mahabharata

Traducción del sánscrito por Hridayananda Dasa Goswami

Vidura, tío de los Pandavas, sabedor de los diabólicos planes de Duryodhana, les informa de los peligros que les esperan.

Los Pandavas uncieron a sus cuadrigas caballos purasangre que corrían como el viento. Cuando estaban a punto de iniciar su viaje, los Pandavas sintieron tristeza de abandonar a su familia y amigos. Respetuosamente abrazaron los pies de loto de Bhisma, el Rey Dhrtarastra, la gran alma Drona y otros venerables mayores como Vidura y Kripacharya. Fue así como los Pandavas ofrecieron su respeto más sincero a todos los Kurus mayores, abrazaron a sus iguales y aceptaron los respetuosos saludos de las generaciones más jóvenes. Después de suplicar el permiso de las damas mayores, a las que los Pandavas consideraban como sus madres, y después de dar la vuelta a las más venerables, los Pandavas y todos sus ministros partieron hacia Varanavata. El muy sabio Vidura, otros dirigentes de los Kurus y otros dirigentes Kuru y algunos ciudadanos, con sus corazones arrasados por el dolor de la separación, siguieron a los Pandavas, aquellos tigres entre los hombres, mientras partían.

En ese entonces, ¡oh, noble Bharata!, algunos brahmanas presentes, terriblemente preocupados por los hijos de Pandu, empezaron a hablar libres de todo temor:

—El Rey Dhrtarastra se encuentra totalmente cubierto por la oscuridad, y contempla los hechos con parcialidad innoble. Su inteligencia es tan perversa que es incapaz de ver las leyes de Dios. Yudhisthira, el mayor de los Pandavas, es un hombre inmaculado que jamás consentiría un pecado, y tampoco Bhima, el mejor de entre los fuertes, ni el hijo de Kunti, Arjuna. Y Nakula y Sahadeva, los dos hijos de Madri, son maduros y magníficos en lo que a sabiduría se refiere y nunca cometerían maldad alguna. Esos hombres recibieron legítimamente el reino de su padre, y Dhrtarastra es incapaz de soportarlo. Pero, ¿por qué permite Bhisma toda esta injusticia, el que los mejores de entre los Bharatas, los hijos de Kunti, sean alejados de manera injusta de su hogar?

—En el pasado, el santo rey Vicitravirya, hijo de Santanu, fue para nosotros como un padre, lo mismo que lo fuera Pandu, el amado de los Kurus. Pero ahora que el rey Pandu, tigre santo entre los hombres, tuvo que dirigirse a su bendito destino, Dhrtarastra no tolerará los hijos del rey, que todavía son niños. Cada uno de nosotros debe abandonar su hogar y dejar esta ciudad para acompañar a Yudhisthira.

Cuando los afligidos y sagaces brahmanas dejaron de hablar, Yudhisthira, el rey de la virtud, se mostró extremadamente satisfecho. Él dijo a los brahmanas y a los demás ciudadanos: «—Nosotros hemos aceptado al rey como nuestro padre, como nuestro mejor maestro. Por consiguiente hemos prometido cumplir sin duda cuanto nos diga. Todos ustedes son nuestros bienquerientes y amigos, así que bondadosamente den una vuelta a nuestro alrededor y derramen sus sinceras bendiciones. Después, por favor, regresen a sus hogares. Cuando llegue el momento en el que necesitemos de su ayuda, es seguro que obrarán a favor de nuestra felicidad y bienestar.

—Que así sea

, dijo la multitud, prometiendo su lealtad a Yudhisthira. A continuación, después de girar en torno a los príncipes, alegrándoles con bendiciones sinceras, el gentío regresó a la ciudad.

La advertencia de Vidura

Cuando los ciudadanos se hubieron retirado, Vidura, conocedor de todos los principios de justicia y religión, alertó a Yudhisthira de un peligro inminente. Vidura conocía con toda exactitud los mejores medios para proteger tanto el cuerpo como el alma. Sabedor del arte de las adivinanzas, se dirigió a su inteligente sobrino Yudhisthira que había sido educado para comprenderlas.

—Para escapar de la catástrofe hay que obrar comprendiendo un arma afilada, que no es de hierro, y que es capaz de cortar el cuerpo en pedazos. Esta arma no sorprende al que la conoce y la vuelve contra el enemigo; acaba con la maleza y domina el frío. Pero no abrasa a los que moran en guaridas situadas en el magno escondrijo. El que se protege vive.

