Sukadeva Goswami
(Extracto del capítulo 9 del 5º canto de la obra Srimad-Bhagavatam)
Aquellos que ofenden a un devoto puro de la Suprema Personalidad de Dios son castigados por el Señor, quien siempre protege a Sus devotos.
Bharata Maharaja nació en una familia de brahmanas de gran pureza. Su padre era un brahmana perteneciente a la dinastía de Angira, y estaba plenamente dotado con las cualidades brahmínicas. Podía controlar su mente y sus sentidos, y había estudiado las Escrituras védicas y otros textos complementarios. Era experto en dar caridad, y siempre permanecía satisfecho; era tolerante, muy amable y culto; estaba libre de envidia. Era un alma iluminada que se ocupaba en el servicio devocional del Señor, y permanecía siempre en trance. Con su primera esposa tuvo nueve hijos, que compartían sus mismas cualidades, y su segunda esposa le dio gemelos: un varón y una niña. Al varón, Bharata Maharaja, se le considera el más excelso de los devotos y el más importante de los reyes santos. Ésta es, entonces, la historia de su vida tras abandonar el cuerpo de ciervo.
Debido a que gozaba de la misericordia especial del Señor, Bharata Maharaja podía recordar lo ocurrido en su vida anterior. A pesar de haber recibido un cuerpo debrahmana, sentía un gran temor de sus familiares y amigos no devotos. Siempre se cuidaba mucho de esa compañía, pues le asustaba caer de nuevo. Por esa razón, se manifestaba a los ojos de la gente como un loco tonto, ciego y sordo, a fin de que nadie tratara de hablarle. De ese modo se protegía de las malas compañías. En su fuero interno, siempre pensaba en los pies de loto del Señor, y cantaba continuamente Sus glorias, que nos protegen del cautiverio de la acción fruitiva. Así se resguardó de la peligrosa compañía de los no devotos.
Su padre tenía la mente llena de sentimientos de cariño por Jada Bharata [Bharata Maharaja], a quien estaba muy apegado. Jada Bharata no era apto para entrar en elgrhastha-asrama, y por lo tanto sólo se sometió al proceso purificatorio hasta completar su formación en el brahmacarya-asrama. A pesar de que no mostraba buena disposición hacia las instrucciones de su padre, el brahmana le enseñaba a mantenerse limpio y a asearse, pues pensaba que el padre tiene el deber de educar a su hijo.
Aunque su padre le estaba instruyendo adecuadamente en el conocimiento védico, Jada Bharata se comportaba ante él como un necio. Quería hacerle entender que no estaba capacitado para asimilar sus enseñanzas, y que de este modo abandonara sus intentos de seguir educándole. Hacía todo lo contrario de lo que tenía que hacer. Se le había enseñado a lavarse las manos después de evacuar, pero él se las lavaba antes. Su padre, sin embargo, pasó la primavera y el verano tratando de educarle en la cultura védica. Quiso enseñarle el mantra gayatri, elomkara y el vyahrti, pero al cabo de cuatro meses, todavía no lo había conseguido.
El brahmana estaba muy apegado a su hijo, Jada Bharata, y le consideraba su propia vida. Pensó que sería bueno educarle debidamente, y, absorto en su infructuoso esfuerzo, trataba de enseñarle las reglas y regulaciones debrahmacarya, que incluyen el cumplimiento de los votos védicos, la limpieza, el estudio de los Vedas, los métodos regulativos, el servicio al maestro espiritual, y el sistema para ofrecer sacrificios de fuego. Aunque puso todo su empeño en educar a su hijo en esos principios, todos sus esfuerzos fracasaron. En su corazón abrigaba la esperanza de hacer de su hijo un gran erudito, pero, a pesar de todos sus intentos, no tuvo éxito. Como todo el mundo, aquel brahmana estaba apegado a su hogar y había olvidado que algún día iba a morir. La muerte, sin embargo, no olvida, y a su debido tiempo apareció ante él y se lo llevó.
Entonces, la esposa más joven del brahmana confió sus hijos gemelos – niño y niña – a la esposa mayor, y, muriendo voluntariamente con su marido, partió hacia Patiloka.
