Dvarakadhisa Devi Dasi
Este es un poderoso método de yoga (de relacionarnos con Dios) que cualquiera puede realizar en cualquier parte, en cualquier momento y en la condición en la que se encuentre.
El devoto Prahlada Maharaja, una ilustre autoridad espiritual, dice en el Srimad-Bhagavatam (7.5.23-24): «Escuchar y repetir todo lo referente a los nombres, la forma, las cualidades, los enseres y los pasatiempos trascendentales del Señor Vishnu, recordarlo, servir Sus pies de loto, ofrecerle una adoración respetuosa, ofrecerle plegarias, convertirse en Su sirviente, considerar que el Señor es nuestro mejor amigo y entregarle todo a Él (en otros términos, servirle con cuerpo, mente y palabras); estos nueve procesos se consideran servicio devocional puro. Aquel que, por mediación de estos nueve procedimientos, haya dedicado su vida al servicio de Krishna, debe considerarse la persona más culta, pues él ha alcanzado el conocimiento absoluto».
Este es el tercero en la serie de artículos dedicados a los nueve procesos del bhakti-yoga, o servicio devocional al Señor. (Lea aquí el anterior)
Nada hay de especial en la muchacha que demuestre su posible interés en la religión. No lleva velo, ni falda larga, ni tampoco un crucifijo colgando de una cadena. En un centro comercial pasaría desapercibida fácilmente, con sus vaqueros caídos y sus zapatones. Y cuando levanta la mano para apartarse unas mechas de cabello tintado, veo que lleva un brazalete alrededor de la muñeca: un sencillo cordón donde aparecen unas letras que dicen WWJD, seguidas de un signo de interrogación. (Nota del traductor: se refiere a las iniciales de la frase: «What Would Jesus Do?», es decir: «¿Qué haría Jesús?»). Al realizar ese movimiento queda revelada su religión.
¿Qué haría Jesús? ¿Cuántas veces al día lanza una mirada a su muñeca y detiene sus actividades? ¿Cuan a menudo le recuerda la pulserita que ha de ser compasiva, tolerante, firme en sus creencias? Al recordárselo constantemente, la chica está practicando uno de los caminos del servicio devocional: el recuerdo. En sánscrito se denomina smaranam, y es el tercero de los nueve métodos del servicio devocional.
El recuerdo, en el nivel más elemental, puede considerarse el modo más sencillo de adorar al Señor. No son necesarios rituales elaborados ni ninguna clase de enseres, no se necesita de una congregación ni tan siquiera de alguien a tu lado. El recuerdo puede ser un sencillo y simple viaje del corazón, de regreso al amigo más querido que todos tenemos. Puede tratarse de un relámpago de advertencia, la conciencia instantánea de que nuestros actos harán sufrir a nuestro Señor de alguna manera. O puede tratarse de la amarga comprensión de que todo en este mundo es temporal, y que esa es la misericordia de Dios. Podemos recordar de innumerables formas.
En el mismo concepto del recuerdo está implícito el olvido. Si recordar significa regresar a nuestra experiencia personal de Dios, tiene que haber existido un momento de partida. Esta partida, este olvido, es el principal atributo de los seres vivos de este mundo y es la causa de nuestro sufrimiento. El olvido puede empezar a modo de rechazo de las prácticas espirituales, una mente vacilante, una actitud despreocupada. Después otras realidades irán cobrando importancia: riqueza, prestigio, familia, educación. Los principios espirituales quedan comprometidos al tiempo que nuestro corazón se endurece y se desvía de la comodidad de nuestra servidumbre natural.
Puede que alcancemos el extremo en el que recordar a Dios nos haga daño. Un niño se puede disfrazar como un rey y jugar a que gobierna a los demás. Pero cuando se presenta el verdadero rey, se acabó la diversión. Podemos tratar de manipular nuestro mundo, extrayendo toda la felicidad posible para nosotros, y hacer lo posible para evitar toda clase de contacto con el gobernante verdadero. De tal manera que lleguemos a creer que, si reconocemos la supremacía del Señor, estropearemos nuestra diversión.
Sin embargo, hay ocasiones en las que descubrimos una sensación, la sensación de una verdad olvidada. Puede que nos desesperemos creyendo que la vida es apresurada y vacía. El olvido de Dios es tan poco natural para el alma que nos procura distintos grados de agonía. Y cuanto más hayamos apartado al Señor de nuestra conciencia, menos capaces seremos de encontrar un remedio para el dolor. Un coche nuevo no será ninguna ayuda. Ni un nuevo noviazgo. Tampoco unas vacaciones en algún lugar exótico.
El ejemplo clásico es el del pájaro que vive en una jaula de oro. La jaula se puede pulir, abrillantar y admirar, pero si no se alimenta al pájaro que se encuentra en el interior, este morirá. El alma se encuentra enjaulada en el interior del cuerpo, embellecida con todos los deseos referentes al cuerpo. El embellecimiento del cuerpo y sus deseos no procuran ningún alimento al alma. Y mientras que el alma nunca muere, sufre terriblemente al encontrarse separada del Señor.
