Hari Sauri Dasa
(Extractos de la obra Diario Trascendental – Volumen I)

Aunque Prabhupada tenga mucho trabajo, siempre sigue una rutina. A las 11:30 a.m. recibió su masaje, seguido de un baño y un almuerzo, y luego descansó por una hora. Nunca he conocido a nadie que duerma tan poco como Srila Prabhupada, unas tres o cuatro horas en total; a pesar de ello, nunca muestra señales de fatiga.

Cuando se levantó, alrededor de las 4.00 p.m., Kisori Dasi colocó una guirnalda de flores frescas alrededor de su cuello, untó un poco de pasta de sándalo en su frente y sus sienes, y le ofreció un poco de jugo fresco. A continuación, Prabhupada se sentó en su mesa para recibir a las visitas.

A las 5.00 p.m. se abrieron las puertas para recibir a las personas. Era una corriente continua de personas respetuosas y curiosas, y a veces llegaban a reunirse cincuenta o sesenta, ya sea sentados, mirando o haciendo preguntas. A veces, Prabhupada hablaba específicamente con algún visitante en particular, sin preocuparse si los demás estaban escuchando, y, otras veces, se dirigía a todos en general.

Yo me quedaba en la puerta para entregar pera, un dulce de leche, especialidad de Vrindavana. Prabhupada insiste particularmente en que todos los visitantes reciban algo de krishna-prasada, una ofrenda concreta para su avance espiritual. Puede que olviden fácilmente una discusión, pero el prasada siempre ayudará a que se purifiquen. La distribución de prasada también se realiza conforme a la etiqueta védica, es decir, le ofrecemos un asiento al invitado y una bebida refrescante, sin importar quien sea. De esa manera, Prabhupada siempre era el anfitrión perfecto.

A las 6.30 p.m., las caracolas y campanas del templo anunciaron el arati de la tarde. Srila Prabhupada envió a los devotos e invitados al templo, para cantar y ver  a las Deidades. Relajándose por un momento, pasó el resto de la noche discutiendo sobre filosofía y otros asuntos prácticos, aconsejando a los directores y, a veces, cantando, tranquilamente sentado.

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