Tras la muerte del padre, los nueve hermanastros de Jada Bharata, que le consideraban tonto y sin cerebro, abandonaron el empeño paterno de darle una educación completa. Los hermanastros de Jada Bharata eran doctos en los tres Vedas – Ṛg Veda, Sama Veda y Yajur Veda – , que fomentan las actividades fruitivas, pero no gozaban de la menor iluminación espiritual en cuanto al servicio devocional del Señor; por consiguiente, no comprendían cuán excelsa era la posición de Jada Bharata.
Los hombres, cuando se degradan, no son mejores que los animales. La única diferencia es que los animales tienen cuatro patas y esos hombres sólo tienen dos. Esos hombres, animales de dos piernas, solían insultar a Jada Bharata llamándole loco, tonto, mudo y sordo, y le maltrataban. Ante ellos, Jada Bharata se comportaba como si fuera un loco sordo, ciego o tarado. No protestaba, ni trataba de convencerles de que no lo era. Si alguien quería que hiciera algo, él satisfacía sus deseos. Si conseguía algún alimento, ya fuera que le llegara sin mayor esfuerzo, que lo mendigase o que lo recibiese como salario, lo aceptaba y lo comía, sin considerar si era poco, o si era sabroso, rancio o insípido. Nunca comió nada por complacer los sentidos, pues ya estaba liberado del concepto corporal, que nos induce a considerar que unos alimentos son sabrosos y otros desagradables. Gozaba de plenitud en la conciencia trascendental del servicio devocional, y, por lo tanto, estaba libre de la influencia de las dualidades que surgen del concepto corporal. Su cuerpo era tan fuerte como el de un toro; sus miembros eran muy musculosos. No le importaba si era invierno o verano, si hacía viento o lluvia, y nunca se cubría el cuerpo. Se acostaba en el suelo; nunca se bañaba ni se daba aceite en el cuerpo. Como tenía el cuerpo sucio, su refulgencia y su conocimiento espirituales estaban cubiertos, como el esplendor de una piedra preciosa cubierto por el polvo. No llevaba más que un sucio taparrabos y su ennegrecido cordón sagrado. Comprendiendo que había nacido en una familia brahmana, la gente le llamaba brahma-bandhu y le insultaba. Así, insultado y despreciado por los materialistas, vagaba de un lugar a otro.
Jada Bharata solía trabajar a cambio únicamente de alimento. Aprovechándose de esto, sus hermanastros le ocupaban en trabajos agrícolas y le pagaban con un poco de comida; en realidad, no sabía demasiado del trabajo del campo. No sabía dónde extender la tierra, ni dónde cavar o dónde nivelar el terreno. Sus hermanos le daban arroz partido, residuos de la prensa de semillas, cáscaras de arroz, y granos comidos de gusanos, o los que se quemaban y quedaban pegados al fondo de las ollas. Él, sin embargo, lo comía todo con alegría, como si fuese néctar, y sin guardar el más mínimo rencor.
Por aquel entonces, el jefe de unos dakaits, descendiente de una familia sudra, se disponía a adorar a la diosa Bhadra Kali con el deseo de tener un hijo. Para ello iba a ofrecer a la diosa una víctima humana, un demente retrasado, a quien no se considera mejor que los animales.
Para el sacrificio, el jefe de los dakaits había capturado a un hombre-animal, quien, sin embargo, se había escapado. El bandido ordenó entonces a sus secuaces que lo buscasen, pero, aunque salieron en su persecución en distintas direcciones, no dieron con él. Vagando de un lugar a otro, cubiertos por la densa oscuridad de la noche, llegaron a un arrozal donde vieron al excelso hijo de la familia de descendientes de Angira [Jada Bharata], quien, sentado en un puesto elevado, guardaba el campo de los ataques de los ciervos y los jabalíes.
Los secuaces y sirvientes del jefe dakait consideraron que las cualidades de Jada Bharata eran exactamente las de un hombre-animal, y decidieron que era la elección perfecta para el sacrificio. Con los rostros brillando de felicidad, le ataron con cuerdas y le llevaron al templo de la diosa Kali.
