Traducido del sánscrito por Hridayananda Dasa Goswami

El sabio Vaisampayana narra la historia de los Pandavas a su bisnieto el rey Janamejaya. A continuación, vemos a los Pandavas que, disfrazados de brahmanas, asisten a la ceremonia en la cual la princesa Draupadi elegirá un marido entre los numerosos jóvenes reyes reunidos. El padre de Draupadi lanzó el reto a los pretendientes: tensar un poderoso arco y atravesar un difícil blanco. El Pandava Arjuna, visto el fracaso de los demás reyes se adelanta.

A continuación, cuando todos los reyes abandonaron el intento de tensar el arco, el sabio Arjuna se levantó de en medio de los brahmanas. Los brahmanas reunidos, al contemplar que Arjuna, el hijo de Pritha, brillante como el estandarte de Indra, se dirigía al centro de la arena, empezaron a gritar y sacudir sus pieles de venado. Algunos demostraron su desdicha de que un brahmana fuera a competir con los guerreros, mientras que otros se mostraron llenos de dicha.

Los sabios eran considerados expertos y vivían gracias a su inteligencia. Algunos se dijeron entre ellos:

―Los reyes de la tierra, guiados por Karna y Salya, poderosos monarcas, famosos en todo el mundo como poseedores de la ciencia militar, no fueron capaces de tensar el arco. ¿Cómo es posible que un mero estudiante brahmana, frágil, sin nervio y sin conocimiento de las armas, lo tense? Los reyes se burlarán de los brahmanas cuando este acto caprichoso e irreflexivo sea infructuoso.

―Ya sea debido a orgullo, instigación o debilidad de su vida como estudiante religioso, ha salido a tensar el arco. ¡Debe ser detenido! ¡En nombre de Dios, no se lo permitan! No debemos permitir que se nos ridiculice en público pues no nos tomarán en serio. Y no debemos arriesgar un conflicto con todos los reyes del mundo.

Sin embargo, otros mostraron su disconformidad con lo dicho.

―Este joven tiene muy buen aspecto. Está moldeado como la trompa del rey de los elefantes. Sus muslos, brazos y espaldas estallan de tantos músculos, y parece tan firme y difícil de desalojar como las montañas de los Himalayas.

―Viendo su desenvuelta confianza podemos deducir que la tarea de tensar el arco y acertar el blanco no le es imposible. Tiene fuerza y gran osadía. Un hombre débil no podría salir en solitario, como él ha hecho. Y, después de todo, ya sea entre los dioses, los seres humanos o entre la vida inferior, los brahmanas pueden superar cualquier tarea. Los brahmanas, bebiendo únicamente agua, viviendo del aire o recogiendo los frutos del bosque, están afianzados en sus votos. Y, aunque aparentemente débiles, gracias a su poder espiritual, son muy fuertes. Un brahmana nunca será humillado, ya se conduzca de manera adecuada o haya cometido algún error, ya sea su trabajo grande o minúsculo, y ya sea que sus obras provoquen felicidad aparente o desdicha.

Una tarea fácil para Arjuna

Arjuna, situándose en medio de la arena, tan inamovible como una montaña, se quedó quieto ante el arco. Luego, respetuosamente dio la vuelta alrededor del arco, que estaba a su derecha en todo momento y se postró posando su cabeza en el suelo.

A continuación, aquel feroz guerrero alegremente cogió el arco con sus manos. En el tiempo que se tardaba en parpadear tensó la cuerda, cogió las cinco flechas con la mano y acertó el blanco. El blanco, atravesado por las flechas de Arjuna cayó de repente al suelo.

Los cielos tronaron y un gran alarido llenó el estadio. Indra, el señor de los cielos, derramó flores sobre la cabeza de Arjuna, el exterminador de los malvados. Por todo el estadio los espectadores ondeaban sus vestidos llevados por el júbilo. Algunos gritaban de emoción, otros gritaban su reprobación, mientras que una lluvia de flores descendía desde el cielo, cubriendo la tierra de capullos celestiales. Bandas musicales de cien intérpretes empezaron a sonar, los narradores empezaron a recitar y los juglares y cronistas loaron la asombrosa gesta con voces y locuciones cargadas de elegancia.

