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Bhakti-tirtha Swami 

Para cultivar relaciones significativas con los miembros del sexo opuesto, tenemos que volvernos seres humanos plenos, que no tengan la necesidad de buscar soluciones fuera de si mismos. Al contrario, tenemos que aprender a acudir a nuestro interior y conectar con realidades espirituales más elevadas. ¿Cómo realizamos esa conexión?

Para cultivar relaciones significativas con los miembros del sexo opuesto, tenemos que volvernos seres humanos plenos, que no tengan la necesidad de buscar soluciones fuera de si mismos. Al contrario, tenemos que aprender a acudir a nuestro interior y conectar con realidades espirituales más elevadas. ¿Cómo realizamos esa conexión? Los siguientes diecisiete puntos y prácticas ofrecen directrices para alcanzar la plenitud que puede convertirse en la base de una relación fuerte y duradera con una pareja.

1. El amor es necesario para la salud física y espiritual. Las personas que no están involucradas en una relación amorosa son diez veces más propensas a padecer enfermedades crónicas, y cinco veces más propensas a sufrir un colapso mental.

2. El amor no es un negocio o un contrato con una cláusula de huída en circunstancias difíciles. No debemos tener semejante actitud o estado de ánimo con nuestra pareja, y menos aún con Dios. No podemos acercarnos al Señor con una actitud negociante, y no debemos empezar nuestra meditación u oración con una lista de pedidos larga. Las oraciones de esta índole no se basan en amor incondicional o espontáneo, y no nos ayudan a desarrollar la conciencia necesaria y más elevada para volvernos completos.

No debemos recordarle a Dios nuestras necesidades. Cuanto más aceptemos el hecho de que nuestras vidas siempre están bajo Su control, más comprenderemos el significado verdadero de la oración: “Hágase Tu voluntad”. Cuando podamos ofrecer esta oración con sinceridad nos habremos convertido en seres más íntegros.

3. El amor es una decisión que podemos elegir personalmente, en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia. Ninguna persona puede obligar a la otra a que la ame, pero todos podemos distribuir amor.

4. Amar es aprender a amar a nuestro “yo” verdadero. Las personas que no se tienen en cuenta a si mismos no pueden amar a otras personas profundamente. La primera historia de amor que debemos consumar es con nosotros mismos. Un aspecto del amor propio es observar cuatro principios básicos: No consumir drogas o intoxicarse, no practicar juegos de azar, no practicar sexo ilícito y no comer carne. Estas actitudes permisivas pueden debilitar nuestra constitución básica. En la medida en que nos permitamos vivir de acuerdo a las leyes naturales, podremos rendirnos más al deseo de Dios. Se carecemos de autoestima, estamos negando el hecho de que somos hijos de Dios y que poseemos amor y devoción suficientes para compartirlos con los demás.

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Krishna-priya y Achyutananda, pareja de Gouravrindavana (Brasil). Foto de João Teodoro.

5. El amor es una búsqueda de la plenitud, y si es necesario, tener una pareja con quien compartir esa plenitud. La gente que piensa que otra persona los completará, o que esperan que el amor venga a su medida, permanecerán empobrecidos y esperando. En la medida en que nos volvamos amorosos, atraeremos conexiones similares en el universo.

6. El amor no se trata de dos personas desesperadas que intentan encontrar su propia satisfacción, uniéndose para robar una a la otra. Cuando dos personas extremamente carentes y egoístas se unen, no pueden hacer feliz una a la otra. Porque están muy ocupadas intentando conseguir algo de la otra.

7. El amor es una relación sagrada donde la pareja se une para servir y revelar sus debilidades y fuerzas para mejorar. Generalmente, en una relación impía las personas esconden sus debilidades. Estas personas suelen interesarse por el amor erótico (lujuria) en lugar del amor responsable y abnegado.

