Traducido del sánscrito por
Hridayananda Dasa Goswami
El rey Drupada y su hijo no están convencidos de que Draupadi deba casarse con cinco hombres.
El rey Drupada no cabía en sí de júbilo. Hizo llamar al sacerdote real para que llevase el siguiente mensaje: «Debemos saber quiénes son, grandes almas, si son o no los hijos de Pandu».
El sacerdote fue ante los Pandavas con las palabras del rey y recitó ante ellos el mensaje completo, tal y como el rey lo había hablado, y respetando el orden, pues el mensajero entendía la importancia del orden en que se decían las cosas.
«¡Oh, dignas personas!, el rey Drupada, señor de estas tierras, desea conocerles, pues, habiendo sido testigo de cómo uno de ustedes acertó en el blanco, el rey no ve ahora fin a su felicidad.
(El rey dice) «Expliquen, por favor, el linaje de su familia y comunidad. Pongan sus pies sobre las cabezas de los envidiosos y den placer a mi corazón y al corazón de quienes me siguen a mí, el rey de Panchala».
«El rey Pandu era un amigo muy amado del rey Drupada, y Drupada le amaba como a su mismo ser. El deseo de Drupada era éste: «¡Ojalá mi hija pudiera ser nuera de Pandu, el rey Kaurava!». ¡Oh, hombres de intachable carácter! En el corazón del rey Drupada ha estado siempre este deseo: «Arjuna, el de brazos largos y robustos, debe aceptar a mi hija en sagrado matrimonio».
Tras repetir el mensaje, el sacerdote permaneció en pie, humildemente, ante ellos.
Yudhisthira le miró y, a continuación, ordenó a Bhima, que estaba cerca: «Debemos honrar a esta persona lavándole los pies y haciéndole regalos. Es el sacerdote real del rey Drupada, y deben ofrecérsele los más altos honores».
Así lo hizo exactamente Bhima, ¡oh, rey!, y el sacerdote aceptó los honores con noble continente.
Cuando el brahmana estuvo sentado cómodamente, Yudhisthira le dijo: «Drupada, el rey de Panchala, ha dejado libre a su hija, conforme a su deber religioso y siguiendo su propio deseo. El heroico rey Drupada hizo de la princesa un don real, y ha hecho honor a su palabra. No es necesaria investigación alguna acerca de nuestra clase social, medios de sustento, familia o linaje. Puesto que una gran alma tensó el arco y acertó en el blanco ante los reyes de la Tierra, conquistó legítimamente a la joven, Draupadi, que le fue debidamente confiada.
«Siendo las cosas como son, el rey de Panchala no debe lamentarse y sentirse por ello miserable. Has afirmado que el rey Drupada desea desde siempre que su hija se case con el hijo de Pandu, y el deseo de su majestad ciertamente acabará cumpliéndose. Querido brahmana, esa hermosa princesa era virtualmente inalcanzable. Aquel arco no podía ser tensado por un hombre torpe o débil. En verdad, ¿Cómo podría una persona no educada en las armas o de bajo nacimiento haber acertado el blanco? No hay, pues, razón para que el rey Panchala se lamente por su hija. Ni hay en la tierra hombre que pueda cambiar el hecho de que la flecha dio en el blanco».
Drupada prepara una prueba
Mientras Yudhisthira decía estas palabras, llegó corriendo otro mensajero del rey Panchala, anunciando que se había organizado una fiesta.
El mensajero dijo: «Con ocasión del matrimonio de su hija, y en honor a la familia del novio, el rey Drupada ha organizado un espléndido banquete. Se ruega que todos ustedes cumplan con sus deberes religiosos y vengan con Draupadi a la fiesta. Estos carruajes de hermosos caballos y adornados con flores de loto, son dignos de reyes. Todos ustedes deben montar en ellos y dirigirse al hogar del rey Panchala».
Cediendo el primer carruaje al sacerdote real, los honestos líderes de los Kurus montaron en aquellos grandes carruajes y partieron. Kunti y Draupadi fueron con ellos.
