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Maitreya Rsi
(Extractos del cuarto canto de la obra del Srimad-Bhagavatam)

Cuando el Señor Brahma designó a Daksha como líder de los prajapatis, los progenitores de la población, Daksha se envaneció enormemente. Sin embargo, Daksha no podía imaginar que este orgullo le traería consecuencias terribles.

En el pasado, los líderes de la creación universal ejecutaron un gran sacrificio en el que se reunieron todos los grandes sabios, filósofos, semidioses y dioses del fuego, junto con sus seguidores. Cuando Daksha, el líder de los prajapatis, entró en la asamblea, el lustre de su cuerpo era tan intenso como la refulgencia del Sol; toda la asamblea se llenó de luz, y ante su presencia, las personalidades allí reunidas perdieron toda importancia. Impresionados por el lustre de su cuerpo, todos los dioses del fuego y demás participantes de aquella gran asamblea, a excepción del Señor Brahma y del Señor Shiva, dejaron sus asientos y se pusieron en pie, expresando así su respeto por Daksha.

El Señor Brahma, que presidía la asamblea, recibió a Daksha con las formalidades debidas. Después de presentar sus respetos a Brahma, Daksha, siguiendo su indicación, tomó asiento. Pero antes de sentarse, Daksha se sintió muy ofendido de ver que el Señor Shiva permanecía sentado, sin ofrecerle la menor muestra de respeto. En ese momento Daksha se puso muy furioso; con los ojos al rojo vivo, insultó al Señor Shiva con durísimas palabras.

Daksha dijo: “Escuchadme todos con atención, ¡oh, sabios, brahmanas y dioses del fuego aquí presentes! Como Shiva no tiene verguenza, no sabe comportarse. Él me ha reconocido ya como su superior, al casarse con mi hija ante el fuego y losbrahmanas. Tiene ojos de mono, pero a pesar de ello se ha casado con mi hija, que tiene los ojos de un cervatillo. Aun así, ¡no se levantó para recibirme, ni le pareció conveniente darme la bienvenida con palabras amables!

Yo no tenía el menor deseo de entregar mi hija a esa persona, que ha roto todas las normas de urbanidad. Es impuro, pues no cumple las reglas y regulaciones prescritas, pero me vi obligado a entregarle mi hija, como el que enseña los Vedas a un sudra. Vive en lugares muy sucios, en los crematorios, y anda en compañía de fantasmas y demonios. Desnudo como un loco, riendo y llorando, se unta todo el cuerpo con las cenizas del crematorio. No tiene costumbre de bañarse, y se engalana con un collar de calaveras y huesos. Así pues, Shiva es auspicioso sólo de nombre; en realidad es la criatura más demencial e inauspiciosa. Todos los seres alucinados, los más hundidos en la modalidad de la ignorancia, sienten cariño por él, y él es como un líder para ellos.”

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Daksha, ofendido al ver que Shiva no mostró sus respetos, lo insulta delante de todos en la asamblea. 

Daksha, viendo que el Señor Shiva permanecía sentado como si estuviera en contra de él, se lavó las manos y la boca y le maldijo. A pesar de los ruegos de todos los miembros de la asamblea de sacrificio, Daksha, muy iracundo, maldijo al Señor Shiva, salió de la asamblea y regresó a su casa.

Nandisvara, uno de los principales seguidores del Señor Shiva, al darse cuenta de que su señor había sido maldecido, se llenó de ira. Sus ojos enrojecieron, y se dispuso a maldecir a Daksha y a todos los brahmanas que, estando allí presentes, habían consentido que Daksha maldijese a Shiva con ásperas palabras.

“Todo aquel que haya aceptado a Daksha como la personalidad más importante”, dijo Nandisvara, “desdeñando al Señor Shiva debido a la envidia, tiene poca inteligencia, y por tener una visión dual de las cosas, se verá privado de conocimiento trascendental. Que quienes envidian al Señor Shiva, embrutecidos a causa de la atracción que sienten por el florido lenguaje de las encantadoras promesas de los Vedas, permanezcan apegados siempre a las actividades fruitivas. Estos brahmanas aceptan el sendero de la educación, la austeridad y los votos, sólo como un medio de ganarse el sustento. No podrán distinguir entre lo que se debe y lo que no se debe comer. Conseguirán dinero, mendigando de puerta en puerta, buscando solamente la satisfacción del cuerpo.”

Cuando Nandisvara lanzó esta maldición contra los brahmanas de casta, el sabio Bhrigu reaccionó condenando a los seguidores del Señor Shiva con esta fortísima maldición brahmínica.