Drupada, al contemplar la proeza de Arjuna, el destructor del enemigo, se mostró muy satisfecho, y se preparó, junto con todo su ejército a auxiliar a Arjuna.

Mientras los griteríos continuaban, el virtuoso Yudhisthira regresó de inmediato a su residencia con los dos hermanos gemelos, Nakula y Sahadeva, los mejores de entre los hombres.

Draupadi, viendo el blanco certero y viendo a Arjuna brillar con el resplandor de Indra, tomó el blanco collar de flores destinado al pretendiente y se dirigió hacia Arjuna, el hijo de Kunti, con una amplia sonrisa. Mientras los brahmanas honraban y alababan a Arjuna, pues había llevado a cabo una proeza inconcebible, él tomó a la mujer que había ganado en la arena de los héroes. Seguido de su flamante esposa, salió del estadio.

La protesta del rey

Cuando el rey Drupada deseó entregar su hija al fogoso brahmana que la había ganado, entre los reyes reunidos se propagó la furia, y empezaron a lanzarse miradas.

―Este rey nos desdeña a todos, tratando a los guerreros reunidos como si fuéramos desechos de cloaca, y a cambio quiere entregar a Draupadi, la mejor de entre las mujeres, a un simple brahmana. Matemos a ese malvado rey que nos tiene en tan poca cosa. Por sus cualidades demuestra que es indigno de respeto y de la consideración que se debe a los mayores. Matemos a este perverso que odia a los reyes, así como a su hijo. Primero cita a todos los dirigentes a su ciudad, y los honra y alimenta suntuosamente para después humillarles.

―¿Debemos creer que en medio de esta asamblea de la realeza, como si de un consejo de dioses se tratara, no ha encontrado ni a un sólo rey digno de su familia? Los sabios no tienen derecho al privilegio de elegir princesas. Los Vedas declaran que el svayamvara es para hombres de la orden real. Por otra parte, si esta bella joven cree que ninguno de nosotros somos dignos de ella, entonces, compañeros reyes, lancémosla al fuego y regresemos a nuestros reinos.

―Aunque el brahmana, ya fuera por inmadurez o codicia, nos ha disgustado, no debemos matarle. La verdad es que nosotros gobernamos nuestros reinos, criamos a nuestros hijos y nietos y vivimos para el beneficio de los brahmanas. Aun así, hemos de evitar el peligro de que de hoy en adelante los reyes sean ultrajados. Debemos proteger los sagrados principios de los guerreros de modo que ningún otro svayamvara acabe como este.

Bhima y Arjuna protegen a Drupada

Después de pronunciar estas palabras, aquellos reyes idénticos a tigres, armados con mazas y centelleantes de ira, se abalanzaron sobre Drupada para prenderle. Drupada, al ver a los furiosos reyes dispuestos a atacarle con arcos y flechas, huyó aterrorizado en busca del refugio de los brahmanas. Los reyes cargaron en su persecución como elefantes enloquecidos. Pero entonces, dos poderosos hijos de Pandu, Bhima y Arjuna, conquistadores del enemigo, se enfrentaron a ellos.

Los reyes fueron incapaces de soportar nada más. Con las manos acorazadas levantaron sus armas, ahora no tenían otro propósito que matar y se lanzaron contra Arjuna y Bhimasena, los dos hijos del veterano rey Kuru. Sin embargo, Bhima era un guerrero de poder y hechos asombrosos. Con su gran fuerza golpeó con la eficacia de un rayo. Con las manos desnudas, aquel guerrero único arrancó un enorme árbol del suelo y como el señor de los elefantes, arrancó todas las hojas (para que éstas no suavizaran el impacto del golpe). Bhima, tormento de sus enemigos, cerca de Arjuna y blandiendo esta nueva arma en sus largos brazos, parecía el aterrador señor de la muerte empuñando su bastón de la muerte.

