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Urmila Devi Dasi

Aunque criar a nuestros hijos implique muchas dificultades, sin duda son una dádiva del Señor.

Cuidar de los hijos como un servicio al Señor es una gran bendición, una dádiva que nos otorga el Señor. Aunque tengamos habilidades educativas, dedicación espiritual o simplemente estemos dispuestos a hacerlo, no podemos alegar que merecemos esa dádiva.

¿Una bendición? Ciertamente, los hijos pueden ser sonrientes y refulgentes, pero al mismo tiempo pelean y se enojan. Su progreso en conocimientos y habilidades, que tanto satisface a los padres y profesores, depende de cuánto se impliquen los padres en proporcionar un buen hogar, arreglen los desastres, laven la ropa sucia, consuelen los sentimientos frágiles y lidien con todas esas complicaciones que traen los hijos.

Una vez, una joven mujer me dijo: “¡No quiero tener hijos!”, y me quedé pensando en que la sociedad moderna considera cada vez más a los hijos como una carga. Anticonceptivos, aborto, niñera para las noches, etc., parecen ser la clave para la libertad personal. Sin duda, cuidar de los hijos con amor, asegurándose que están recibiendo una buena educación en los ámbitos espiritual y material, no es una tarea sencilla. Podemos imaginar todo lo que podemos hacer en nuestra vida si no tenemos hijos, en tener más libertad para viajar o servir al Señor Krishna de maneras más apasionantes.

Hoy en día, hay pocas personas que quieren trabajar como profesor. Enseñar y trabajar con niños no es una de las posiciones más solicitadas. Los profesores suelen ser mal pagados, y además reciben poco apoyo. Todo es tan complicado, que incluso las personas con una mentalidad más espiritual, que tienden a poseer las buenas cualidades y motivaciones que se requieren para ser profesor, tal vez jamás se planteen trabajar con niños.

De la misma forma, ser padre y madre tampoco está de moda. Las mujeres de hoy en día prefieren tener una carrera y prestigio antes que la maternidad. Los hombres evitan el matrimonio y la crianza de hijos, ya que consideran que tener hijos es un impedimento para concretar sus propios deseos.

Cuando la sociedad era más simple y agraria, los niños se consideraban un triunfo económico: había más brazos para ayudar en las tareas de la granja, más compañía, y cuando los padres envejecían, tenían a alguien que los cuidara. En esta cultura pre-industrial, los niños eran como una bendición práctica, una bendición que incluso el materialista egocéntrico apreciaba.

Las historias milenarias de los Vedas y otras Escrituras, frecuentemente citan a personas que desearon fuertemente tener hijos, y que los consideraban como una bendición de Dios. Tal vez pensemos que esa actitud era apenas parte de una cultura diferente. “Sí, tener hijos era algo bueno para ellos, pero hoy en día, son básicamente una carga”.

Sin duda, para un materialista preso en la vida moderna, los hijos no son una bendición. Los hijos cuestan dinero, mucho dinero. Pueden interferir en la carrera de los padres, ayudar poco en casa o involucrarse en cosas que pongan en ansiedad a sus familias.

Sin embargo, los niños que están conectados con Krishna son radiantes, provistos de una fe simple, y al mismo tiempo profunda, de que Dios es una persona, un pastorcillo del color de una nube que interactúa con amor con Sus devotos. La conexión que sienten esos niños con Krishna es real y natural. La fe en la infancia está destinada a esa realidad. Y por supuesto, un niño protegido de los elementos más torpes del mundo, posee una pureza innata.

En las Escrituras se dice que los niños que son devotos de Krishna, son la mejor compañía para nuestro avance espiritual. Al trabajar con los niños para lograr su éxito espiritual, también podemos esperar éxito espiritual propio, porque las cualidades de las personas que nos rodean afectan profundamente las nuestras.

Y en el Bhagavad-gita, el Señor Krishna promete que el servicio devocional puro, la meta espiritual suprema, será de aquellos que enseñen la ciencia de Dios a los devotos de Dios. Esa dádiva, el logro de la religión genuina, otorga libertad verdadera. Nos libera de los deseos egoístas y del sufrimiento que éstos acarrean.

Cuidar de los niños de Krishna nos brinda paz espiritual, felicidad y satisfacción, pero no necesariamente nos libera de las dificultades de la vida. El camino espiritual requiere esfuerzo y lucha, pero ese tipo de esfuerzo y lucha es bastante diferente. Esforzarnos en dar conocimiento espiritual y felicidad a nuestros hijos es una fuente de felicidad, porque a través de ese esfuerzo podemos medir nuestro amor verdadero, no sólo por los niños, sino también por Dios.  Cuando mostramos nuestro amor por Dios, Él se complace, y nosotros, al ser parte de Él, también sentimos placer. De esa forma, cuando entregamos conciencia de Krishna a nuestros hijos, podemos afirmar: “¡Qué gran bendición!”.

 

 

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