No te preocupes, sé feliz

Devamrita Swami
(Prefacio del libro Hiding in Unnatural Happiness)

Hay gente que parece tener una conexión innata con el éxito material. Aparentemente,  sus vidas, como en una buena racha inacabable -a veces desde el mismo nacimiento-, parecen un baño de burbujas continuo de comodidad, facilidades y satisfacciones: nadan en la abundancia y el éxito.

Sus opuestos, en el lado oscuro de la calle, son las legiones de los pobres y perjudicados. Nacidos para ser perdedores, como algunos dirían, petrificados bajo las ingentes moles  de la adversidad, pareciera que sólo poseen infortunios y penalidades.

El Juan promedio, esforzándose por permanecer a flote en la tormentosa clase media, sueña con una posición segura algo más ventajosa, al tiempo que teme agudamente el retroceso. Obedientemente recorre sus rutinas urbanas y suburbanas, consiguiendo ocasionalmente algunas subidas que saborear y algunos momentos estelares que recordar.

A menudo, los miembros de todas las capas sociales concluyen: “En fin, el dinero no lo compra todo”. Sin embargo, la vida cotidiana contradice regularmente este viejo

mantra. La felicidad, e incluso el amor, parecen a menudo llevar una etiqueta con el precio, o al menos cierta correlación financiera significativa.

Sea cual sea nuestro nivel de ingresos y tolerancia, todos anhelamos la verdadera felicidad, un bienestar genuino, definámoslo como queramos. ¿No debería garantizarse la satisfacción personal como si de un derecho humano fundamental se tratara, para todos y en todas partes?

Ahora bien, ¿qué hay de esas personas especiales: los que, con alas de magnanimidad altruista, se elevan más allá de los palomares sociales? Compasivos, empáticos y nobles, irradian calor humano, en cualquier climatología.

Tales héroes, abrazando cualquier encuentro personal como una oportunidad de beneficiar y nutrir al prójimo, esos héroes del corazón, poseen un magnetismo cuidador que los engrandece, más allá de la cotidianidad. El objetivo de sus existencias no es otro que el de, de una u otra forma, elevar a los demás, de alguna manera inspirarlos. Siempre parecen estar en posesión de eso: el doble premio de la realización interior y la paz.

Sea como sea que etiquetemos ese logro subjetivo: felicidad, alegría, satisfacción, el siglo veintiuno ha disparado una fiebre del oro que busca explicarlo. “Una rosa, le pongas el nombre que le pongas, sigue oliendo bien”. Como decidas llamar esa fragancia escurridiza de la paz personal, eso es lo que deseamos. Y cuando la obtenemos, tememos que no vaya a durar mucho.

Veamos, podría la felicidad ser:

– una emoción de corta vida del tipo: “ahora mismo, la vida está bien”

– una sacudida o subidón psicológico entusiasta, de corta duración

– una disposición optimista, cifrada en tus genes

– corporalidad básica y absorbente; estímulo sensorial desenfadado

– flexibilidad del poder puro y duro de posesión y control

– un sentimiento permanente de competencia y satisfacción

– la calidez de la conexión y armonía interpersonal

– vivir el momento y “permitir que la vida fluya”

La estudiosa de la felicidad y escritora popular Sonja Lyubomirsky, profesora de psicología en la Universidad de California (Riverside), autora de La ciencia de la felicidad, prefiere permitir que la gente describa la felicidad a su manera. Sin embargo, desde lo clínico, la analiza como “una combinación de emociones positivas frecuentes, más el sentimiento de que tu vida funciona bien”.

Edward Deiner, el padre fundador de la investigación sobre el bienestar subjetivo, trabaja actualmente en la Universidad de Utah. Conocido por el sobrenombre de Dr. Felicidad, por su papel central en los progresos sobre el tema, nos informa de que la búsqueda de la felicidad confiere amplios beneficios: “La felicidad no es sólo el estar bien. Significa estar bien tú y la sociedad. La gente feliz es más agradable, tiene mejores relaciones, es más sana y vive más”.

Además, Deiner quiere que sepamos que “El materialismo no es malo. Sólo es malo si lo utilizamos para sustituir otras cosas de la vida, como el trabajo significativo, un buen matrimonio, buenos hijos y amigos. La gente se está dando cuenta de que aquellos que creen que el dinero es más importante que el amor tienen niveles inferiores de satisfacción vital”.

Martin Seligman, profesor de psicología de la Universidad de Pennsylvania, es además el exitoso autor de muchos libros de autoayuda como Felicidad auténtica. La describe como la búsqueda de actividades que resulten absorbentes y significativas. Sabrás que has encontrado el Santo Grial cuando estés tan absorto en lo que estés haciendo que pierdas el sentido del tiempo. En ese estado de flujo, eres “uno con la música”.

Seligman define “actividades significativas” como aquellas dedicadas especialmente al servicio de los demás, capaces de ofrecer al ejecutor un sentimiento de pertenencia a una causa mayor que la individual.

Los genetistas, a la búsqueda en los laboratorios de claves hereditarias sobre la felicidad, escudriñan nuestro ADN. Mientras, los neurocientíficos que investigan el cerebro buscan el misterio de la felicidad, realizando seguimientos de los equilibrios y desequilibrios neuroquímicos.

Los científicos sociales pretenden, rumiando los datos de las investigaciones, construir medidas no subjetivas de la felicidad. Desvanecen la creencia popular de que en la misma medida que las naciones aumentan sus riquezas, los ciudadanos, beneficiarios de una calidad de vida mejorada, siempre ven aumentada su felicidad. Las evidencias demuestran que cuando las sociedades alcanzan un cierto nivel de vida, la felicidad se aparta de los logros debidos a las ganancias económicas y los lujos.

