, jamás deja de existir”). En consecuencia, podemos lógicamente concluir que la conciencia posee una connatural perpetuidad, que la hace sobrevivir a la destrucción del cuerpo. Krishna le dice a Arjuna: “Para el alma no hay nacimiento ni muerte… No muere cuando el cuerpo muere”.
Pero si el alma “no muere cuando el cuerpo muere”, ¿qué le ocurre? La respuesta, dada en el Bhagavad-gita, es que el alma entra entonces en otro cuerpo. Es la reencarnación. Esta puede ser difícilmente aceptada por algunos; pero es un fenómeno natural que el Gita ilustra con ejemplos para ayudarnos a comprenderlo: “Tal como el alma encarnada pasa continuamente, en este cuerpo, de la niñez a la juventud y luego a la vejez, así también, después de la muerte pasa a otro cuerpo. El alma consciente del verdadero yo, no se confunde por tal cambio”.
En otras palabras, el hombre reencarna incluso en el curso de una sola vida. Cualquier biólogo le dirá a usted que las células del cuerpo están constantemente muriendo, y siendo reemplazadas por otras nuevas. Es decir que cada uno de nosotros pasa por un cierto número de diferentes cuerpos en esta misma vida. El cuerpo de un adulto es muy diferente al del bebé que lo precedió. Sin embargo, a pesar de los cambios corporales, la persona que lo habita sigue siendo la misma. Algo similar acontece en el momento de la muerte. El yo experimenta entonces un cambio final del cuerpo. El Bhagavad-gita dice: “Así como una persona cambia de traje, desechando el viejo, así también el alma recibe un cuerpo material nuevo cada vez que desecha el antiguo, ya inútil”. De esta manera el alma permanece atrapada en un ciclo de nacimientos y muertes sin término. “Quien haya nacido tendrá que morir; y quien haya muerto tendrá que nacer”, dice el Señor a Arjuna.
Según los Vedas, existen 8 400 000 diferentes especies de vida, comenzando por los microbios y pasando por los peces, las plantas, los insectos, los reptiles, las aves y las bestias, hasta llegar a los seres humanos y los semidioses. En conformidad a sus deseos, las entidades vivientes perpetuamente nacen en estas especies.
La mente es el mecanismo que dirige estas transmigraciones, impulsando al alma hacia nuevos y nuevos cuerpos. El Bhagavad-gita explica: “Cualquier forma de existencia que uno recuerde al momento de abandonar el cuerpo, esa será la forma que necesariamente adoptará (en su próxima vida)”. Todo lo que hemos pensado y hecho durante la vida, deja una impresión en la mente, y la suma total de estas impresiones determinará nuestros pensamientos al morir. La naturaleza material nos proporcionará un cuerpo conforme a la calidad de estos pensamientos. En consecuencia, la clase de cuerpo que tenemos ahora, es la expresión del estado de conciencia que tuvimos al momento de morir la última vez.
“Cada ser, al trasladarse a un nuevo cuerpo material, recibe una determinada clase de ojos, oídos, lengua, nariz y sentido del tacto, los cuales funcionan en torno a la mente. Puede gozar así de un determinado tipo de objetos sensibles”, explica el Bhagavad-gita. Además, la reencarnación no siempre transcurre en sentido ascendente; el ser humano no tiene garantizado un nacimiento humano en su vida siguiente. Por ejemplo, si uno muere con la mentalidad de un perro, en la próxima vida recibirá los ojos, oídos, nariz, etc., de un perro, que le permitirán gozar de los placeres caninos. Sri Krishna confirma el destino de tan infortunada alma, diciendo: “Si muere estando en la guna de la ignorancia, nacerá en el reino animal”.
De acuerdo al Bhagavad-gita, quienes no investigan acerca de su naturaleza más elevada, espiritual, se ven obligados, por las leyes del karma, a continuar en el ciclo de los nacimientos, muertes y reencarnaciones, apareciendo a veces como seres humanos, a veces como animales y a veces como plantas o insectos.
Nuestra existencia en el mundo material es el resultado de las múltiples reacciones kármicas, de esta vida y de las vidas anteriores, y el cuerpo humano constituye la única vía de escape para el alma materialmente condicionada. Quien utiliza bien la forma humana, puede resolver todos los problemas de la vida (nacimiento, muerte, enfermedad y vejez), y emanciparse del interminable ciclo de las reencarnaciones. Sin embargo, si un alma, habiendo evolucionado hasta el nivel humano, malgasta su vida ocupándose únicamente en la búsqueda del placer sensorial, fácilmente puede crearse un karma que la siga manteniendo enredada en el ciclo de nacimientos y muertes por miles y miles de vidas, que probablemente no serán todas humanas.
Sri Krishna dice: “Los insensatos son incapaces de comprender cómo puede la entidad viviente abandonar el cuerpo, o qué clase de cuerpo recibirá a consecuencia de la fascinación que en ella ejercen las gunas. Mas aquel cuyos ojos están entrenados para el conocimiento, puede ver claramente todo esto. El espiritualista esforzado, consciente del yo, puede verlo claramente. Pero quienes no son conscientes del yo no pueden, por más que se esfuercen”.
Un alma tan afortunada que tiene un cuerpo humano, debe procurar seriamente hacerse consciente del verdadero yo, para comprender así los principios de la reencarnación, y liberarse de la repetición incesante de los nacimientos y muertes. Es imperativo que lo hagamos.