8. El amor es, de hecho, la energía y el deseo del alma. Cuando estamos pidiendo amor, estamos pidiendo una conexión con el alma, parte integrante de Dios. No debemos esperar que el amor se nos manifieste como un ataque de epilepsia. Tenemos que redescubrirlo cada instante, transformando la lujuria en amor, conectándonos con nuestra propia alma y con otras almas. Todos estamos deseando ardientemente el amor incondicional verdadero.

9. Amar es ver a nuestra pareja como un regalo de Dios. Debemos ir más allá del amor propio y amar al prójimo. En realidad, debemos amar a otras personas (especialmente a nuestra pareja) más de lo que nos amamos a nosotros mismos. Cuando amamos a nuestra pareja de esta forma, comprendemos que Dios nos los regaló y que no son nuestra propiedad. Somos simples protectores, en nombre del Señor, y nuestra responsabilidad es satisfacer los deseos del Señor. Los intentos de dominar a nuestra pareja son desagradables: debemos esforzarnos para que sus cualidades salgan a la superficie, una práctica que también hará brotar nuestra naturaleza más elevada.

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Brahmarshi y Chitralekha. Pareja de Curitiba (Brasil). Foto de Ricardo Brüning.

10. Amar es ver a nuestro cónyuge como un camino a través del cual podemos reciprocar nuestro amor por Dios. El amor que recibimos de nuestro compañero en realidad proviene del Señor, y nuestro trabajo es transmitirlo nuevamente. Algunas personas canalizan el amor de Dios hacia nosotras y nosotros lo canalizamos hacia otros. El Señor nos esta ocupando en el juego de qué hacer con Su amor. Podemos retribuir el amor de Dios protegiendo a nuestra pareja con gran devoción como si el propio Dios estuviera presente.

12. Amar es compartir tus realizaciones con tu pareja, que ayudará a elevar su conciencia y la tuya. De esta forma vuestro crecimiento se acelerará. Si tú y tu pareja no están creciendo juntos espiritualmente, ocurrirá un colapso en la relación. A veces tenemos miedo de rendirnos a una vida espiritual, celosos de tener que abandonar nuestra identidad o perder a nuestra pareja. Pero debemos entender que rendirse al Supremo es una oportunidad de recobrar nuestra identidad plena. Sin una dimensión espiritual en nuestras vidas, no somos íntegros y no podemos experimentar el amor profundo.

12. El amor es una relación con tu pareja en la que visualizas un triángulo con los puntos A, B, y C. Tú eres el punto A, tu pareja es el B, y el Señor es el C: todas vuestras actividades se centran en Él. Haz un plan con tu pareja para formar ese triángulo como un lazo permanente entre vosotros, de forma que siempre que medites, cantes u ores, lo hagas conectado con tu pareja y el Señor. Esto no significa que necesariamente tenéis que meditar juntos o pensar en la conexión al mismo tiempo. Vuestro acuerdo funcionará en cualquier hora o lugar. De esta forma, siempre podréis mantener a Dios en el centro de la relación en todas las consideraciones y actividades.

13. Amar siempre es verse a si mismo como el amor en acción, y transmitir amor dondequiera que vayas. Queremos sentirnos tan repletos de amor que automáticamente inundemos a los demás con él. Con este espíritu, servimos como representantes del Supremo en todos los aspectos de la vida, funcionando como guerreros espirituales vigilantes.

Podemos practicar el amor en acción a través de la respiración. Cuando inhalamos, nos visualizamos absorbiendo el dolor y la frustración de nuestras personas amadas; al exhalar, les enviamos felicidad, alegría, amor y paz. En realidad, esta práctica no ayuda solamente a los que estén a nuestro alrededor, si no también al mundo entero. Inhalamos: estamos preocupados. No somos indiferentes a los problemas de otras personas. Queremos ayudar. Exhalamos: expiramos amor, compasión y cura. Este ejercicio no es inútil. Tiene un impacto poderoso y, si monitoreamos el proceso a largo plazo, seremos testigos de los efectos benéficos que ejerce sobre los demás.