Al escuchar de labios de su sacerdote lo que Yudhisthira había dicho, el rey Drupada, con la esperanza de descubrir la identidad de los líderes Kuru, trajo diversos regalos, adecuados para todas las clases sociales. Recogió frutas y otros alimentos sencillos (preferidos por los brahmanas), y armaduras de hermoso tejido, escudos, collares de flores y asientos reales. Para los agricultores había dones de vacas, cuerdas y otros artículos por el estilo. Trajo también todos los instrumentos y materiales que se utilizan en artesanía y comercio, sin olvidar nada. El rey también reunió todo el equipamiento necesario para los deportes y juegos de recreo.
(Dhristadyumna, sin embargo, había indicado que era muy probable que fuesen guerreros, de modo que el rey preparó regalos especialmente adecuados para los guerreros). Había grandes espadas, arcos excelentes, las mejores flechas, brillantes cuadrigas de diversos estilos, lanzas y espadas hermosamente adornadas con oro. Había jabalinas, explosivos, hachas de combate -todo lo que se utiliza en la batalla- y una gran variedad de camas y sillas de exquisita confección.
Los Pandavas en el palacio
Llevada por la santa Draupadi, Kunti entró en las cámaras interiores del palacio (reservadas a las mujeres). Allí, todas las damas honraron sincera y generosamente a la esposa de Pandu, el rey Kaurava. Mientras tanto, el rey Drupada, con sus hijos y ministros, los amigos más próximos a la familia y todos los asistentes reales tuvo su primera oportunidad de ver a los Pandavas en un lugar cerrado. Al contemplar su porte de leones, sus ojos, grandes como los de un poderoso toro, sus macizos hombros envueltos en piel de ciervo, y sus largos brazos, robustos como cuerpos de serpiente, el rey y su corte se llenaron de júbilo.
Los valerosos hermanos se sentaron entonces en las más refinadas sillas, con delicados cojines para los pies. Aceptaron aquella opulencia de reyes sin titubear, pues las grandes riquezas extendidas ante ellos no les sorprendieron ni les afectaron, y aquellos hombres, los más nobles de todos, se sentaron con gran calma, conforme a su edad.
Los criados, hombres y mujeres, y los cocineros, todos ellos con uniformes impecables, trajeron toda clase de platos simples y elaborados, propios de reyes, y les sirvieron en boles y vajillas de plata y de oro. Entonces, aquellos héroes entre los hombres comieron a su entera satisfacción. Con plena confianza en el rey Drupada, se relajaron con el mejor humor. Pasando de largo ante todos los regalos adornados y opulentos, fueron derechos a las colecciones de artículos militares, pues habían venido a la Tierra a ser guerreros.
Drupada, su hijo y todos los ministros importantes notaron este gesto y, acercándose a los hijos de Kunti, hijos y nietos de monarcas, les ofrecieron, felices, los más altos honores.
Drupada, el brillante rey de Panchala, llamó entonces a Yudhisthira, hijo de un rey, y le ofreció la bienvenida formal que se ofrece a los brahmanas.
Con actitud generosa y abierta, Drupada preguntó al brillante hijo de Kunti: «¿Cómo podemos saber si son guerreros, brahmanas, comerciantes cualificados o hijos de madres de la clase obrera? ¿Acaso son místicos perfectos que van por todas direcciones mostrando poderes mágicos, habiendo descendido ahora del cielo para estar con mi hija Krishna (Draupadi)? Señor, dinos la verdad al respecto, pues la duda nos agobia. Cuando nuestras dudas se hayan despejado y les conozcamos, en nuestra mente reinará la satisfacción. ¿Qué don bueno y noble nos ha sido concedido? ¡Oh, feroz campeón! Por favor, dinos la verdad, pues la verdad, cuando se habla, brilla bella entre los reyes, más que los sacrificios y regalos, mientras que la falsedad es evidente que no tiene ese ascendente entre los hombres nobles. Veo que eres un auténtico guerrero, pues brillas como los dioses y, al escuchar tus palabras, ciertamente organizaré una boda adecuada».
