mahabharata

Traducido del sánscrito por Hridayananda Dasa Goswami

La magnífica nueva esposa de Bhima le muestra las maravillas de los reinos superiores.

 

El sabio Vaisampayana narra la historia de los Pandavas a su bisnieto el Rey Janamejaya. A continuación, Bhima, después de acabar con el caníbal Hidimba, trata de librarse de la hermana del caníbal que se ha unido a ellos en su viaje.

Bhimasena dijo:

―Los rakshasas recuerdan sus rencores y recurren a magias desconcertantes para vengarse. ¡Hidimba, tú eres una de ellos! ¡Ve a reunirte con tu hermano!

―Bhima, oh, tigre entre los hombres ―dijo Yudhisthira―, aunque estés enfadado nunca debes matar a una mujer. Pandava, protege la ley sagrada y no te preocupes por la protección de tu cuerpo. El poderoso demonio vino a matarnos, pero tú se lo impediste. Por lo tanto, ¿qué puede hacernos su hermana, aunque secretamente pudiera estar enojada?

Hidimba, con las manos unidas a modo de plegaria, se giró hacia Kunti (así como hacia Yudhisthira y Arjuna) solicitando su ayuda:

―Oh, noble mujer, tú sabes lo que sufren las mujeres cuando las flechas de Cupido las hieren. Hoy, buena mujer, ese dolor ha alcanzado mi corazón por culpa de Bhimasena. Yo toleré el dolor más grande, esperando que llegara el momento adecuado, pero ahora ha llegado mi momento feliz. Abandonando a mis amigos, mis deberes y mi familia, oh, buena dama, elegí al tigre de entre los hombres, tu hijo, como marido. Oh, mujer tan celebrada, ¿ese hombre elegido, incluso tú también, rechazan mi propuesta de matrimonio porque hablo de la manera en que lo hago? Ya sea que me consideres una necia o una sierva devota, oh, mujer afortunada, por favor, ¡úneme a tu hijo en sagrado matrimonio! Con tu hijo, tan hermoso como un dios, iré donde ambos deseemos. Y cuando mi deseo se haya satisfecho, regresaremos. Por favor, ten fe en mí, hermosa dama.

―Si cualquiera de ustedes piensa en mí ―continuó Hidimba―, acudiré a ustedes en los momentos difíciles y los llevaré, los mejores de entre los hombres, sobre caminos intransitables, los llevaré a todos sobre mis espaldas. Pero ahora, por favor, muéstrenme su misericordia de manera que Bhimasena me acepte. Se dice: «Para escapar de los desastres el hombre ha de salvar su vida por cualquier medio práctico, y el que siga esta norma deberá honrar cada medio práctico como su deber. Sin embargo, esto no significa que haya que recurrir a actos perversos, pues incluso en la desgracia hay que mantener los principios». Aquel que es consciente de ello es el estudioso más grande de la virtud, pues la calamidad a veces representa la ruina de los principios religiosos, así como la de aquellos que los practican. Sin embargo, la virtud protege la vida y es quien la otorga, por ello cualquier medio que se adopte para mantener la virtud no puede ser condenado.

―Es tal como tú dices, Hidimba ―dijo Yudhisthira―; no hay duda alguna sobre ello. La religión ha de practicarse como tú dices, bella dama. Bhimasena se bañará y llevará a cabo sus rituales cotidianos. Permite que acepte el sagrado cordón del matrimonio y podrás recibirle como esposo antes de la puesta del sol. Puedes viajar con él durante la noche tantos días como lo desees y a la velocidad de la mente, pero siempre habrás de traer de regreso a Bhimasena con nosotros cada noche.

―Así será ―prometió Hidimba, la rakshasi.

Hidimba, llevando a Bhimasena, su esposo, viajó por los cielos y fue con él a visitar cimas de montañas maravillosas, así como santuarios de los dioses, moradas encantadoras siempre repletas de cantos de pájaros y sonidos de venados. Adoptando la forma femenina más hermosa, adornada con toda clase de joyas exquisitas, siempre conversando dulcemente, dio placer al hijo de Pandu en todos aquellos lugares.

De modo similar, Hidimba le alegró en junglas inaccesibles, en cimas de colinas cubiertas de árboles floridos; en encantadores lagos adornados con flores de loto; sobre islas de ríos y playas donde la arena estaba formada por gemas; en las aguas de los lugares sagrados; en los ríos de las montañas; en las tierras oceánicas llenas de joyas y oro; en pueblos encantadores; en bosques de gigantescos árboles sala; en los sagrados bosques de los dioses; en los acantilados de las montañas; en las moradas de los místicos Guhyakas; en las capillas de los ascetas; en las orillas del lago celestial Manasa, abundante en flores y frutas de todas las estaciones.

El hijo lampiño

Después de complacer a Bhima en todos estos lugares, yendo de un lado a otro a la velocidad de la mente, la rakshasi, a su debido tiempo, dio a luz a un hijo de Bhimasena. (Aunque Hidimba había transformado su cuerpo en una hermosa forma femenina, en realidad era una rakshasi, y por ello su hijo mostró su aspecto original). El niño aterrorizaba con sus malvados ojos, su gran boca y orejas como caracolas. Su forma era bhima «terrorífica», sus labios del color del cobre, sus dientes como colmillos muy afilados. Aunque era un niño, este poderoso héroe rápidamente adoptó la forma de un adolescente humano. Oh, rey, y adquirió una gran destreza con todas las armas.

