Radhanatha Swami

«Cuando el amor se dirige a Dios, se crea una conexión interna con Él. Esta profunda unión nos ayuda a relacionarnos mejor con otras entidades vivientes también con amor.»

En el año 1971, cuando era un joven en busca de espiritualidad, asistí a una conferencia de yoga y paz donde los diferentes conferenciantes se peleaban por hablar.

Al ver a los yoguis pelearse como políticos, de forma bastante agresiva, me sentí decepcionado y horrorizado. Una sadhu, lleno de amor y amabilidad, que había mantenido su dignidad y calma a pesar de todo ese caos, me consoló explicándome que todos están teniendo sus dificultades, cada uno en su respectivo nivel de progreso.

Me reveló cómo, en lugar de luchar por encontrar la paz en la sociedad, primero debemos encontrar la paz en nosotros mismos. Más tarde, descubrí una enseñanza sagrada de mi guru, Srila Prabhupada, que revelaba que la perfección y la necesidad real del alma residen en ir más allá del concepto neutral de paz. “No nos importa la paz -aspiramos al amor”.

Amor significa estar dispuesto a sacrificarse uno mismo por la persona a la que se ama. Es como una madre con su hijo. Cuando una mujer tiene un bebé, es difícil que haya paz en casa. El bebé llora toda la noche y hace sus necesidades en cualquier momento. Una madre podría, de manera cómoda, dar el bebé a alguien y decirle: “Ahora lo cuidas tú, yo ya no puedo más”. Pero la madre corre todo el día de aquí para allá, preocupándose por su hijo. Eso es amor.

Y este amor, cuando se dirige a Dios, es aún más elevado que la paz, porque en ese amor hay paz eterna, pero no la paz mental sino la paz del alma. Incluso en una relación ordinaria podemos ver que si una pareja dice que están en paz simplemente significa que no se pelean. La paz es la ausencia de sufrimiento; el amor es una expresión del corazón. Amor significa sacrificio – sacrificar nuestra propia paz por el placer de la persona que amamos.

Cuando este amor se dirige a Dios, se crea una conexión interna con Él. Esta profunda unión nos ayuda a relacionarnos mejor con otras entidades vivientes, los otros hijos de Dios, también con amor. Nuestro amor se expande y crece en todos los frentes, experimentando así una plenitud mayor que cuando simplemente “estamos en paz”.

 

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