14. El amor intenta desarrollar relaciones competitivas abnegadas. Al principio esto puede sonar extraño y contradictorio. ¿Cómo podemos hablar de cooperar, compartir y abnegar y después defender la competición? En realidad, esto no es una contradicción. En un contexto espiritual, la competición se refiere a que luchamos para ser más abnegados que nuestro compañero, viendo quién puede dar más. Competimos al recordar a nuestra pareja como parte del Señor y animándola a ir más rápido hacia Él. El objetivo de la competición es ayudarse uno a otro para crecer espiritualmente.

Este proceso solamente es para las personas que quieren ser espiritualizadas, que buscan experiencias más elevadas, más allá de los placeres oscilantes de la vida material. Esta competición en la abnegación anima a las parejas a recordarse por qué están en este cuerpo: para volverse entidades amorosas de nuevo, devotas del Señor.

15. El amor intenta ofrecer a todos la cualidad del amor que sientes por tu pareja sin el componente sexual. En otras palabras, extender el amor que sientes por el ser que más amas en esta vida hacia los demás. Podemos preguntarnos cómo es posible retirar el componente sexual. Recordad que el amor y el sexo no son necesariamente sinónimos. El amor por nuestros hijos puede ser extremamente intenso, sin ningún matiz sexual. No importan las circunstancias; intenta desarrollar este tipo de amor en cada una de tus relaciones.

Todos conocemos la dulzura de amar sólo a una persona. ¿Podéis imaginaros qué dulce sería sentir esos sentimientos por todas las personas? Pensad en los intercambios amorosos que podríamos desarrollar, la reciprocidad que enriquecería nuestras vidas y las de los demás. La felicidad, la alegría y la satisfacción inimaginables serían nuestra cuota diaria. No buscaríamos individuos en particular que nos proporcionaran esta experiencia, porque habríamos entendido que, en realidad, estamos buscando a Dios. Cuanto más entendamos que Dios está en cada persona, más experimentaremos lo Divino, y lo Divino nos tornará más plenos.

16. Amar a una  pareja o buscar una pareja que cure al mundo: no huir del mundo. Generalmente, muchas personas buscan una pareja para huir del mundo. Se sienten infelices con la vida y creen podrán tolerar o arreglar todo si, de alguna forma u otra, encuentran aquella persona especial. No podemos curar al mundo si nosotros mismos estamos heridos.

17. El amor habla de tratar todas las relaciones como una práctica que nos prepara para las relaciones divinas superiores en el Reino de Dios. En todas nuestras relaciones debemos ver que Dios nos ha enviado a una pareja para poder arreglar lo que haga falta arreglar antes de reunirnos con Él eternamente. Esto quiere decir que debemos practicar ver a nuestra pareja como un agente de Dios, reconociendo nuestra propia naturaleza divina y recordando que somos hijos de Dios a quienes nos esperan grandes realizaciones y placeres. El amor y las relaciones eternos que estamos esperando de forma muy profunda sólo se encuentran en el Reino de Dios.

Por último, las relaciones y asociaciones verdaderas se encuentran en su estado perfecto en el Reino de Dios. Ahora mismo estamos viviendo en una escuela para mejorar el amor, que nos ayudará a volvernos más cualificados para experimentar el amor que está mucho más allá de lo que podemos imaginar ahora. Para que esto sea posible debemos colocar a Dios en el centro. El Señor está en el corazón de todos, dispuesto a orientarnos. Podremos volver cuando aceptemos que somos hijos de Dios y que tenemos la oportunidad de estar con nuestro amoroso Dios Padre-Madre en un reino eterno. Ese es nuestro derecho innato.

Cada vez que vemos una situación como una expresión de Dios, o cada vez que protegemos a alguien, estamos dando un paso en dirección a ese reino eterno. Recordad que, cuando vivamos en ese estado de conciencia elevada, encontraremos la naturaleza divina en todos lados hasta que, al final, ¡comencemos a experimentar los reinos del mundo espiritual mientras estemos en este cuerpo material! El encanto es que siempre estaremos profundamente enamorados de Dios y todas Sus partes integrantes.

 

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