Es importante rodearnos de personas que compartan nuestra pasión para servir a Krishna.
Podemos evitar esta situación estructurando nuestras vidas de modo que podamos contar con recordatorios constantes. Los rituales y la congregación juegan un importante papel. Si nuestros días empiezan con rituales sagrados: rezo de mantras y plegarias, lectura y debate sobre las Escrituras, cada día nos ofrecerá una oportunidad para recordar. Si nos organizamos de modo que ofrecemos todo lo que comemos al Señor y ofrecemos plegarias de gratitud antes de comer, nos volvemos a acordar de Él. Si nos rodeamos de personas con una mentalidad similar a la nuestra que comparten nuestra pasión para servir a Krishna, su energía y devoción nos satisface e inspira.
Del mismo modo que los atletas se fortalecen mediante el entrenamiento, nuestra habilidad de recordar a Dios puede fortalecerse mediante el entrenamiento diario. A su debido tiempo, el recuerdo se convierte en nuestro estado normal. El estado de recuerdo constante se describe en muchas tradiciones religiosas, y en sánscrito recibe el nombre de samadhi. El samadhi no supone ningún estado de pasividad, una retirada física del mundo mientras el individuo se sumerge en sus pensamientos de Dios. En vez de ello, el samadhi consiste en una comprensión muy despierta de que este mundo no es más que un reflejo de Él. Todo le pertenece a Él y todo puede utilizarse para servirle y alabarle.
Srila Prabhupada comparó el recuerdo de Krishna a los sentimientos que experimenta una madre al contemplar un zapatito de su hijo. Un alma autorrealizada lo contempla todo con relación al Señor. La madre no trata de ponerse el zapatito, y el alma autorrealizada tampoco trata de aprovecharse del mundo en busca de un beneficio temporal. El amor y la dicha proceden únicamente de la relación con el amado.
El ejemplo de Prahlada
Srila Prabhupada señala a Prahlada Maharaja como alguien que alcanzó la perfección recordando al Señor. De niño, Prahlada mostró una fe pura en medio de los peligros más extremos. Su padre, Hiranyakasipu, era un ascendiente extremadamente horroroso. Sus terribles penitencias alteraron el equilibrio del universo. Los devas (semidioses) aterrorizados le suplicaron que detuviera sus penitencias, cosa que hizo únicamente cuando el Señor Brahma le ofreció las protecciones que le iban a convertir en alguien prácticamente inmortal.
Hiranyakasipu, con tanto poder y fuerza de voluntad, se convirtió en un tirano que gobernaba todo el mundo. Todos vivían atemorizados por él. Conservaba una ira especial hacia el Señor Vishnu, que había matado a su hermano. Prahlada había desarrollado la devoción al Señor Vishnu mientras se encontraba en el seno de su madre. A pesar de los esfuerzos de sus maestros para debilitar su devoción e interesarle en la política vulgar de su padre, Prahlada cantaba continuamente plegarias al Señor. Fue Prahlada quien a la edad de cinco años describió los nueve procesos del servicio devocional. Con el tiempo, la devoción de Prahlada se trasmitió a sus compañeros de clase, lo que le procuró grandes problemas con su padre.
Puede que un padre corriente envíe a su hijo a la cama o le deje sin cenar. Pero Hiranyakasipu era proclive a las conductas extremas. Trató de matar a Prahlada. Hizo que sus sirvientes aguijonearan el cuerpo de Prahlada con tridentes, que envenenaran su comida, le hirvieran en aceite y le arrojaran bajo los pies de un elefante. Prahlada se mantuvo firme sin hacer otra cosa que recordar al Señor, una potente forma de resistencia. Todos los atentados contra su vida fracasaron.
Prahlada, verdadero adorador de Dios, no suplicó al Señor que le liberara de sus peligros. Sencillamente recordó y apreció la grandeza del Señor, hallando de este modo la paz completa. Su amor hacia Krishna era incondicional.
Recordar en el momento de la muerte
Recordar al Señor en el momento de la muerte es una gran fortuna. En el Bhagavad-gita, Krishna dice: «Todo el que al final de su vida abandona el cuerpo recordándome a Mí obtiene de inmediato Mi naturaleza. De ello no hay duda alguna». La oportunidad de meditar en el Señor al final de la vida no es algo que todo el mundo pueda lograr. En su comentario a este verso, Srila Prabhupada aconseja: «El recuerdo de Krishna no le es posible al alma impura que no ha practicado la conciencia de Krishna en el servicio devocional». No podemos predecir cómo serán los últimos momentos de nuestra vida. La muerte puede sobrevenirnos de forma muy dolorosa y en un momento muy difícil, y la posibilidad de recordar al Señor Krishna en ese instante depende de Su gracia y de nuestra práctica.
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Samaranam es recordar a cada instante de nuestra vida a Srila Krishna, que maravilla , hasta el el momento de nuestra muerte.
Muchas gracias mis queridos devotos por esta gran enseñanza compartida y asi toda la humanidad serà mejor.