Las mujeres rakshasis dan a luz el mismo día que conciben. Los hijos pueden adoptar la forma que deseen, y pueden adoptar muchas formas.

El hijo de Bhima era un gran arquero, un gran héroe con gran poder y fuerza en sus brazos. Tenía un cuerpo enorme, una gran velocidad y grandes poderes místicos, y podía dominar con toda facilidad a sus enemigos. Aunque aparentemente de padre humano, tenía una velocidad y fuerza sobrehumanas. En lo que a poderes mágicos se refiere, superaba a todas las brujas, así como a todos los seres humanos.

El niño, cuyo cuerpo no tenía pelo, tocó respetuosamente los pies de su padre y a continuación, el poderoso y joven arquero, tocó reverentemente los pies de su madre. Después los padres le dieron el nombre.

―Su cabeza calva es tan brillante como un caldero ―le dijo Bhima a la madre del niño.

Así fue como el niño recibió el nombre de Ghatotkacha (gata: caldero, utkacha: sin pelo).

Ghatotkacha siempre demostró afecto hacia sus tíos, los Pandavas, y estos siempre lo apreciaron, pues siempre les fue fiel, procurando siempre su interés.

―Accedimos a vivir juntos hasta que naciera nuestro hijo y ese acuerdo se ha cumplido ―le dijo Hidimba a su marido, y haciendo otro pacto con Bhima, siguió su camino.

Luego Ghatotkacha prometió que siempre que fuera necesario acudiría a servir a su padre y tíos. Pidiendo permiso, el mejor de la raza de los rakshasas partió en dirección norte. El Señor Indra en persona había cuidado del nacimiento de este poderoso niño, que en el futuro provocaría la destrucción del poderoso e invencible Karna.

Encuentro con Vyasadeva

Oh rey, aquellos héroes viajaron rápidamente de un bosque a otro. Viajando a través de los reinos de los Matsyas, los Tri-gartas, los Panchalas y los Kichacas, contemplaron regiones encantadoras llenas de árboles y lagos. Los Pandavas y Kunti adoptaron el vestido de los ascetas, recogiendo en trenzas sus cabellos y vistiendo con cortezas de árboles y pieles de venado. En ocasiones los Pandavas viajaban a toda prisa llevando a su madre, otras paseaban con total tranquilidad. Estudiando la porción brahmana de los Vedas, todos los suplementos védicos y el tratado moral que recibe el nombre de Niti-sastra, alcanzaron el conocimiento de la ley sagrada.

En su recorrido se encontraron con su abuelo, la gran alma Krisna-dvaipayana Vyasa. Los poderosos Pandavas y su madre le recibieron respetuosamente y permanecieron de pie con las manos unidas demostrando su veneración.

―En mi mente yo ya sabía, nobles Bharatas, como fueron arrancados de su casa por los hijos de Dhrtarastra, firmes en sus actitudes irreligiosas ―dijo Vyasadeva―. Sabedor de ello he venido, pues deseo hacerles el don más grande. No deben desanimarse pues todas estas cosas los llevarán hasta la felicidad verdadera. Sin duda todos ustedes, Kurus y Pandavas, son iguales ante mí; pero cuando un niño sufre o es muy pequeño, los parientes le demuestran más afecto. Por eso siento por ustedes, Pandavas, un gran afecto. Y debido a ese afecto deseo obrar por su bien. Ahora escuchen. Cerca de aquí hay una hermosa ciudad donde no tendrán dificultades. Vivan en dicha ciudad disfrazados y esperen mi regreso.

Vyasa, después de animar a los hijos de Pritha, dominadores de sus enemigos, les acompañó hasta la ciudad, llamada Ekachakra, y a lo largo de todo el camino, Vyasadeva animó a su nuera Kunti.

―Hija mía, anímate, pues tu hijo Yudhisthira es hijo de la Justicia y él reinará sobre todos los reyes de la tierra como rey de justicia. Él conoce la ley sagrada y, por su naturaleza, es el dirigente de la humanidad. Con su virtud conquistará la tierra y, gracias a la fuerza de Bhima y Arjuna, disfrutará de una soberanía sin rival. Tus hijos y los de Madri son todos maharathas, guerreros del más alto calibre. Un día, sus mentes tranquilas, podrán disfrutar y encontrar la felicidad en su propio reino. Esos tigres de entre los hombres, después de conquistar la tierra, ofrecerán un sacrificio al Señor Supremo mediante el Rajasuya, el Asvamedha y otros ritos famosos, en los que se distribuirá abundante caridad. Tus hijos reinarán y disfrutarán del reino de su padre y antepasados, y mostrarán gran bondad a sus queridos amigos, ofreciéndoles riquezas y felicidad.

El sabio Vyasa, después de hablar en estos términos, les dejó acomodados en la casa de un brahmana, y luego le dijo a Yudhisthira, el mejor de entre los monarcas de la tierra:

―Espérenme todos aquí, pues regresaré. Cuando conozcan el lugar y momento de nuestro encuentro, experimentarán la más grande dicha.

Oh rey, los Pandavas y su madre se pusieron de pie con las manos juntas y le dijeron al sabio: «¡Que así sea!» Luego, esa encarnación de Dios, Srila Vyasa, ese señor y santo, se dirigió hacia otro lugar por su infalible voluntad.

 

Back To Godhead © 1995

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