—Los ciegos no conocen el camino; los ciegos no encuentran la dirección; los indecisos no consiguen la suerte; despiertos y alerta. Un hombre que acepta el regalo, un arma no de hierro, ofrecido por aquellos que no se encuentran cerca, puede salvarse del fuego devorador dirigiéndose al refugio del puerco espín. Merodeando por todas partes, conoce los caminos gracias a las estrellas y es capaz de encontrar su destino. Sometiendo el fuego con su mente, nunca será dominado.

Vidura, después de acompañar durante un corto trecho a los Pandavas y de proporcionarles estas instrucciones, giró en torno a ellos, les concedió su permiso para que iniciaran el viaje y regresó a su hogar.

Cuando Vidura, Bhisma y los ciudadanos regresaron a sus casas, Kunti llamó a su hijo Yudhisthira, que no sentía odio hacia nadie, y le dijo:

—Cuando Vidura se dirigió a ti en medio de la multitud, parecía no decir nada coherente, y sin embargo estuviste de acuerdo con sus palabras. No entendimos la conversación que mantuviste con él. Si podemos, y nada hay de indecente en ella, me gustaría oírla.

El Rey Yudhisthira dijo:

—Vidura me ha dicho que hemos de cuidarnos de los venenos y del fuego. También dijo que debíamos conocer todos los caminos. Y añadió: «Conseguirás la abundante tierra si conquistas tus cinco sentidos». A continuación, le respondí a Vidura: «Lo he entendido todo».

La llegada a Varanavata

Los Pandavas y su madre partieron el octavo día del mes de Phalguna, bajo la estrella Rohini. Al llegar a Varanavata contemplaron la ciudad y sus moradores.

Al oír que habían llegado los hijos de Pandu, todos los habitantes salieron de la ciudad de Varanavata con alegría y llenos de ánimo. Montados en miles de vehículos y cargados de regalos propicios como dictan las escrituras, se dirigieron a los Pandavas, los primeros de entre los hombres.

Los residentes de la ciudad, los varanatakas, llegaron hasta los hijos de Kunti y ofrecieron bendiciones con la finalidad de que alcanzaran el éxito. Luego, la muchedumbre rodeó a los Pandavas, ansiosos por servirles de algún modo. Rodeado por los ciudadanos, Yudhisthira, tigre entre los hombres, brillaba como el rey de los dioses, con el rayo en la mano, rodeado de los inmortales. Honrados por los ciudadanos, los inmaculados Pandavas les honraron a su vez y penetraron en la bellamente decorada y bulliciosa ciudad de Varanavata.

Después de entrar en la ciudad, oh, rey, los heroicos príncipes se dirigieron de inmediato a los hogares de los brahmanas, que se encontraban afanosa y felizmente ocupados llevando a cabo sus deberes religiosos. Los hermanos también visitaron las residencias de los gobernantes de la ciudad y las de los nobles guerreros. Después acudieron llenos de respeto a las casas de los mercaderes y los obreros, y en cada casa, los Pandavas, cabeza de la dinastía Bharata, recibieron el respeto del pueblo. Por último, se dirigieron a su residencia temporal, donde Purochana (el consejero de Duryodhana) les recibió y dio la bienvenida, ofreciéndoles valiosos sitiales, alimentos y bebidas exquisitos y lechos limpios y deslumbrantes.

Los Pandavas, adorados por los habitantes de la ciudad, moraron en el lugar rodeados por su séquito real, ensalzados por Purochana y gozando de los muebles y accesorios más lujosos. Después de residir en el lugar durante diez noches, Purochana les llevó a la desfavorable casa denominada siva-griha, «casa favorable». Siguiendo la orden de Purochana, aquellos tigres entre los hombres, entraron en la casa con todo su séquito real, al igual que los místicos guhyakas entran el legendario monte Kailasa.