Yudhisthira Maharaja dijo: «Mi querido rey de Panchala, no desesperes. Deberías más bien sentirte complacido, pues el deseo que tanto anhelabas se ha cumplido. Pertenecemos a la realeza, ¡oh, rey!, somos los hijos de la gran alma Pandu. Yo soy el hijo mayor de Kunti, y estos dos son Bhima y Arjuna. Ellos fueron quienes conquistaron a tu hija, ¡oh, rey!, en la asamblea de monarcas. Más allá están los hijos gemelos de Madri, allí donde está Krishna. Que se vaya la tristeza de tu corazón, ¡oh, el mejor de los reyes!, pues somos ksatriyas, y tu hija es como una planta de loto que ha pasado de un lago transparente a otro. Te estoy diciendo ahora la verdad de las cosas, Maharaja, pues tú, señor, eres nuestro guru y nuestro mayor refugio».
El rey Drupada estaba tan conmovido de alegría que no acertaba a ver a quien tenía delante. Aunque quería dar una respuesta adecuada a Yudhisthira, no podía hablar. Sin embargo, con mucho esfuerzo, aquel fiero y viejo guerrero contuvo su júbilo y, con los modales de un rey noble, contestó de la forma conveniente. El honesto gobernante preguntó entonces a los Pandavas cómo habían huido de quienes habían tratado de matarles. Yudhisthira, el mayor de los Pandavas, le explicó los acontecimientos en el orden en que habían ocurrido.
Al escuchar las explicaciones del hijo de Kunti, el rey Drupada condenó el gobierno de Dhritarastra y consoló y animó a Yudhisthira. El elocuente Drupada prometió entonces que se esforzaría por ayudar a los Pandavas a recuperar el reino que, por derecho, era suyo. Después, a pedido del rey, Kunti, Draupadi, Bhimasena, Arjuna y los gemelos, con Yudhisthira, se trasladaron al palacio real para vivir allí, ¡oh, rey!, bien atendidos y honrados por Drupada.
Drupada duda del matrimonio
Cuando los Pandavas hubieron descansado y se hubieron refrescado, el rey fue a verles con sus hijos y dijo: «Este mismo día, el príncipe Kuru debe tomar la mano de mi hija en sagrado matrimonio. Es un día sagrado, y Arjuna, el de poderosos brazos, debe aprovechar la oportunidad».
El rey Yudhisthira, hijo de Dharma, le dijo entonces: «¡Oh, rey! (como hermano mayor) soy yo quien debe casarse primero».
El rey Drupada dijo: «Entonces tú, señor, como héroe que eres, o aquel a quien tú consideres más adecuado para Krishna, puede tomar la mano de mi hija en sagrado matrimonio».
Yudhisthira dijo: «Draupadi será reina de todos nosotros, ¡oh, rey!, pues ése es el decreto de nuestra madre. Yo no estoy casado, ahora mismo, y tampoco lo está el Pandava Bhimasena. Arjuna ha conquistado a tu hija, que es como un joya, y en nuestra familia hemos llegado al acuerdo, ¡oh, rey!, de que las joyas se comparten en un plano de igualdad. ¡Oh, el mejor de los gobernantes!, no deseamos renunciar a nuestro pacto. Conforme a nuestros principios religiosos, Krishna será reina de todos nosotros. Así pues, que tome la mano de cada uno de nosotros, en orden, ante el fuego ritual».
El rey Drupada dijo: «Mi querido príncipe Kuru, está prescrito que un rey puede tener muchas reinas, pero nunca se ha autorizado que muchos reyes se casen con una sola reina. Tú eres un hombre de lo más decente y religioso, Kaunteya, y no debes llevar a cabo un acto irreligioso que viola los principios védicos y la moralidad común. ¿Por qué tienes la mente fija en esa idea?»
Yudhisthira dijo: «La virtud a veces es sutil, Maharaja, y no siempre entendemos a dónde nos va a llevar. Pero, con convicción firme, seguimos paso a paso la senda de nuestros venerables superiores y predecesores. Yo nunca he dicho una mentira, y mi mente no mora en la irreligión. Simplemente te he repetido lo que mi venerable madre ha dicho y que es, además, mi propia convicción. Ciertamente, esto está conforme al dharma, ¡oh, rey!, y debes aceptarlo sin más análisis. Su Majestad no debe tener la menor duda al respeto».
El rey Drupada dijo: «Tú, tu madre y mi hijo Dhristadyumna debemos discutir lo que se debe hacer. Lo que decidamos se pondrá en práctica mañana por la mañana».