“Ciertamente, aquel que haga el voto de satisfacer al Señor Shiva o siga principios de ese tipo, se volverá un ateo y se desviará de los mandamientos trascendentales de las Escrituras”. Bhrigu continuó: “En verdad que vosotros, los seguidores de Bhutapati, el Señor Shiva, sin la menor duda descenderéis hasta el nivel del ateísmo por blasfemar contra los principios de los Vedas, que son el sendero puro y supremo de las personas santas”.

El sabio Maitreya dijo: Ante este intercambio de maldiciones entre sus seguidores y los partidarios de Daksha y de Bhrigu, el Señor Shiva se entristeció mucho. Sin decir nada, abandonó el lugar del sacrificio, seguido por sus discípulos. De esta manera, la tirantez entre suegro y yerno – Daksha y el Señor Shiva – se mantuvo durante un considerable período de tiempo.

Cuando el Señor Brahma designó a Daksha como líder de los prajapatis, de los progenitores de la población, Daksha se envaneció enormemente. Daksha organizó un sacrificio vajapeya, y adquirió una confianza excesiva en el respaldo del Señor Brahma. Después ejecutó otro gran sacrificio, denominado brihaspati-sava. Procedentes de distintas partes del universo, muchos brahmarshis, grandes sabios, semidioses ancestrales y otros semidioses asistían a la celebración de sacrificio junto con sus esposas, que vestían sus mejores galas.

Sati, la casta dama hija de Daksha, escuchó las conversaciones de los habitantes del cielo acerca del gran sacrificio que su padre estaba celebrando, y llena de ansiedad se dirigió a su esposo, el amo de los bhutas, con las siguientes palabras.

“Mi querido Señor Shiva”, dijo Sati, “tu suegro está ahora ejecutando grandes sacrificios, y todos los semidioses, invitados por él, se dirigen hacia allí. Si así lo deseas, nosotros también podemos ir. Allí deben de estar mis hermanas y las hermanas de mi madre con sus esposos, además de otros muchos familiares afectuosos, así que, si voy, podré verles a todos, y podré ver las banderas al viento y el sacrificio que ejecutarán los grandes sabios. Mi querido esposo, todas estas razones me hacen estar muy ansiosa por ir. ¡Oh, inmortal Shiva!, por favor, sé bueno conmigo y cumple mi deseo”.

Ante esas palabras de su querida esposa, el Señor Shiva, el liberador de la colina Kailasa, contestó sonriendo, aunque al mismo tiempo recordó las hirientes y maliciosas palabras que Daksha pronunció ante los guardianes de los asuntos universales.

“Mi querida y hermosa esposa”, dijo Shiva, “aun cuando se trate de un pariente o de un amigo, no se debe visitar la casa de nadie que tenga la mente perturbada y que mire al huésped con el ceño fruncido y los ojos llenos de ira. Mi querida esposa de blanca tez; aunque Daksha tiene muchas hijas, está claro que tú eres su preferida, pero si vas a su casa no te honrará, debido a que eres mi esposa. Al contrario, te sentirás desgraciada por tu relación conmigo. Por lo tanto, no debes ir a ver a tu padre, aunque sea quien te dio el cuerpo, pues él y sus seguidores tienen envidia de mí. Por envidia, ¡oh, muy adorable Sati!, me ha insultado con palabras crueles a pesar de que soy inocente. Si a pesar de mi consejo, decides ir, sin tener en cuenta mis palabras, no te aguarda un buen futuro. Tú eres muy digna de respeto, y el insulto de tu familiar equivaldrá a tu muerte inmediata”.

Lord Shiva Instructs His Wife, Sati

El Señor Shiva aconseja a su esposa a no acudir al sacrificio que iba a realizar su padre.

El Señor Shiva guardó silencio, viendo que Sati, tras escuchar sus palabras, estaba indecisa. Sati tenía un gran deseo de ir a la casa de su padre para ver a sus familiares, pero al mismo tiempo le asustaba la advertencia del Señor Shiva. Llevada por los vaivenes de su mente, se movía como un columpio, saliendo de la habitación y volviendo a entrar. A Sati le supo muy mal que se le prohibiese ir a casa de su padre a ver a sus familiares. Debido al afecto que sentía por ellos, se le saltaron las lágrimas. Temblando y muy afligida, miró a su excepcional esposo, el Señor Shiva, como si fuera a fulminarlo con la mirada.

