Urmila Devi Dasi

¿Queremos que nuestros alcancen el mundo espiritual tras su muerte, o que tengan que adoptar otro cuerpo de acuerdo a sus pensamientos influenciados por la televisión?

Cuando nuestro hijo mayor Madhava, de dieciocho años, era pequeño, tenía unos pocos juguetes: un juego de construcciones, un poco de arcilla. Nunca tuvimos televisión ni reproductor de vídeo, por lo tanto, él jugaba con sus juguetes y repetía lo que veía: adoración a Krishna, el canto de Sus nombres, las ceremonias de iniciación, el baño de las Deidades, etc. Hoy, después de haber crecido sin televisión, ha transformado sus juegos infantiles en servicio adulto al Señor.

Prabhupada describe en el Srimad-Bhagavatam (2.3.15) las ventajas de crecer en una familia de devotos:

Por la gracia del Señor Krishna, tuvimos la oportunidad de nacer en una familia vaishnava, y en nuestra infancia imitamos la adoración al Señor Krishna, imitando a nuestro padre. Nuestro padre nos animaba a que celebráramos todas las festividades como las ceremonias del Ratha-yatra o el Dola-yatra, y solía gastar el dinero a gusto repartiendo prasadam entre nosotros y nuestros amigos. Nuestro maestro espiritual, que también nació en una familia vaishnava, recibió toda la inspiración de su padre, el gran vaishnava Thakura Bhaktivinoda. Y es así como sucede en todas las familias vaishnavas afortunadas. La célebre Mira Bai era una firme devota del Señor Krishna como el gran levantador de la colina Govardhana.

La historia de la vida de muchos de estos devotos es muy similar, pues existe una gran simetría entre las vidas de todos los grandes devotos del Señor. Según Jiva Gosvami, Maharaja Pariksit debió oír hablar de los pasatiempos infantiles del Señor Krishna en Vrindavana, pues solía imitarlos con sus amiguitos de juegos. Según Sridhara Svami, Maharaja Pariksit solía imitar la adoración que los mayores de la familia rendían a la Deidad.

Nos convertimos en lo que vemos y en lo que pensamos

Maharaja Pariksit escuchó los pasatiempos de Krishna y los imitó. Nuestro hijo vio la adoración a Krishna y la imitó. Estas actividades transforman la conciencia del individuo de lo material a lo espiritual. Los niños deben ver a Krishna y oír hablar de Él, pues se volverán lo que ven, lo que escuchan y lo que piensan. Krishna lo afirma en el Bhagavad-gita (8.6): «Sea cual sea el estado que se recuerde en el momento de abandonar el cuerpo, oh hijo de Kunti, ese estado es el que se obtendrá sin duda». Prabhupada comenta al respecto:

Aquella persona que al final de su vida deja el cuerpo pensando en Krishna logra la naturaleza trascendental del Señor Supremo, pero no es cierto que aquellos que piensan en alguna otra cosa distinta de Krishna logran ese mismo estado trascendental. Este es un extremo que debemos comprender cuidadosamente… Maharaja Bharata, aunque era una gran personalidad, pensó en un venado al final de su vida y, por ello, en su vida siguiente tuvo que nacer en el cuerpo de un venado… Desde luego, los pensamientos que se tiene durante toda la vida se acumulan de manera que influyen en los pensamientos que se tienen en el momento de la muerte, por ello esta vida crea la siguiente.

Las ideas, sonidos e imágenes televisivas no son de Krishna. En su libro Cuatro argumentos para eliminar la televisión el autor Jerry Mander afirma:

Cuando se mira la televisión… se abre la mente y se permite la entrada de los sueños de otra persona… La mente es la pantalla en la que se reflejan las imágenes en microondas. Una vez esas imágenes han penetrado en nuestro interior se graban en la memoria. Se vuelven nuestras… Además, esas imágenes se quedan en nuestro interior indefinidamente… Por favor, traten de recordar las siguientes personalidades: John F. Kennedy, Milton Berle, Capitán Canguro, Capitán Kirk, Henry Kissinger. ¿Alguna imagen se reprodujo en su mente?… ¿Podría, ahora, por favor, tratar de borrar de su mente esas imágenes de personajes televisivos? Haga que desaparezcan. Borre a Henry Kissinger o a los héroes de La casa de la pradera… Una vez la televisión ha colocado su imagen en su cabeza, pasa a ser suya para siempre.

Del mismo modo que los niños absortos en las imágenes espirituales tratan de imitarlas, los que se absorben en las imágenes televisivas también tratan de imitarlas. Mander escribe: «Los juegos de los niños se basan en gran medida en sus experiencias. Si viven en el campo, sus juegos suelen relacionarse con animales. Si van al cine, sus juegos lo reflejarán. Si miran la televisión, usted podrá observarlo por sus juegos. En todos los casos, las criaturas y personajes imitados se basan en las imágenes de ellos que se han grabado en sus mentes».