Yudhisthira era capaz de analizar hábilmente las cualidades y propiedades de las cosas. Después de observar cuidadosamente y oler el sutil aroma de las grasas mezcladas con mantequilla y laca, le dijo a Bhimasena:

—Esta residencia ha sido construida para ser quemada. Para construirla se ha empleado cáñamo y resinas, la paja, cuerdas, bambú y otros materiales han sido rociados con mantequilla clarificada, oh, poderoso. Hábiles artesanos fieles al malvado Purochana la han construido. Él pretende quemarme tan pronto como baje la guardia. Vidura es muy inteligente, Partha, y al observar el peligro me ha prevenido en contra de él. Ahora que él nos ha informado, comprendemos que esta casa es una «casa desfavorable», bien construida por nuestros respetables maestros que parecen ser secretos seguidores de Duryodhana.

Bhimasena respondió:

—Si tú crees que esta casa fue construida para ser incendiada, mejor sería que regresáramos a nuestra anterior residencia.

Sri Yudhisthira replicó:

—No, pienso que por ahora debemos residir aquí; obrando de manera inocente y descuidada, nuestros enemigos pensarán que ya nos han vencido, y eso nos dará tiempo para pensar en un modo fácil de escapar. Si Purochana descubre alguna clave de nuestro verdadero plan, si denota algún miedo o ansiedad en nuestros rostros, actuará de inmediato. Gracias a los medios más impredecibles y violentos, nos quemará hasta morir. Purochana no teme la condena pública ni las reacciones al pecado. Es un necio al que solamente le preocupan los deseos de Duryodhana, y es en base a ello que actúa.

—Si nos quemaran hasta morir, quizá nuestro abuelo Bhisma se encolerizará y dejará de lamentarse, aumentando la ira de los Kauravas ante la atrocidad. Si hay que incitarle a la furia, entendiendo que la sagrada ley lo exige, quizá los demás gobernantes Kuru reaccionen de la misma manera.

—Si, por otra parte, huimos por miedo a perecer abrasados, es seguro que Duryodhana, lleno de codicia por ser rey, conseguiría que sus espías nos asesinaran. En estos momentos no tenemos alternativa; lo cierto es que él ocupa la capital. No tenemos aliados, y él se encuentra rodeado de los suyos. No disponemos del tesoro real, y el suyo es vasto. Por consiguiente, es seguro que él intentará asesinarnos por todos los medios.

—Hemos de engañar a este malvado Purochana y a su malvado señor Duryodhana. Por ahora permaneceremos en este lugar, pero hemos de merodear por todas partes, ocultando nuestros movimientos. Debemos demostrar un gran interés en la caza y, así, viajar por todo el país. Gracias a ello llegaremos a conocer a la perfección todos los caminos y sendas, y puede que nos sea de gran utilidad cuando llegue el momento de la huida.

—Empecemos de inmediato a construir un refugio subterráneo. Si mantenemos ocultas nuestras actividades, el fuego ardiente no nos abrasará. Hemos de obrar cuidadosamente y colocarnos en ese refugio de modo que ni Purochana ni los habitantes del lugar nos descubran.

El excavador

Oh, rey, Vidura tenía un gran amigo que era excavador profesional. Un día se reunió con los Pandavas en un lugar secreto y dijo:

—Me envía Vidura. Soy diestro excavando, y Vidura me ha dicho: «Los Pandavas necesitan ayuda. Ten fe plena en los Pandavas y trata de ayudarles con todos los medios». Por lo tanto, díganme, ¿qué puedo hacer por ustedes?

—El decimocuarto día de la quincena de la luna nueva, Purochana incendiará la puerta de su casa. El plan de Duryodhana, tal como lo he escuchado, es el siguiente: «Los Pandavas son cabecillas del pueblo, y tienen que morir junto con su madre». Pandava, cuando dejaron la ciudad, Vidura te dirigió unas palabras en el dialecto de los mlecchas, y tú le respondiste: “Que así sea”. Te cuento esto para que confiéis en mí.

Yudhisthira, hijo de Kunti, dedicado a la verdad, replicó a continuación:

—Sé, amable señor, que eres un amigo y bienqueriente de Vidura, y que sois inocente, digno de confianza y dispuesto a satisfacernos. Su firme devoción a nuestra causa es obvia y no hay necesidad de contraseña de parte del sabio Vidura para que le reconozcamos. Usted es para nosotros lo mismo que Vidura. No vemos diferencia alguna; seremos igual de veraces con usted como los somos con él. Ahora, por favor, sálvenos como haría el mismo Vidura.