A continuación, Sati dejó a su esposo, y resollando de ira y desconsuelo, se marchó a casa de su padre. Cuando vieron que Sati se marchaba sola y a toda prisa, miles de discípulos del Señor Shiva, encabezados por Maniman y Mada y con su toro Nandi al frente, se apresuraron a seguirla, acompañados por los yakshas. Seguida por una banda que cantaba acompañándose de tambores, caracolas y trompetas, la procesión era tan pomposa como un cortejo real.

Llegaron entonces a la casa de su padre, y entraron en el recinto en que se celebraba el sacrificio, donde todos estaban cantando los himnos védicos. Nadie le brindó una buena acogida sólo su madre y sus hermanas, pues todos los presentes temían a Daksha. Aunque fue recibida por su madre y sus hermanas, ella no dio respuesta a sus palabras de acogida, y aunque le ofrecieron un asiento y regalos, ella no aceptó nada, pues su padre no habló con ella, ni le dio la bienvenida interesándose por su bienestar.

Presente en el recinto del sacrificio, Sati vio que no se estaban ofreciendo oblaciones para su esposo, el Señor Shiva. Viendo esto, se puso tan iracunda que miró a su padre como si fuese a quemarlo con los ojos. Los seguidores del Señor Shiva, los fantasmas, estaban a punto de herir o matar a Daksha, pero Sati les ordenó que se detuvieran. Estaba muy iracunda y llena de tristeza, y en ese estado de ánimo, la bendita diosa dijo: “El Señor Shiva es el ser más querido de todas las entidades vivientes. No tiene rival. No quiere demasiado a nadie, y nadie es su enemigo. Nadie más que tú podría envidiar a ese ser universal, que está libre de toda enemistad. Lo único que sabe hacer un hombre como tú es criticar las buenas cualidades ajenas. El Señor Shiva, sin embargo, no sólo no critica a los demás, sino que cuando alguien tiene una buena cualidad, él la realza mucho más. Por desgracia, tú has criticado a un alma tan grande”.

“Mi querido padre”, continuó Sati, “al envidiar al Señor Shiva estás cometiendo la mayor de las ofensas, pues incluso su nombre, compuesto de dos sílabas, shi y va, purifica de todas las actividades pecaminosas. Nadie pasa por alto sus órdenes. El Señor Shiva es siempre puro, y excepto tú, nadie le envidia. Por lo tanto, no voy a cargar más con este cuerpo indigno que he recibido de ti, que has blasfemado contra el Señor Shiva. Eres un ofensor contra los pies de loto del Señor Shiva, y para mi desgracia, mi cuerpo procede del tuyo. Siento mucha vergüenza del parentesco que me une a ti, y reniego de mí misma por tener un cuerpo contaminado por la relación con un ofensor contra los pies de loto de la más grande de las personalidades. Por esa razón, voy a abandonarlo”.

Diciendo estas palabras a su padre en el recinto del sacrificio, Sati se sentó en el suelo mirando hacia el norte. Vestida con ropas de color azafrán, tocó agua para santificarse y cerró los ojos para absorberse en el proceso del yoga místico. En primer lugar se sentó en la postura prescrita, y a continuación llevó hacia arriba el aire vital hasta situarlo en la posición de equilibrio próxima al ombligo. Después elevó el aire vital, mezclado con la inteligencia, hasta el corazón, y luego, gradualmente hasta el conducto pulmonar, y desde ahí, hasta el entrecejo. Sati concentró totalmente su meditación en los santos pies de loto de su esposo, el Señor Shiva, quien es el maestro espiritual supremo del mundo entero. De esa manera, se limpió por completo de toda mancha de pecado, y meditando en los elementos ígneos, abandonó el cuerpo envuelta en un fuego ardiente.

The Self-Immolation of Goddess Sati

Sin poder soportar la ofensa de su padre, Daksha, hacia su esposo, Shiva, Sati decidió terminar con su vida.

Cuando Sati, iracunda, aniquiló su cuerpo, por todo el universo se levantó un clamor tumultuoso. ¿Por qué razón Sati, la esposa del Señor Shiva, el semidiós más respetable, había abandonado el cuerpo de aquella manera? Mientras la gente comentaba la asombrosa muerte voluntaria de Sati, los asistentes que la habían acompañado se dispusieron a matar a Daksha con sus armas. Se abrieron paso violentamente, pero Bhrigu Muni vio el peligro, y ofreciendo oblaciones en el lado sur del fuego de sacrificio, sin perder un instante pronunció unos himnos mántricos del Yajur Veda. Tan pronto como Bhrigu Muni ofreció las oblaciones al fuego, se manifestaron muchos miles de semidioses, denominados ribhus. Todos ellos habían obtenido su fuerza de Soma, la Luna, y eran muy poderosos. Cuando los semidioses ribhu atacaron a los fantasmas y guhyakas con leña a medio quemar tomada del fuego del yajña, los asistentes de Sati huyeron en todas direcciones y desaparecieron. Ello se debió simplemente a la acción de brahma-tejas, el poder brahmínico.