El estado actual de la ciencia occidental sobre la felicidad acepta, de manera generalizada, el veredicto que la genética apoya. Al menos el 50 por ciento de nuestra sensación personal de bienestar, se nos informa, deriva de nuestra configuración genética.

Las circunstancias, lo externo, sorprendentemente para algunos, solamente afectan el 10 por ciento de nuestra felicidad. Los factores circunstanciales suelen ser, por lo general, situaciones establecidas difíciles de cambiar de manera inmediata, como el lugar de residencia o de trabajo, o la salud o el matrimonio.

Tus intenciones, voluntad, pueden navegar y actuar más allá de ese 60 por ciento predeterminado por la genética y el entorno. Los académicos nos dicen que el dicho: “La vida es lo que tú hagas con ella”, significa el 40 por ciento de vuestra felicidad vital. Es decir, un cuarenta por ciento de vuestro sentido subjetivo de bienestar es intencional, al alcance de vuestra elección y voluntad personales.

Sin embargo, este libro sigue un ritmo diferente. En busca de otra perspectiva, te dirige hacia una ruta distinta, una ruta menos recorrida.

Una vez leído, sabrás que en tus propias manos se encuentra disponible el cien por cien de la felicidad y bienestar genuinos: tanto para el individuo como para la sociedad.

Es decir, más allá de las dificultades materiales hijas de la genética y las circunstancias, superando el diminuto potencial de nuestra intencionalidad y voluntad, es posible penetrar el reino de la conciencia espiritual pura.

El ocultarse tras la “Felicidad Artificial” es un montaje contemporáneo fundamentado en el conocimiento intemporal del yoga de la antigüedad. Este libro, aunque condensado, pretende abrir la dimensión de la posibilidad no material, tan pronto como abandonemos las ataduras de las presunciones y condicionamientos materiales.

Mi esperanza es que encuentres en su interior tanto la chispa como la sustancia. Tengo que admitir que los tres breves artículos, publicados recientemente en la revista Enough!, tienen el objetivo de provocar reacciones y remover el caldero de las reflexiones.

Los otros tres, más largos, aspiran a ser de ayuda para la humanidad identificando la ilusión de las masas y la tecnología espiritual aplicada que puede desvelarla.

Estos artículos de mayor extensión proceden de clases dadas en universidades. Desafían concienzudamente los conceptos materiales de corto alcance del yo y su satisfacción: falacias que empapan tanto el Primer Mundo como el Segundo y el Tercero.

La economía, política y ecología solamente serán de ayuda aliándose a una amplia cultura de sabiduría. La mayor exportación actual de la India es su información sobre lo no material, información que procede de su lejano pasado. El tesoro espiritual de la antigüedad oriental puede vivificar la totalidad del planeta, pues ofrece un compendio de profundo conocimiento espiritual, al cual el mundo sólo acaba de acceder.

De manera especial, los textos del bhakti. Éstos presentan la devoción con conciencia pura, el Amor Supremo, como el objetivo último de la sociedad: esa devoción puede trasformar a plenitud nuestra desencaminada civilización humana.

¿Quién puede, en verdad, lograr la felicidad? Como se afirma en el estudio superior del bhakti-yoga, el Srimad-Bhagavatam: “En este mundo sólo dos clases de personas pueden ser felices. Aquellos que están plenamente iluminados, las almas autorrealizadas. Y el trágicamente fiel siervo del materialismo, totalmente centrado en la explotación de la materia temporal y todas sus permutaciones, que logra una satisfacción efímera. Todos los demás, entre estas dos clases, experimentan algún grado de ansiedad”.

El experto espiritual experimentado y maduro es genuinamente feliz, floreciendo en la libertad espiritual de la conciencia pura. Plenamente autoconsciente, en la cima de los sistemas del yoga y la meditación, tales entendidos de la iluminación nunca buscarán la plenitud en la materia y su caleidoscopio de garantías alucinógenas no permanentes.

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El experto espiritual experimentado y maduro es genuinamente feliz, floreciendo en la libertad espiritual de la conciencia pura.

Lamentablemente, por otra parte, tenemos los activistas incondicionales de la ilusión, apasionadamente dedicados a “la ignorancia es una bendición; lo que ignoras no puede dañarte”. Embotados por la programación ingente que impregna la sociedad, confundiendo el desconcierto y la perplejidad por felicidad, tales prisioneros de la carencia —ya sean instruidos y ricos o no— nunca piensan más allá de la caja, más allá del cuerpo y la mente.

Irreflexivamente centrados en un trabajo extenuante —ya sea industrial o financiero—, exiguamente recompensado con unos instantes de entretenimiento embrutecedor y sensualidad explotadora, son incapaces de perseverar sin el socorro artificial que ofrece la embriaguez.

Los que se encuentran a medio camino ni son lo suficientemente instruidos en conocimiento y experiencia espiritual, ni están lo bastante ciegos debido a la ignorancia o el materialismo. En consecuencia, han de experimentar, hasta cierto punto, la ansiedad y turbulencia interior, debido a la incertidumbre sobre su identidad y su lugar en la existencia.

Este libro está en principio destinado a los que se encuentran a medio camino: los que ni están plenamente iluminados ni  los confusos obstinados.

Aun así, si algunos genios espirituales se cruzan con este libro, que su pureza y gracia mejoren mis esfuerzos.

Y si los desdichados fieles siervos de la ilusión masiva recorren sus páginas, con toda certeza encontrarán el camino de salida.

Lo sé porque yo he estado en ese rebaño. Mi corazón está con ellos.

 

 

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