Chaitanya-charana Dasa
Los ateos dicen que así como el opio intoxica con su bienestar ilusorio, sin ofrecer un alivio real, la religión hace lo mismo. Analicemos esa suposición en este artículo mediante tres preguntas. ¿Las esperanzas que ofrece la religión son realmente falsas? ¿Podemos obtener un bienestar verdadero sin religión? ¿La religión desvía nuestra energía del bienestar verdadero?
«La religión es el opio del pueblo» es un argumento que suelen usar los ateos para rechazar la religión sin lidiar con las cuestiones sustanciales con las que trata. Aunque varios ateos han usado esta afirmación, su postor más conocido fue Karl Marx: «La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el alma de las condiciones desalmadas. Es el opio del pueblo».
Busto de Karl Marx, del escultor alemán Will Lammert.
¿Qué implica este argumento de religión-opio? Los ateos alegan que, así como un opio intoxica a las personas con sentimientos ilusorios de bienestar sin ofrecer algún alivio real, la religión hace lo mismo. Las personas solo se liberan de los sentidos ilusorios y el bienestar del opio cuando paran de intoxicarse, y así pueden dirigirse hacia el bienestar verdadero. Los ateos creen que esto se aplica también a la religión: las personas solo buscan el bienestar verdadero una vez que han perdido la esperanza en la religión.
Este argumento tiene varias suposiciones escondidas. Como estas suposiciones no están sujetas a ningún examen intelectual serio, el argumento de religión-opio continúa siendo un encanto que se origina, considerablemente, en un juego de palabras. Vamos a examinar esas suposiciones mediante tres preguntas: 1) ¿Las esperanzas que ofrece la religión son realmente falsas? 2) ¿Podemos obtener un bienestar verdadero sin religión? 3) ¿La religión desvía nuestra energía del bienestar verdadero?
¿Las esperanzas que ofrece la religión son realmente falsas?
Normalmente, la religión se centra en la existencia de un Dios benevolente, por cuya gracia podemos alcanzar un mundo de eterna felicidad. Frecuentemente nos dice que nuestro mundo actual es una estación y no un destino. Es un lugar por el que pasamos durante nuestro recorrido rumbo a la existencia eterna. Si se vive en este mundo siguiendo las directrices de Dios, podemos vivir provechosamente y evolucionar en dirección a la perfección espiritual.
¿Estas creencias religiosas son falsas?
Tal vez no somos capaces de probar de manera concluyente las alegaciones religiosas de que existe otro mundo a través de métodos materiales de observación y evaluación. Pero podemos definitivamente reparar en sus efectos en este mundo.
Al contrario que el opio, que perjudica nuestra salud, la religión nos cura de diversas maneras: física y mentalmente. En la Guía de la religión y la salud, publicada por la Oxford University Press, Dr. Harold G. Koenig, Dr. Michael E. McCullough y el fallecido Dr. David B. Larson revisaron cuidadosamente nada menos que dos mil experimentos publicados que probaron la relación entre la religión y todo lo demás, desde presión sanguínea, enfermedades cardíacas, cáncer y derrames, hasta depresión, suicidio, problemas psicóticos y problemas matrimoniales. Algunos de sus descubrimientos fueron: Las personas que comparecen a programas espirituales por lo menos una vez por semana, viven cerca de siete años más que aquellas que no los frecuentan. Los jóvenes religiosos mostraron niveles significativamente más bajos de abuso de drogas y alcohol, relaciones sexuales prematuras, delincuencia criminal y tendencias suicidas que los jóvenes no religiosos. Las personas de más edad con fe religiosa profunda y personal, suelen tener una mayor sensación de bienestar y satisfacción con la vida que las personas que son menos religiosas.
¿Cuál es la conclusión de Koening? «Un CE (Coeficiente espiritual) elevado, fe en Dios, parece beneficiar a las personas de todas las condiciones financieras, niveles de educación y edades». Estos descubrimientos son tan consistentes y persuasivos que el Dr. Patrick Glynn, en su libro Dios – La evidencia, afirma de forma contundente en sus implicaciones: «Si esta [creencia religiosa] es una ilusión, en primer lugar no es perjudicial, al contrario de lo que Freud y otros contemporáneos pensaban. Más bien es altamente benéfica. Y lo que es aún más interesante, es físicamente benéfica. Y lo más extraño de todo es que, al interactuar deliberadamente con esa ilusión en un espíritu sincero, mediante la oración meditativa, la persona puede mejorar síntomas de enfermedades que, de otra manera, no se pueden explicar médicamente». Su último comentario se refiere a los descubrimientos como los del Dr. Herbert Benson en su libro La respuesta a la relajación, que muestran que los beneficios de la creencia religiosa son mayores cuando se estiman profundamente y no se realizan apenas nominalmente. ¿Qué podemos deducir con eso? ¿Es la religión una ilusión que, accidentalmente, ofrece beneficios de algún modo? ¿Es una ilusión tan peculiar que, cuanto más creemos en ella, más nos beneficiamos?