Hemos, pues, de preguntarnos si queremos que nuestros hijos desarrollen personalidades de personaje de televisión, o similares a Krishna. ¿Queremos que ellos alcancen el mundo espiritual tras su muerte, o que tengan que adoptar otro cuerpo de acuerdo a sus pensamientos influenciados por la televisión?

Estrecha relación con la pasión y la ignorancia

Srila Prabhupada, citando la escritura védica Hari-bhakti-sudhodaya, escribe: «Las compañías son muy importantes. Actúan como una piedra de cristal que refleja todo lo que se sitúa ante ella». Y al comentar sobre la importancia de unas compañías adecuadas para aquel que desea conseguir el amor estático por Krishna, Prabhupada escribe: «Es esencial, por lo tanto, que estemos constantemente en compañía de devotos que se ocupan de la mañana a la noche en cantar el mantra Hare Krishna. De ese modo podremos tener la oportunidad de purificar el corazón y desarrollar el amor puro por Krishna». También escribe que hay que evitar estrictamente la compañía de aquellas personas que no muestran interés alguno en la conciencia de Krishna. Desafortunadamente la televisión no significa la compañía de personas santas, sino la de aquellos que se encuentran en la más total oscuridad de la pasión y la ignorancia. La autora Mary Pride afirma en su Libro para el aprendizaje en casa, que es posible que la televisión aparte a los niños de la calle, pero «también trae la calle a nuestra sala de estar». Los niños de edades comprendidas entre los tres y diecisiete años de edad ven un promedio de dieciocho mil actos violentos. Según Jim Trelease, autor del Manual para la lectura en voz alta, habría que asistir a la representación de las treinta y siete obras de Shakespeare, para contemplar tantos actos de violencia humana (cincuenta y cuatro) como los que se contemplan en tan sólo tres tardes de ver la televisión.

Prabhupada habló acerca de esta violencia en una conversación mantenida en Los Angeles el 26 de junio de 1975:

Prabhupada: Perros, televisión, güisqui y cigarrillos. Eso es todo (risas). ¿No es así?… Estas cosas están llegando a la India: perro, televisión. El vino y los cigarrillos ya han llegado.

Discípulo: Eso es la degradación.

Prabhupada: Ah, sí.

Discípulo: Tanto sexo, allí donde mires.

Prabhupada: Y no sólo eso: escenas horrendas.

Discípulo: Sí.

Prabhupada: Muertes, etc.

A los niños les afecta esta violencia. Marie Win escribe en La droga que se enchufa:

No hay duda alguna de que los niños que, en la actualidad, se ven envueltos en crímenes, no son normales. Sus historias revelan sin excepción un pasado de pobreza, degradación, olvido, fracaso escolar, frustración, y muchas horas de televisión. Pero mientras la pobreza y la patología familiar no eran nada nuevo para la sociedad de las décadas de los cincuenta a los setenta, si lo fue una nueva raza de delincuentes juveniles. «Es como si nuestra sociedad haya dado luz a una nueva raza», escribió un columnista del The New York Times, «el asesino infantil que no siente culpabilidad alguna y es escasamente consciente de sus actos… El problema no sólo consiste en que aprendan a agredir observando la televisión (aunque quizá si lo hagan), sino que la televisión les condiciona a la hora de relacionarse con la gente real de manera que actúan como si se encontraran en una pantalla».

La última violencia televisiva va más allá de la insensibilización de los niños a la crueldad. Va también más allá de la violencia que en ocasiones inyecta en los espectadores. La última violencia de la televisión es que fomenta una vida sensual, hedonista y material de adquisición y consumo. Las empresas se gastan miles de millones de dólares en publicidad televisiva porque saben que es efectiva. No sólo son los anuncios efectivos a la hora de producir en los espectadores una mentalidad materialista, sino que el espectáculo debe complacer también a los anunciantes. De otro modo, las cadenas locales no pueden permitirse producir el programa. Por lo tanto, la mayoría de los programas se realizan de modo que atraigan y produzcan un determinado tipo de persona a la que los anuncios influenciarán. Esta es la verdadera violencia. Como escribe Srila Prabhupada: «Enseñar a un niño inocente a que se convierta en un disfrutador de los sentidos a temprana edad, cuando el niño es feliz en cualquier circunstancia, es la violencia más grande».

Por consiguiente, Prabhupada escribe en el Néctar de la Instrucción que las personas inteligentes interesadas en la conciencia de Krishna nunca deben dedicarse a actividades como ver televisión.