—Soy consciente de que Purochana construyó esta casa, siguiendo las órdenes de Duryodhana, para quemarnos hasta la muerte. El pecador hijo de Dhrtarastra dispone de un gran tesoro y de innumerables aliados, y siendo un individuo malvado y diabólico, constantemente nos acosa. Cuando perezcamos abrasados, se cumplirán los deseos de Duryodhana. Pero usted, señor, debe ocuparse en salvarnos de ese fuego.

—El edificio de al lado corresponde al arsenal del malvado Purochana. Sus murallas se levantan de modo que caen sobre nuestra gran casa. Vidura ciertamente conocía con anterioridad el malvado plan de Purochana y se ocupó de avisarnos. Las dificultades que predijo ya se han presentado. Usted debe salvarnos sin descubrir nuestros planes a Purochana.

El zapador juró obrar tal y como le pedía Yudhisthira, y se dedicó a la tarea con toda dedicación. Cavó un túnel y un gran agujero en el mismo centro de la casa, que contaba con una entrada diminuta bien disimulada, de modo que podía cubrirse con facilidad sin mostrar ningún desnivel en el suelo. El zapador, temiendo al malvado Purochana que vivía prácticamente en el zaguán de la casa, construyó un agujero de tal modo que difícilmente podía ser detectado.

Los Pandavas pasaban las noches en la casa, con las armas a mano, y durante el día, bajo el pretexto de su afición a la caza, merodeaban por todos los bosques. Simulando confianza aunque no tenían ninguna, y fingiendo satisfacción aunque dominados por la ansiedad, los Pandavas vivían embargados por la angustia. Pero consiguieron engañar al malvado Purochana. Y tampoco los habitantes de la ciudad lo descubrieron, excepto un hombre, un zapador diestro, consejero de toda confianza de Vidura.

Arde la casa de laca

Purochana, al comprobar que los Pandavas se encontraban morando felizmente en el lugar durante más de un año, y observando que estaban confiados y tranquilos, se alegró. Yudhisthira estaba familiarizado con las actitudes humanas, y al ver a Purochana tan contento, les dijo a sus hermanos Bhima y Arjuna y a los gemelos:

—El malvado Purochana está convencido de que confiamos plenamente en él, pero ese cruel individuo está engañado. Creo que es el momento de escapar. Prendamos fuego al arsenal y quememos a Purochana y esta casa de laca, dejando seis cuerpos de modo que podamos escapar sin levantar sospecha.

Esa noche, oh, rey, bajo el pretexto de ofrecer caridad, Kunti organizó una fastuosa recepción para ofrecer un banquete a los santos brahmanas y a sus esposas. Después de que los brahmanas comieron, bebieron y disfrutaron tanto como quisieron, se despidieron de Kunti y regresaron a sus hogares ya de noche.

La mano del destino atrajo a la fiesta a una mujer nisada de baja clase y a sus cinco hijos, que vinieron a pedir alimentos. Ella y sus hijos se emborracharon bebiendo licor y enloquecieron, hasta desvanecerse en la casa de laca y quedaron dormidos sin signo de conciencia, como si estuvieran muertos.

Aquella noche soplaba un fuerte viento, y toda la ciudad dormía, oh, poderoso rey, cuando Bhima se levantó y prendió un fuego intenso en el mismo lugar donde dormía Purochana. Se provocó un pavoroso incendio, que consumió el arsenal y la casa de laca. Rugía de tal modo el incendio que toda la ciudad despertó.

Los ciudadanos dijeron:

—Purochana, tonto y pecador, a las órdenes de Duryodhana, hizo construir esta casa y la quemó abrasando su propia alma. ¡Maldita sea la necia mente de Dhrtarastra, que obró por medio de su consejero para quemar a los inocentes Pandavas! La única ventaja es que el malvado Purochana ha ardido hasta el final. Su cerebro era tan increíblemente malvado que mató a fuego a los mejores de entre los hombres, los inmaculados hijos de Pandu, que confiaban tanto en él.

De ese modo hablaban los habitantes de Varanavata los unos con los otros. Rodeando la casa de laca hicieron guardia durante toda la noche.

Mientras tanto, los Pandavas, que huyeron por el túnel construido debajo de la casa, escaparon con su madre sin ser descubiertos. Los poderosos Pandavas y su madre se sentían muy disgustados e infelices, al haber pasado la noche sin dormir, extremadamente angustiados, y no tenían fuerzas para correr. Bhimasena, sin embargo, estaba erizado de fuerza y ánimo. Cogiendo a su madre y hermanos continuó hacia adelante, oh, rey. El poderoso Bhima, con su madre sobre uno de sus hombros, los gemelos sobre sus caderas y sus dos poderosos hermanos Yudhisthira y Arjuna entre sus brazos, avanzó oculto por la noche, arrollando árboles, rasgando la tierra con sus dos pies, y avanzando con el poder del viento.