¿Nuestra mente es lo suficientemente abierta como para considerar una inferencia más natural y lógica? ¿Puede ser que la religión simplemente no sea una ilusión? ¿Puede que la creencia y la práctica religiosa nos sintonicen con una realidad más profunda, una armonización que ayuda a nuestra salud mental y física?
Generalmente, a los ateos les gusta culpar a la religión como causa de tanta violencia. Sin embargo, las estadísticas revelan que la violencia ha sido mucho mayor en partes ateas del mundo que en cualquier otro lugar. R. J. Rummel, en el libro Política letal: Genocidio soviético y asesinato en masa desde 1917, documenta que las víctimas del gobierno marxista suman 95.200.000. En comparación, los que murieron en batalla en todas las guerras extranjeras y domésticas en este siglo, suman 35.700.000.
Siendo completamente indiferente a un análisis serio, el argumento de religión-opio se vanagloria con arrogancia intelectual. Básicamente rechaza la religión igualando las creencias religiosas con las fantasías inducidas por el opio. ¿La intolerancia no es exactamente eso, rechazar agresivamente las ideas que contradicen sus propias creencias? El argumento de religión-opio refleja una fe arrogante e intolerante, la fe conocida como ateísmo fundamentalista. Está claro que esta fe atea esconde su intolerancia bajo la ciencia, el secularismo y el progreso social. Pero cuando la desnudamos de sus jergones desorientados, queda expuesta por lo que es: una creencia fanática en la descreencia.
¿Podemos obtener un bienestar verdadero sin religión?
El ateísmo presume que el nivel material de la existencia es la única realidad; cualquier bienestar que se pueda tener, solo se puede obtener en un nivel material. Los ateos creían que si las personas parasen de usar el opio de la religión, entonces buscarían alcanzar un verdadero bienestar en un nivel material.
¿Esta esperanza se cumplió propagando el ateísmo y relegando la religión a los márgenes de la vida intelectual y social, como ocurrió en varias partes del mundo en los tiempos recientes?
De manera alguna.
El nivel material de existencia se caracteriza por la miseria y la mortalidad. Tal como indica la cita de Marx sobre religión-opio («la religión es el suspiro de la criatura oprimida»); todos nosotros somos criaturas oprimidas.
¿Si rechazamos la religión como si fuera opio, conseguiremos liberarnos de la opresión de nuestra mortalidad inevitable? No, porque el ateísmo nos prende a la materia y a la existencia material, que son temporarias. El ateísmo implica que: 1) Somos seres materiales que culminaremos en la muerte. Y la muerte viene arbitrariamente hasta cada uno de nosotros y a cualquier hora. Ella nos saca de la existencia completamente y para siempre. Punto final. 2) Nuestra vida no tiene un significado o propósito último. Estamos hechos de nada más que partículas de materia que se mueven por ahí interminablemente y sin sentido.
¿Cómo podría esta visión sombría, agotadora y depresiva del mundo estimular el bienestar? Como afirma el ateo Steven Weinberg, «cuanto más comprensible se vuelve el universo, más carece de objetivo». Con semejante visión melancólica de la vida, varias personas naturalmente dudan del valor de la vida. Albert Camus afirma esto explícitamente en el inicio de su ensayo El mito de Sísifo: «No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio».
Una visión del mundo sin Dios y sin alma, hace que la vida carezca de significado, de propósito – no vale la pena. Conduce a millones de personas al tedio y el desespero. Millones de personas se entierran en distracciones sin sentido, como videojuegos, deportes o entretenimientos. Tal como comentó el pensador americano Madalyn Murray O’Hair sobre la sociedad contemporánea, «Marx estaba equivocado – la religión no es el opio del pueblo. Lo es el béisbol». Nuestra cultura, que rotula a la religión como narcótico y hace que las personas se alejen de ella, fuerza a la gente a buscar refugio en tales narcóticos.
¿La religión desvía nuestra energía del bienestar verdadero?
Los ateos argumentan que el opio distrae a las personas de trabajar por el verdadero bienestar, tal como lo hace la religión. ¿Es eso cierto?
No.
Algunas personas pueden descuidar sus responsabilidades mundanas. Pero esto ocurre porque entienden erróneamente o aplican erróneamente las enseñanzas de la religión.
¿Cuál es la naturaleza de las verdaderas contribuciones de la religión?
En el transcurso de la historia, diversos creyentes religiosos llevaron a cabo varios de los grandes trabajos de arte, arquitectura y literatura. Sus creencias no les hicieron rechazar todo en este mundo por Dios, si no que les inspiraron a realizar cosas maravillosas en este mundo para glorificar a Dios. Gracias a sus creencias religiosas, millones de personas se han motivado a realizar actos de caridad y compasión.
Además de tener en cuenta las contribuciones prácticas de la religión al mundo, también necesitamos evaluar las actitudes conceptuales de la religión en cuanto al mundo para poder medir si tiene el mismo efecto que el opio.