Cuando el Señor Shiva escuchó de labios de Narada la noticia de que Sati, su esposa, había muerto debido al insulto de Prajapati Daksha, y que los semidiosesribhu habían expulsado a sus soldados, se puso muy furioso. Extremadamente furioso y mordiéndose los labios, el Señor Shiva se arrancó inmediatamente de la cabeza un pelo que llameaba como el fuego o la electricidad. Se puso en pie y, riendo como un loco, lanzó el cabello contra el suelo. De este modo creó un terrible demonio negro, tan alto como el cielo y tan brillante como tres soles juntos. Sus dientes eran aterradores, y los pelos de su cabeza parecían llamaradas de fuego. Tenía miles de brazos, en los que empuñaba diversas clases de armas, y llevaba un collar de cabezas humanas. Juntando las manos, el gigantesco demonio preguntó: “Mi señor, ¿qué debo hacer?”. El Señor Shiva, le ordenó directamente: “Has nacido de mi cuerpo, y por ello eres el jefe de todos mis aliados. Así pues, mata a Daksha y a sus soldados en el lugar del sacrificio”.

Levantando un clamor tumultuoso, muchos otros soldados del Señor Shiva siguieron a la feroz personalidad. Llevaba un gran tridente, tan espantoso como para matar incluso a la muerte, y en las piernas llevaba ajorcas que parecían rugir. En ese momento, todas las personas reunidas en el recinto del sacrificio se preguntaron de dónde venía aquella oscuridad. Después pudieron entender que era una tormenta de polvo, y se llenaron de ansiedad. Mientras todos estaban conversando, Daksha vio presagios de peligro por todas partes, en la Tierra y en el cielo.

Los seguidores del Señor Shiva rodearon el recinto de sacrificio. Eran de baja estatura y llevaban armas de distintos tipos; sus cuerpos eran parecidos al del tiburón, negruzcos y amarillentos. Corriendo alrededor del recinto de sacrificio, provocaron los primeros disturbios.

Algunos de los soldados echaron abajo los pilares que sustentaban el pandal del sacrificio, otros entraron en las habitaciones de las mujeres, otros se pusieron a destruir el recinto de sacrificio, y otros entraron en la cocina y en las habitaciones que servían de residencia. Rompieron todos los potes que se habían hecho para el sacrificio, y algunos se pusieron a apagar el fuego de sacrificio. Otros derribaron la línea de demarcación del recinto de sacrificio, y los hubo que orinaron en él.

Maniman, uno de los seguidores del Señor Shiva, apresó a Bhrigu Muni, y Virabhadra, el demonio negro, a Prajapati Daksha. La lluvia de piedras era incesante, y todos los sacerdotes y participantes en el sacrificio se encontraban en una situación de enorme sufrimiento. Temiendo por sus vidas, se desperdigaron corriendo en distintas direcciones.

Virabhadra arrancó el bigote a Bhrigu, que era quien ofrecía las oblaciones al fuego de sacrificio con las manos. Inmediatamente después, Virabhadra cogió a Bhaga, que había estado moviendo las cejas cuando Daksha maldijo al Señor Shiva, muy iracundo, le tiró al suelo y con gran fuerza le arrancó los ojos. Tal como Baladeva le partió los dientes a Dantavakra, el rey de Kaliṅga, en la partida de dados que tuvo lugar en la ceremonia de boda de Aniruddha, Virabhadra partió los dientes tanto a Daksha, que los había enseñado mientras maldecía al Señor Shiva, como a Pusha, que también los había enseñado con una sonrisa de aprobación.

Después, Virabhadra, la gigantesca personalidad, se sentó en el pecho de Daksha, y con armas afiladas, intentó separarle la cabeza del cuerpo, pero no pudo. Intentó cortarle la cabeza, tanto con himnos como empleando armas, pero de todas las maneras le era difícil hacer el menor rasguño en la piel de Daksha. La confusión de Virabhadra no conocía límites. Entonces vio en el recinto de sacrificio el artilugio de madera que se usaba para matar a los animales, y se sirvió de él para decapitar a Daksha.

