El deber del gobierno y las cinco moradas de Kali

Suta Gosvami
(Extracto del capítulo 7 del primer canto del Srimad-Bhagavatam)

A partir del encuentro entre el rey Pariksit y el toro de la religión, conocemos los deberes de un dirigente y los principios fundamentales de la religión.

Después de llegar a ese lugar, Maharaja Pariksit observó que un sudra de la casta inferior, vestido de rey, estaba golpeando con una maza a una vaca y un toro, como si éstos no tuvieran propietario.

El toro, que era tan blanco como una flor de loto blanca, estaba aterrorizado por elsudra que lo estaba golpeando, y estaba tan asustado, que se encontraba sosteniéndose sobre una pata, temblando y orinando. Aunque la vaca es beneficiosa porque uno puede extraer de ella principios religiosos, ahora se la había empobrecido y dejado sin terneros. Sus patas estaban siendo golpeadas por un sudra, tenía lágrimas en los ojos, y estaba acongojada y débil. Ella anhelaba tener un poco de pasto del campo.

Maharaja Pariksit, bien equipado con arco y flechas y sentado en una cuadriga labrada con oro, le habló al sudra con una voz profunda que sonaba como un trueno.

“¡Oh!, ¿quién eres tú? ¡Pareces ser fuerte, y aun así te atreves a matar dentro de mi jurisdicción a aquellos que son indefensos! Con tu atuendo te haces pasar por un hombre divino (por un rey), pero con tus actos te estás oponiendo a los principios de los ksatriyas nacidos por segunda vez. Tú, malhechor, ¿te atreves a golpear a una inocente vaca porque el Señor Krishna y Arjuna, el portador del arco Gandiva, están fuera de vista? Como estás golpeando al inocente en un lugar solitario, eso te vuelve un criminal, y, en consecuencia, mereces ser matado”.

Luego, Maharaja Pariksit le preguntó al toro: “¡Oh!, ¿quién eres tú? ¿Eres un toro tan blanco como el loto blanco o eres un semidiós? Has perdido tres de tus patas y te mueves sólo con una. ¿Eres algún semidiós que nos está provocando aflicción en la forma de un toro? Ahora, por primera vez en un reino bien protegido por los brazos de los reyes de la dinastía Kuru, te veo sufriendo y con lágrimas en los ojos. Hasta ahora, en la Tierra jamás alguien había derramado lágrimas por negligencia del rey. ¡Oh, hijo de Surabhi!, ya no tienes que lamentarte más. No hay por qué temerle a este bajo sudra. Y, ¡oh, madre vaca!, mientras yo viva como el gobernante y subyugador de todos los hombres envidiosos, no hay razón para que llores. Todo será bueno para ti. ¡Oh, tú, que eres casta!, el buen nombre del rey, la duración de su vida y su buen nacimiento futuro desaparecen, cuando en su reino los malvados aterrorizan a toda clase de seres vivientes. El rey tiene sin duda el deber fundamental de mitigar primero los sufrimientos de aquellos que sufren. Por lo tanto, debo matar a este hombre tan despreciable, ya que es violento con otros seres vivientes”.

Maharaja Pariksit repetidamente le habló y le preguntó al toro lo siguiente: “¡Oh, hijo de Surabhi!, ¿quién te ha cortado las tres patas? En el Estado de los reyes que obedecen las leyes de la Suprema Personalidad de Dios, Krishna, no hay nadie tan infeliz como tú. ¡Oh, toro!, tú eres inofensivo y totalmente honrado; en consecuencia, te deseo todo lo bueno. Por favor, háblame del que ha perpetrado estas mutilaciones, las cuales amenazan la reputación de los hijos de Pritha. Quienquiera que haga sufrir a seres vivientes inofensivos, tendrá que temerme en cualquier parte del mundo en que se encuentre. Por el hecho de someter a los deshonestos malhechores, uno automáticamente beneficia a los seres inofensivos. Un ser viviente arribista que se dé a la tarea de delinquir torturando a aquellos que son inofensivos, será directamente eliminado por mí, aunque se trate de un ciudadano del cielo con armadura y decoraciones. El supremo deber que tiene el rey gobernante es el de brindarles plena protección a las personas que obedecen las leyes, y castigar a aquellas que, en épocas ordinarias, cuando no hay ninguna emergencia, se apartan de las ordenanzas de las Escrituras”.

La personalidad de la religión dijo: “Estas palabras que acabas de pronunciar son dignas de una persona de la dinastía Pandava. Cautivado por las cualidades devocionales de los Pandavas, hasta el Señor Krishna, la Personalidad de Dios, desempeñó tareas como mensajero. ¡Oh, tú, el más grande entre los seres humanos!, es muy difícil determinar quien es el malhechor específico que ha provocado nuestros sufrimientos, ya que estamos confundidos con todas las diferentes opiniones de los filósofos teóricos. Algunos de los filósofos que niegan toda clase de dualidades, declaran que el propio yo es el responsable de la felicidad y la aflicción de uno. Otros dicen que unos poderes sobrehumanos son los responsables, mientras que otros más dicen que la actividad es la responsable, y los muy materialistas sostienen que la naturaleza es la causa última. También hay algunos pensadores que creen que nadie puede determinar la causa de la aflicción por medio de la argumentación, ni conocerla mediante la imaginación, ni expresarla con palabras. ¡Oh, sabio entre los reyes!, juzga por ti mismo, reflexionando sobre todo esto con tu propia inteligencia”.