Sin duda alguna, la religión nos promete un mundo mejor más allá de este. Al mismo tiempo, nos instruye que para alcanzar ese mundo, tenemos que actuar moralmente y responsablemente aquí y ahora. Este requerimiento contribuye a que las cosas sean mejores en este mundo.
La visión védica del mundo nos informa que nuestro desarrollo espiritual nos lleva por cuatro niveles progresivos: dharma (práctica religiosa), artha (prosperidad económica holística), kama (satisfacción emocional y física) y moksha (liberación de la existencia material). Así, delinea un plan maestro que integra tanto el bienestar de este mundo cuanto del otro.
Similarmente, el Bhagavad-gita se centra en un llamamiento para el activismo devocional en este mundo. Arjuna quería renunciar al mundo, pero Krishna le instruyó para que se ocupara en este mundo y en servicio devocional, estableciendo la regla de la moralidad y espiritualidad en el mundo.
Las enseñanzas sobre bhakti del Bhagavad-gita ofrecen un modo dinámico que nos ayuda a contribuir con este mundo, al mismo tiempo en que vamos alcanzando el siguiente. El camino de bhakti nos anima a que no romanticemos ni demonicemos el mundo, y en lugar de ello, a utilizarlo y entender a Dios. Muchas personas, incluso la mayoría de los ateos, lo romantizan, imaginándolo como un lugar donde podrán satisfacer sus fantasías. Cuando el mundo arruina y destroza sus sueños, a veces oscilan hacia el otro extremo y lo demonizan, pintándolo como un lugar intrínsecamente malvado y que ha de evitarse a cualquier precio.
El Bhagavad-gita (2.64) nos anima a evitar el apego y la aversión, señalando un equilibrio entre estos dos polos de romanticismo y demonización. Más adelante, el Bhagavad-gita (5.29) declara que el mundo pertenece a Dios, Krishna, y se debe utilizar a su servicio. Cuando ofrecemos amorosamente los recursos del mundo al Señor del mundo, este contacto devocional con el Señor todo-poderoso nos purifica. Esta purificación retira las capas de ignorancia y olvido de nuestra identidad espiritual, que han oscurecido nuestra identidad espiritual durante eras.
A medida que vamos entendiendo nuestra identidad espiritual, entendemos que prestar servicio devocional a Krishna es nuestra actividad natural, eterna, propia de Sus amados hijos. Esta comprensión nos inspira a continuar sirviendo a Krishna con convicción y devoción. Así, conforme nos elevamos de la autorrealización a la realización de Dios, descubrimos que toda la paz y toda la alegría que siempre estuvimos buscando externamente, estaban presentes todo este tiempo dentro de nuestros corazones en la forma de Krishna, la fuente de toda la paz y toda la alegría. El objetivo último del mundo es facilitar que consigamos esta comprensión.
La sabiduría del Bhagavad-gita nos ayuda a alejarnos de los extremos del romanticismo y la demonización a la hora de tratar con el mundo. Al mostrarnos el camino medio, nos lleva a la perfección última de la vida: la realización de Krishna.
Srila Prabhupada demuestra este dinamismo devocional en nuestros tiempos. ¿Acaso la religión de bhakti lo volvió inactivo cuando podría haber estado activo? Lejos de ello, hizo que se volviera muy activo a una edad en que la mayoría de las personas se vuelve inactiva. A pesar de tener la edad avanzada de setenta años, Srila Prabhupada viajó por el mundo entero varias veces, escribió decenas de libros y estableció más de cien templos. Para él, la religión, lejos de ser un opio, fue algo revitalizante y alentador. Esa misma potencia rejuvenecedora de la religión también está disponible para nosotros. Tan solo necesitamos asimilar y aplicar los principios del bhakti, que el Bhagavad-gita (18.66) indica como el auge de la religión. Entonces, la verdadera contribución de la religión, especialmente su mayor expresión de bhakti, dista mucho de ser un narcótico. Y su contribución es mucho más que una mera de fuente de salud física y mental, aunque eso pueda ocurrir. La religión confiere una dirección duradera y gratificante a nuestro anhelo más profundo de amor. De esta forma, nuestra vida se vuelve más significativa, decidida y alegre. Nada enriquece nuestra vida como lo hace el bhakti.
El ateísmo, por otro lado, desprecia la vida reduciendo la misma a un status de mera casualidad, una procesión de químicos muertos. Ofrece poca o ninguna razón para la compasión, y todas las razones para el utilitarismo: use cualquier cosa y a cualquier persona para su propia satisfacción, porque esta vida es todo lo que existe, y la vida está hecha para disfrutar, y no hay un Dios para supervisar este disfrute. Semejante visión del mundo estimula la inmoralidad, la corrupción y la degradación.
Entonces, si la evidencia y el razonamiento pudieran hablar, tal vez haría falta hacernos la pregunta desde otro lado: ¿es el ateísmo el opio del pueblo? ¿Un opio engañoso y destructivo que se ha suministrado ampliamente a las personas en nombre de la ciencia, el secularismo y el avance social, pero que en realidad corroe las bases de nuestro bienestar material y espiritual?
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