Llegada de Srila vyasadeva
Todos ellos se runieron entonces para hablar, ¡Oh, Bharata!, cuando de pronto se presentó allí Dvaipayana Vyasa. Ante la llegada del santo Vyasa, los Pandavas y el ilustre rey Panchala se pusieron en pie para recibirle y honrarle. Él, a su vez, les saludó, preguntando por su salud y felicidad. Por último, aquella persona de gran mente se sentó en un asiento de oro brillante. Con el permiso de Srila Vyasa, aquellas muy ilustres personas se sentaron en asientos muy lujosos.
Un momento después, el rey Drupada, con voz dulce y amable, preguntó a la gran alma Vyasa acerca de la princesa Draupadi:
«¿Cómo puede una mujer casarse con muchos hombres sin romper nuestra ley religiosa? Mi Señor, explícanos el asunto tal como es».
Srila Vyasa dijo: «Ciertamente, parece incluso una burla contra la ley de la religión, un acto incompatible con los Vedas y con la moralidad más común. Quiero escuchar la opinión de todos».
El rey Drupada dijo: «Siento que es un acto irreligioso, pues contradice las Sagradas Escrituras y la moralidad tradicional. Una mujer no se casa con muchos hombres, ¡oh, el mejor de los brahmanas! Esa poliandria no estuvo nunca entre las costumbres de nuestros antepasados, que eran almas grandes y eruditas. No puede, por tanto, ser el sanatana-dharma, la ley eterna de Dios. Ésa es la razón por la que no estoy convencido de este procedimiento, pues, para mí, su virtud y autoridad están cubiertas con la duda».
Dhristadyumna dijo: «¡Oh, noble sabio, dos veces nacido! ¿Cómo puede un hermano mayor, que sigue la senda espiritual, actuar de una forma tan agresiva con la esposa de su hermano menor? ¡Oh, brahmana rico en austeridad!, por sutil e intangible que pueda ser la religión, no entendemos cómo puede llevar a semejante conclusión. La irreligión no se puede volver religión simplemente porque alguien así lo decida. Por lo tanto, no estoy convencido de que personas de nuestra cultura deban cometer un acto semejante. De ninguna manera debe Draupadi ser reina de cinco hombres».
Yudhisthira dijo: «Mi voz no ha pronunciado nunca una mentira, y mi mente no mora en la irreligión. Aun así, mi mente está a favor de este procedimiento pues no es en absoluto irreligioso. ¡Oh, muy virtuoso sabio!, en los Puranas las autoridades dicen que una mujer brahmana llamada Jatila, descendiente de Gautama, se relacionó con siete sabios. Tú sabes mejor que nadie cuál es la ley y, ciertamente, la orden de un guru es ley. De todos los gurus, el mayor es una madre santa. Pensando que habíamos traído limosnas, nuestra madre dijo: «Lo que hayas traído, tienes que compartirlo con todos por igual». Por eso, considero que nuestra decisión sigue el dharma, la senda de la virtud».
Kunti Devi dijo: «Yudhisthira siempre sigue la senda de lo justo, y la situación es la que él ha explicado. Tengo un profundo miedo a la falsedad, ¿cómo voy entonces a salvarme si mis palabras son falsas?»
Srila Vyasa dijo: «Te salvarás de la falsedad, buena mujer, pues este matrimonio se hace obedeciendo la ley eterna de Dios. No me dirigiré ahora a todos, sino que te explicaré a ti, en privado, ¡oh, rey Panchala!, cómo fue ordenado este desusado deber religioso y por qué se considera que está en armonía con la ley eterna de Dios, pues, como ha afirmado Yudhisthira, es un acto ciertamente moral, sin ninguna duda».
Entonces, la divina encarnación Vyasa se levantó, tomó de la mano al rey y fue con él a sus habitaciones privadas. Kunti, los Pandavas y Dhristadyumna no sabían qué pensar. Esperaron, llenos de ansiedad, a que regresaran. Mientras tanto, Dvaipayana Vyasa explicó al rey, que era una gran alma, la razón exacta de por qué la ley religiosa permitía a una sola esposa tener cinco maridos.
Back To Godhead © 1996
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