Virabhadra Beheads Daksha

Virabhadra se dispone a decapitar a Daksha.

Al ver lo que había hecho Virabhadra, en el bando del Señor Shiva estaban complacidos y daban gritos de alegría; todos los bhutas, fantasmas y demonios que habían venido hicieron un sonido estruendoso. En el otro bando, los brahmanasencargados del sacrificio rompieron en exclamaciones de dolor por la muerte de Daksha. Recogiendo la cabeza, Virabhadra la arrojó con gran ira hacia el lado sur del fuego de sacrificio, ofreciéndola como oblación. De esta manera, los seguidores del Señor Shiva asolaron por completo todo el recinto de sacrificio. Finalmente, le prendieron fuego y partieron rumbo a Kailasa, la morada de su amo.

Después de su derrota a manos de los soldados del Señor Shiva, que les hirieron con tridentes, espadas y armas por el estilo, todos los sacerdotes, semidioses, y demás miembros de la asamblea de sacrificio, muy temerosos, se dirigieron al Señor Brahma. Después de ofrecerle reverencias, le explicaron detalladamente todo lo que había ocurrido. Tanto el Señor Brahma como Vishnu sabían ya lo que iba a ocurrir en el sacrificio de Daksha, y conociéndolo de antemano, no asistieron a la celebración.

El Señor Brahma, después de escuchar el relato que los semidioses y asistentes al sacrificio hicieron de todo lo ocurrido, respondió: “Un sacrificio en el que blasfemáis contra una persona excelsa, ofendiendo sus pies de loto, nunca os puede traer felicidad. Habéis negado al Señor Shiva la participación en los resultados del sacrificio, y por lo tanto habéis cometido una ofensa contra sus pies de loto. Con todo, si os dirigís a él sin reparos en vuestra mente, y os rendís a él, postrándoos a sus pies de loto, él se sentirá muy complacido”.

El Señor Brahma les advirtió también de que el Señor Shiva es tan poderoso que su ira puede destruir en un instante todos los planetas y a sus príncipes controladores. También les dijo que se encontraba especialmente triste, pues acababa de perder a su querida esposa y estaba además muy afligido por las ingratas palabras de Daksha. El Señor Brahma les sugirió que, dadas las circunstancias, lo más propio era que fueran cuanto antes a pedirle perdón. Después de dar estos consejos a los semidioses, pitas y señores de las entidades vivientes, el Señor Brahma los llevó consigo en dirección a la morada del Señor Shiva, el monte Kailasa.

En Kailasa, había un árbol de los banianos que medía mil trescientos kilómetros de altura, y sus ramas cubrían una extensión aproximada de mil kilómetros. Su agradable sombra aliviaba del calor, y sin embargo, no se escuchaba ruido de pájaros. Los semidioses vieron sentado bajo aquel árbol al Señor Shiva, que estaba capacitado para dar la perfección a los yogis místicos y de liberar a todo el mundo. Tan grave como el tiempo eterno, parecía haber abandonado todo rastro de ira. El Señor Shiva estaba rodeado de personas santas y se mostraba grave y santo.

Lord Brahma Approaches Lord Shiva

El Señor Shiva, rodeado de personas santas, recibe la visita de los sabios y semidioses.

Todos los sabios y semidioses, encabezados por Indra, ofrecieron sus respetuosas reverencias al Señor Shiva con las manos juntas. El Señor Shiva llevaba ropas de color azafrán y estaba absorto en trance. Por su aspecto, parecía el más eminente de los sabios.

Tanto los semidioses como los demonios adoraban los pies de loto del Señor Shiva, pero él, tan pronto como vio que entre los semidioses estaba el Señor Brahma, se levantó, y a pesar de su excelsa posición, le ofreció reverencias postrándose y tocando sus pies de loto. Narada y los demás sabios que estaban con el Señor Shiva ofrecieron también sus respetuosas reverencias al Señor Brahma. Después de recibir su adoración, el Señor Brahma, sonriendo, se dirigió al Señor Shiva.

El Señor Brahma dijo: “Mi querido Señor Shiva, sé que tú eres el controlador de toda la manifestación cósmica, de la cual eres simultáneamente padre y madre. Eres además el Brahman Supremo que está más allá de esa manifestación. Yo te conozco de esta forma”.