El Señor Krisna, conocido como Damodara, vista la proeza de Arjuna que requería una inteligencia superior a la humana, y viendo la inconcebible fuerza del hermano de Arjuna, Bhima, se dirigió a Su implacable hermano, Balarama, que se encontraba armado con Su arado. El Señor Krisna dijo:

—Mi querido Sankarsana, Mi hermano, ese que se mueve con el porte de un toro enloquecido y que doblegó el arco cuyo tamaño era similar a una palmera, no es otro que Arjuna, como Yo soy Vasudeva que todo lo penetra. Y ese que se revolvió de inmediato cuando los reyes enloquecieron y que arrancó con toda facilidad un árbol, es Bhimasena, actuando como si de un ser humano se tratara, aunque nadie sobre la tierra tiene el poder de hacer lo que él acaba de realizar. Aquel que se fue primero, de piel blanca y grandes ojos similares a los lotos, con un cuerpo menos atlético, con el porte de un gran león y, sin embargo, conduciéndose de manera humilde, y una nariz prominente y hermosa que da carácter a su rostro, él, oh infalible, es seguro que se trata del rey de la virtud: Yudhisthira. Aquellos gemelos que parecían dos jóvenes dioses de la guerra los he reconocido y son los hijos de los dioses Asvin. He escuchado que los hijos de Pandu y su madre Pritha se salvaron del incendio de la casa de laca.

El Señor Balarama, cuya tez es tan blanca como la nube más pura, confiando en las palabras de Su hermano Krishna, Le dijo:

—Soy muy feliz al saber que por la gracia de la Providencia la hermana de Nuestro padre, Pritha, y sus hijos, los mejores de entre los Kurus, se salvaron.

Los poderosos brahmanas, blandiendo sus pieles de venado y sus recipientes de agua, le dijeron al rey Drupada:

—¡Nada tienes que temer! ¡Nos enfrentaremos al enemigo!

Cuando los sabios pronunciaron estas palabras, Arjuna sonrió y les dijo:

—Por favor, sean espectadores y háganse a un lado. Del mismo modo que es posible, mediante los mantras, apaciguar furiosas serpientes, yo detendré a estos furiosos ksatriyas, alejándolos con cientos de flechas.

Arjuna, cogiendo el arco recién ganado, se colocó al lado de su hermano Bhima como si de una montaña inamovible se tratara, pues era un maharatha, alguien que puede enfrentarse en solitario contra miles de soldados. Como valientes elefantes toros que se apresuran contra una manada hostil, los dos audaces hermanos cayeron sobre los iracundos guerreros, dirigidos por Karna, que ahora mostraban toda su delirante ira.

Los monarcas y sus hombres declararon:

—Incluso un brahmana puede ser muerto en la batalla si se muestra deseoso de luchar. Eso afirma la ley.

Karna se enfrenta a Arjuna

Karna persiguió a Arjuna con una fuerza tremenda, como un elefante ansioso de pelea que se enfrentara a otro toro luchando por su hembra. Salya, el poderoso señor de los Madras, atacó a Bhimasena. Duryodhana y los demás reyes se enfrentaron a los brahmanas, aunque de forma educada y sin poner demasiado empeño.

Arjuna, tensando con gran energía el arco, acertó al agresor Karna con tres certeras flechas. Radheya (Karna), quedó aturdido por la fuerza de las afiladas y siseantes flechas y avanzó con mayor celo. Mientras Arjuna y Karna se enfrentaban con gran furia, la destreza y rapidez de los dos luchadores era incomparable, y cada uno de ellos se esforzaba en pos de la victoria. Se lanzaban sentencias dignas de los héroes:

―¡Fíjate como he contrarrestado tu ataque!

―¡Mira el poderío de mis brazos!

Al comprender que el poder de los brazos de Arjuna, a la hora de tensar el arco, no tenía rival en la tierra, Karna se apresuró a luchar con mayor denuedo. Él, esquivando las flechas lanzadas por Arjuna, lanzó su grito de batalla y todos sus compañeros de pelea gritaron llenos de admiración.