Después, los ladrones, siguiendo su imaginario ritual para matar hombres semejantes a animales, bañaron a Jada Bharata, le vistieron con ropas nuevas, le engalanaron con los ornamentos adecuados para un animal, le ungieron el cuerpo con óleos aromáticos y le adornaron con tilaka, pasta de madera de sándalo y collares de flores. Después de alimentarle suntuosamente, le llevaron ante la diosa Kali, a la que adoraron con incienso, lámparas, collares de flores, cereales tostados, ramitas verdes, brotes, frutas y flores. Antes de matar al hombre-animal, cantaron canciones y oraciones y tocaron tambores y trompetas; entonces hicieron sentarse a Jada Bharata ante la deidad.
Uno de los ladrones, que actuaba como sumo sacerdote, estaba ya preparado para ofrecer la sangre de Jada Bharata, de quien imaginaban que era un hombre- animal, para que la diosa Kali la bebiese. Tomando una espada de terrible filo, y después de consagrarla con el mantra de Bhadra Kali, la levantó para matar a Jada Bharata.
Todos aquellos ladrones y bandoleros que habían organizado la adoración de la diosa Kali eran personas de mentalidad baja, y estaban controlados por las modalidades de la pasión y la ignorancia. Dominados por el deseo de volverse ricos, habían tenido la osadía de desobedecer los mandamientos de los Vedas, hasta el extremo de que se disponían a matar a Jada Bharata, un alma autorrealizada que había nacido en una familia de brahmanas. Llevados por la envidia, los dakaits le llevaron ante la diosa Kali para sacrificarlo. En sus actividades, aquellas personas siempre se dejaban llevar por la envidia; por eso se atrevían a matar a Jada Bharata, el mejor amigo de todas las entidades vivientes, que no era enemigo de nadie y siempre estaba absorto en meditar en la Suprema Personalidad de Dios. Incluso si se mostrara enemistoso o agresivo, era hijo de unbrahmana virtuoso, y por lo tanto estaba prohibido matarle. En todo caso, no había ningún motivo para matar a Jada Bharata, y la diosa Kali no pudo tolerarlo. Inmediatamente se dio cuenta de que aquellos pecaminosos dakaits estaban a punto de matar a un gran devoto del Señor. De repente, el cuerpo de la deidad se partió en pedazos, y de su interior salió la diosa Kali en persona. Su cuerpo ardía con una refulgencia de insoportable intensidad.
Sin poder tolerar las ofensas cometidas, la enfurecida diosa Kali, con los ojos como relámpagos, mostró sus feroces colmillos. Sus enrojecidos ojos resplandecían mientras mostraba su temible aspecto. Manifestando un cuerpo aterrador, parecía dispuesta a destruir toda la creación. La diosa saltó con violencia del altar, y decapitó rápidamente a todos los dakaits con la misma espada con la que llevaban intención de matar a Jada Bharata. Después comenzó a beber, como si fuese alcohol, la sangre caliente que brotaba de los cuellos decapitados de los dakaits, embriagándose en compañía de las brujas y demonias que habían venido con ella. Ebrias de la sangre bebida, comenzaron a cantar a grandes voces, y danzaban como si se dispusieran a aniquilar el universo entero, al mismo tiempo que jugaban con las cabezas de los bandidos, lanzándoselas como si fueran balones.
Cuando una persona envidiosa comete una ofensa ante una gran personalidad, siempre se le castiga del modo que se ha mencionado.
Sukadeva Gosvami dijo entonces a Maharaja Parikṣit: ¡Oh, Viṣnudatta!, la Suprema Personalidad de Dios, quien lleva Su disco [el cakra Sudarsana] y actúa como tiempo supremo para matar a los demonios y dar protección a Sus devotos, siempre protege a aquellos que saben que el alma es diferente del cuerpo y están liberados del indestructible nudo del corazón, y que siempre están ocupados en el bienestar de todas las entidades vivientes y nunca piensan en hacer daño a los demás. Esos devotos siempre se refugian en los pies de loto del Señor, y, debido a ello, no se agitan bajo ninguna circunstancia, incluso si les amenazan con decapitarles. Para ellos, eso no supone nada excepcional.
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