“Mi querido señor”, continuó el Señor Brahma, “Tu Señoría, por medio de Daksha, ha implantado el sistema de sacrificios, por el cual podemos obtener los beneficios de las actividades religiosas y la prosperidad económica. Mi querido señor Shiva, tú eres el beneficiario de una parte del sacrificio, y eres quien otorga el resultado. Los malos sacerdotes no te entregaron tu parte, y por esa razón lo destruiste todo, y el sacrificio está inacabado. Ahora puedes hacer lo que sea necesario y tomar la parte a que tienes derecho. Mi querido señor, que por tu misericordia el ejecutor del sacrificio, el rey Daksha, vuelva a la vida. ¡Oh, destructor del sacrificio!, por favor, toma tu porción y permite, por tu gracia, que el sacrificio se complete”.

El Señor Shiva, satisfecho con las palabras del Señor Brahma, le respondió con las siguientes palabras: “Mi querido padre, Brahma, esos semidioses son infantiles y poco inteligentes, y por esa razón, yo no presto atención a sus ofensas. No las tomo en serio, y les he castigado solamente para corregirles. La cabeza de Daksha ha quedado reducida a cenizas; por lo tanto, tendrá una cabeza de cabra”.

Todas las personalidades allí presentes sintieron una profunda satisfacción en sus corazones cuando escucharon las palabras del Señor Shiva, y a continuación, Bhrigu, el principal de los grandes sabios, invitó al Señor Shiva al recinto de sacrificio, y todos ellos – los semidioses, los sabios, el Señor Shiva y el Señor Brahma – fueron al lugar donde se estaba ejecutando el gran sacrificio.

Siguiendo cuidadosamente las indicaciones del Señor Shiva, el cuerpo de Daksha fue unido a la cabeza del animal que se iba a sacrificar en el yajña. Tan pronto como se fijó la cabeza del animal en el cuerpo de Daksha, éste recobró la conciencia; como si despertase de un sueño, el rey se encontró al Señor Shiva de pie ante él. Cuando Daksha vio al Señor Shiva, su corazón, contaminado por la envidia que sentía contra él, inmediatamente se purificó, tal como las aguas de un lago se purifican con la lluvia del otoño.

El rey Daksha quiso ofrecer oraciones al Señor Shiva, pero con el recuerdo de la desventurada muerte de su hija Sati, los ojos se le llenaron de lágrimas; el sentimiento le ahogaba la voz, y no podía decir nada. Haciendo un gran esfuerzo, serenó su mente, contuvo sus sentimientos, y con pureza de conciencia, ofreció oraciones al Señor Shiva.

El rey Daksha dijo: “Mi querido Señor Shiva, he cometido una gran ofensa contra ti, pero tú eres tan bondadoso que, en lugar de privarme de tu misericordia, me has hecho un gran favor, castigándome. Tú y el Señor Vishnu nunca dejáis de lado a los brahmanas, ni siquiera si somos inútiles e incompetentes. Nunca me habríais abandonado, pues estoy dedicado a la celebración de sacrificios”.

Daksha Surrenders to Lord Shiva

Daksha ofrece oraciones al Señor Shiva

“Yo no conocía toda tu gloria”, continuó Prajapati Daksha, “y ante toda la asamblea te lancé palabras hirientes como flechas, pero tú ni siquiera las tuviste en cuenta. Mi desobediencia contra ti, que eres la personalidad más digna de respeto, me llevaba a las profundidades del infierno, pero tuviste compasión de mí y me salvaste imponiéndome un castigo. Te ruego que, por tu misericordia, te sientas complacido, ya que yo, con mis palabras, no puedo satisfacerte”.

Tras recibir de este modo el perdón del Señor Shiva, el rey Daksha, con el permiso del Señor Brahma, emprendió de nuevo la celebración del yajña, junto con los grandes sabios eruditos, sacerdotes y demás participantes. Y tan pronto como el rey Daksha, con una meditación pura, pronunció los mantras del Yajur Veda y ofreció la mantequilla clarificada, el Señor Vishnu apareció allí en Su forma original de Narayana.

 

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2 comentarios

  1. Siento que la respuesta a una vida con experiencia, cualquiera que sea es importante, pero Krsna es la «experiencia de vida», esperar de otros una respuesta por lo que damos es una ofensa, ante los resultados expuestos: no hay nadie mejor que Él, algo por simple que sea para Krsna es mucho y eso es devoción al máximo.

  2. Hermosos libros con historias espirituales que empiezo a entender lo que es al amor por KRISHNA y el respeto por cada entidad viviente… como en este texto del señor Shiva.

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