Karna dijo:

—Oh brahmana ilustre, estoy satisfecho ante tu actitud en el campo de batalla. Tus brazos muestran una gran fuerza, has aprendido a manejar todas las armas, y nada te desanima. Oh, sabio noble, ¿acaso eres el Dhanur Veda en persona, o quizá el Señor Parasurama? ¿Eres el Señor Indra, o quizá el infalible Vishnu? Has adoptado el disfraz de un brahmana para pasar desapercibido, y con el poder de tus brazos te enfrentas ahora a mí. Si me enfado nadie, salvo el mismo Indra o el Pandava Arjuna, pueden enfrentarse a mí.

Phalguna Arjuna, después de escuchar estas palabras de Karna, replicó:

—No soy el Dhanur Veda, oh Karna, ni tampoco el todopoderoso Parasurama. Es más fácil, soy el mejor de entre los brahmanas luchadores, y el más hábil en el manejo de las armas. Siguiendo las instrucciones de mi guru alcancé la mayor destreza en el manejo de las armas, así como en el arma de Purandara Indra. Por consiguiente, te hago frente en la batalla para derrotarte, oh, heroico guerrero, ¡sé valiente!

Después de estas palabras, Radheya Karna, el gran luchador de cuadriga, se retiró de la batalla, al decidir que el poder del brahmana no podía derrotarse.

En ese mismo instante, oh rey, los dos poderosos guerreros Salya y Vrikodara Bhima empezaron a luchar entre ellos con fuerza y hambre de victoria. Como enormes elefantes toro iracundos se examinaron el uno al otro. Puño contra puño, rodilla contra rodilla, se arrastraron el uno al otro por todo el campo de pelea. Luego, en medio de la lucha, Bhima atrapó a Salya en sus brazos, lo levantó a lo alto y lo lanzó contra el suelo. Los brahmanas se echaron a reír. El poderoso Bhimasena, el mejor entre los hombres, después de derrotar a Salya, asombró a todo el mundo, pues no golpeó ni mató a su enemigo.

Los ksatriyas, al ver a Karna que se retiraba y a Salya derrotado, se mostraron perplejos y rodearon a Bhimasena.

—Estos brahmanas similares a toros han luchado de forma acertada —dijeron—. Hemos de saber donde nacieron y donde viven, pues ¿quién tiene el poder de enfrentarse a Karna en la lucha si no es Parasurama, Drona o Kripa, el hijo de Saradvan? ¿Quién tiene la fuerza de enfrentarse a Duryodhana sino Krishna, el hijo de Devaki, o el feroz Phalguna Arjuna? Salya, rey de los Madras, es el más fuerte de entre los hombres. ¿Quién se enfrentaría a él, sino el heroico Señor Baladeva o el Pandava, Vrikodara Bhima? Hagamos una tregua y detengamos la batalla contra estos brahmanas. Una vez sepamos quienes son, podremos volver a luchar.

Sri Krishna, observando cuidadosamente las actividades de Bhima, llegó a la conclusión que se trataba de Bhima y Arjuna, los hijos de Kunti. Por lo tanto, convenció a los guerreros de que Draupadi había sido ganada en buena lid, y les convenció de que no lucharan más. Los nobles reyes eran guerreros ejercitados y después de escuchar las explicaciones del Señor Krishna abandonaron la pelea y regresaron a sus reinos maravillados.

—El certamen fue ganado por los brahmanas —decían los reyes mientras regresaban a sus hogares—. La princesa de Panchala vive ahora con los brahmanas, pues ellos la han elegido.

Mientras tanto, rodeados por los brahmanas vestidos con pieles de venado, Bhimasena y Arjuna no podían ni siquiera moverse. Aquellos dos héroes de la humanidad pudieron al fin librarse de la multitud. Mientras sus enemigos les observaban, y mientras Draupadi les seguía fielmente, brillaron hermosamente entre la multitud.

 

Fuente: Back To Godhead © 1996

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