Al oír hablar así a la personalidad de la religión, el emperador Parikṣit se sintió plenamente complacido, y, sin error ni lamento, dio su respuesta.

“¡Oh, tú, que tienes la forma de un toro! Tú conoces la verdad de la religión, y estás hablando de conformidad con el principio que dice que el destino dispuesto para el que perpetra actos irreligiosos, es el mismo que se dispone para aquel que identifica al autor. Tú no eres otro que la personalidad de la religión. Así pues, se concluye que las energías del Señor son inconcebibles. Nadie puede medirlas ni mediante la especulación mental ni mediante la manipulación de palabras. En la era de Satya (de la veracidad), tus cuatro patas estaban constituidas por los cuatro principios de austeridad, limpieza, misericordia y veracidad. Pero parece que tres de tus patas están rotas debido a la irreligión que se ha difundido por doquier en la forma de orgullo, la lujuria y la embriaguez. Ahora te apoyas en una sola pata, que es tu veracidad, y de una forma u otra te mueves cojeando. Pero la personificación de la riña (Kali), floreciendo mediante el engaño, también está tratando de destruir esa pata. La carga de la Tierra fue reducida sin duda por la Personalidad de Dios, así como también por otros. Cuando Él se encontraba presente como una encarnación, se realizó todo lo bueno gracias a Sus auspiciosas huellas. Ahora, ella, la casta, a quien por mala fortuna la Personalidad de Dios ha abandonado, lamenta su futuro con lágrimas en los ojos, ya que ahora la gobiernan y disfrutan hombres de clase baja que se hacen pasar por gobernantes”.

Maharaja Pariksit, quien podía pelear por sí solo contra mil enemigos apaciguó así a la personalidad de la religión y a la Tierra. Luego, esgrimió su afilada espada para matar a la personalidad de Kali, quien es la causa de toda irreligión. Cuando la personalidad de Kali se dio cuenta de que el Rey estaba dispuesto a matarlo, de inmediato abandonó el traje de rey y, bajo la presión del temor, se entregó a él por completo, postrando la cabeza.

Maharaja Pariksit, quien estaba en capacidad de aceptar la entrega y era digno de que lo historia lo glorificara, no mató al pobre rendido y caído Kali, sino que sonrió compasivamente, porque era bueno con los pobres, y dijo entonces:

“Nosotros hemos heredado la fama de Arjuna; por lo tanto, como te has rendido con las manos juntas, no es necesario que temas por tu vida. Pero no puedes permanecer en mi reino, pues eres el amigo de la irreligión. Si a la personalidad de Kali, la irreligión, se le permite actuar como hombre dios o gobernante, sin duda abundarán principios irreligiosos tales como la codicia, la falsedad, el robo, la incultura, la traición, la mala fortuna, el engaño, la riña y la vanidad. Por consiguiente, ¡oh, amigo de la irreligiosidad!, no mereces permanecer en un lugar en el que los expertos celebran sacrificios conforme a la verdad y los principios religiosos, en aras de la satisfacción de la Suprema Personalidad de Dios. En todas las ceremonias de sacrificio, aunque a veces se adora a un semidiós, se adora al Señor Supremo y Personalidad de Dios, porque Él es la Superalma de todos y, tal como el aire, existe tanto fuera como dentro. Así pues, es sólo Él quien le otorga al adorador todo lo bueno”.

La personalidad de Kali, habiendo recibido esa orden de Maharaja Pariksit, comenzó a temblar de miedo. Viendo al Rey ante él como Yamaraja, a punto de matarlo, Kali le habló de la siguiente manera.

“¡Oh, Su Majestad!, aunque por orden suya yo viva donde viva, adondequiera que mire no veré más que su arco y sus flechas. Por lo tanto, ¡oh, tú, el principal de los protectores de la religión!, por favor asígname un lugar en el que pueda vivir permanentemente bajo la protección de tu gobierno”.

Maharaja Pariksit, en virtud de ese pedido que le hizo la personalidad de Kali, le dio permiso de residir en lugares en los que hubiera juegos de azar, bebida, prostitución y matanza de animales. La personalidad de Kali pidió algo más, y, por súplica, el Rey le dio permiso de vivir donde hubiera oro, porque dondequiera que haya oro, también hay falsedad, embriaguez, lujuria, envidia y enemistad.

Así pues, por indicación de Maharaja Pariksit, el hijo de Uttara, a la personalidad de Kali se le permitió vivir en esos cinco lugares. Por lo tanto, todo aquel que desee el bienestar progresivo, especialmente los reyes, los religiosos, los líderes públicos, los brahmanas y los sannyasis, nunca deben ponerse en contacto con los cuatro principios irreligiosos antedichos.

 

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