La indignación de los ciudadanos

Cuando transcurrió la noche, todos los hombres y mujeres de la ciudad se abalanzaron sobre las ruinas en busca de los amados hijos de Pandu. Cuando la muchedumbre pudo extinguir el incendio pudieron darse cuenta a partir de los restos de la casa que esta había sido construida con laca y que el ministro Purochana había muerto en el incendio.

—Seguro que Duryodhana, ese malhechor, lo organizó así para destruir a los Pandavas, sugerían las multitudes. —Sin duda, el hijo de Dhrtarastra ha quemado a los herederos del imperio de Pandu, y Dhrtarastra no prohibió el asesinato. Queda claro que Bhisma, el hijo de Santanu, no sigue los principios religiosos, así como tampoco los siguen Drona, Vidura, Kripa y el resto de los Kauravas. Nosotros mismos enviaremos un mensaje al malvado Dhrtarastra: «Tu mayor deseo ha quedado satisfecho. Has hecho perecer bajo las llamas a los hijos de tu propio hermano Pandu».

La multitud, en busca de los Pandavas, buscó entre los restos de la casa quemada hasta encontrar los restos de la mujer nisada y sus cinco inocentes hijos. Mientras ayudaba a limpiar y purificar la zona, el mismo zapador que abriera el túnel cubrió el agujero con cascotes, de modo que pasara desapercibido para los demás.

Los habitantes de la ciudad enviaron noticias a Dhrtarastra informando de que los Pandavas, junto con el ministro Purochana, habían muerto abrasados por las llamas.

Dhrtarastra, después de oír las espantosas noticias de la destrucción de los hijos de Pandu, se lamentó en medio de una gran agonía.

—¡Hoy ha muerto mi amado hermano Pandu, y no habrá nunca otro como él, pues sus cinco heroicos hijos han perecido abrasados junto con su pobre madre! De inmediato deben ir hombres a Varanavata para ofrecer los honores finales a esos héroes y a la preciosa hija del rey Kuntibhoja.

—Preparad de inmediato urnas capaces para colocar sus restos y que todos los que los amaban, que eran sus amigos, les rindan homenaje en estos trágicos momentos. En estas aleccionadoras circunstancias, cualquier cosa que yo pudiera hacer en beneficio de las almas de los Pandavas y de Kunti ha de ser hecha, ¡y nos dedicaremos a ello!

Dhrtarastra, el hijo de Ambika, después de decir lo anterior, rodeado por sus parientes, ofreció agua santa en honor de los hijos de Pandu. Los Kauravas lloraban y temblaban sumidos en la angustia, pero Vidura solamente se lamentó brevemente, pues sabía la verdad.

La huída

Mientras tanto, los Pandavas, después de huir de la ciudad de Varanavata, buscaron refugio hacia el sur, y con gran velocidad avanzaron. Siempre en dirección hacia el sur, pudieron encontrar su dirección mirando las estrellas. Con mucho esfuerzo, oh, rey, llegaron a la recóndita jungla amparados por la noche. Inmediatamente después, los hijos de Pandu, doloridos por la sed, ciegos a causa del sueño y consumidas las energías, se dirigieron de nuevo al gran campeón Bhima.

—¿Qué puede sernos más miserable que permanecer en esta recóndita jungla? No sabemos dónde estamos, ni tenemos la energía necesaria para seguir avanzando. Ni tan siquiera sabemos si Purochana pereció debido al fuego. ¿Qué podríamos hacer para salvarnos de este peligro sin que nadie nos vea ni sepa que continuamos con vida? Carga con nosotros de nuevo, como antes, y sigue caminando. Eres el único al que le quedan fuerzas, pues eres el único que puede avanzar incesantemente, como el viento.

El poderoso Bhima, después de oír estas palabras de boca de su hermano Yudhisthira, que hablaba en nombre de sus hermanos, asió a su madre, Kunti, y a sus hermanos, y se apresuró siempre hacia adelante.

Back To Godhead © 1995

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