La televisión: una intoxicación

Ya es bastante negativo que los contenidos de la mayoría de los espectáculos televisados se encuentren firmemente asentados en la pasión y la ignorancia, llenando la conciencia de nuestros hijos con imágenes y deseos de esas modalidades inferiores de la naturaleza. Sin embargo, la evidencia demuestra también que el acto de ver televisión es en sí mismo un cierto tipo de adicción asentada firmemente en la modalidad de la ignorancia. «La televisión es una droga», afirmó Eleanor Randolph en un artículo publicado en The Detroit Free Press (9 de mayo de 1990). «Al igual que ocurre con otras adicciones, como los cigarrillos o el alcohol… y las drogas, la televisión puede ser algo que, aunque en un principio nos pueda parecer bueno, en realidad no hace más que empeorar las cosas… Si alguien la enchufa para aliviar su soledad, se sentirá más solo al desenchufarla».

Los telespectadores pueden llegar a sufrir conflictos del aparato motor visual similares a los experimentados por los adictos a las drogas.

En Crack and the Box, un artículo aparecido en la revista Esquire (mayo 1990), Pete Hamill escribía:

La televisión, al igual que las drogas, domina las vidas de los adictos… Una tercera parte de un grupo de edades comprendidas entre los cuatro y los cinco años de edad dejarían con más facilidad a sus papás que a la televisión. Si se les ofrece la misma elección (entre cocaína o heroína y padre, madre, hijo, etc.) la mayoría de los drogadictos haría lo mismo.

En un artículo publicado en 1990 en The Detroit News, Anne Roark escribió:

La televisión, más que cualquier otra actividad de tiempo libre, hace que la gente sea pasiva, tensa e incapaz de concentrarse… Cuanto más tiempo se mira la televisión, más difícil resulta concentrarse. Se adormecen y se aburren más. A medida que pasa el tiempo, se vuelven más tristes, más solitarios y huraños. Aunque es cierto que la gente se relaja mientras mira la televisión, cuando la apagan se ponen más tensos que antes de enchufarla.

También puede ocurrir que el contenido de los espectáculos y de los anuncios puedan predisponer a los niños a buscar el refugio de las drogas para resolver las dificultades que la vida nos ofrece. Después de todo, la televisión educa a sus espectadores para que cambien su humor simplemente pulsando el mando a distancia. Jim Trelease, en su libro Manual para la lectura en voz alta, comenta:

Se halla implícito en cada uno de los anuncios de la televisión que no hay problema que no pueda resolverse por medios artificiales. Ya se trate de ansiedad o una diarrea, tensión nerviosa o un resfriado, una pastilla o un inhalador puede resolver el problema… En lugar de analizar nuestros problemas, la televisión promueve una manera más simple. El efecto acumulativo de esta manera de pensar es enorme cuando tenemos en cuenta que, por término medio, los grupos comprendidos entre las edades de 1 a 17 años, contemplan unos 350.000 anuncios que predican una rápida y sencilla solución de los problemas.

Srila Prabhupada en una ocasión lo dijo en términos muy sencillos: «Si no te dejas hipnotizar por Krishna, tendrás que permitir que te hipnotice la televisión».

Roalf Dahl, en su libro Charlie and the Chocolate Factory, escribe:

Les hemos visto boquiabiertos ante la pantalla,
Se recuestan, se dejan atrapar y gandulean,
y miran hasta que se les saltan los ojos.
(La semana pasada vimos en casa de alguien
una docena de globos oculares en el suelo).
Se sientan y miran y miran y se sientan
hasta quedar hipnotizados,
hasta estar completamente borrachos
de toda esa espantosa porquería.

¿Televisión educativa?

Los espectáculos o vídeos televisivos en ocasiones pueden resultar un valioso añadido a un programa educativo. Gracias a un profundo estudio llevado a cabo sobre los efectos de la televisión, y después de muchos años de experiencia utilizando el vídeo en mi clase, me he dado cuenta de que la televisión y el vídeo pueden tener su lugar, siempre que se empleen con gran cuidado. Por lo general, si los niños han estudiado un tema leyéndolo o escribiendo sobre él, un vídeo puede ser de gran ayuda y puede elevar su educación de forma que es difícil de duplicar. Pero el mero hecho de mirar vídeos o programas «educativos» sobre, pongamos por caso, el desierto del sur de California, no tiene mucho valor educativo. Y si se pasa mucho tiempo viendo cualquier clase de programa televisivo o vídeo es tiempo que se pierde de la forma en que los niños aprenden más: viendo, oyendo y practicando. Casi todos los estudios que he visto sobre la relación entre televisión y niños hacen hincapié en que es más probable que la televisión los perjudique en vez de educarlos. Una buena norma es que los niños de menos de cinco años no vean más de una o dos horas de vídeo o programas educativos a la semana.

De hecho, los programas producidos para educar a los niños suelen tener efectos contrarios. La New York Russell Sage Foundation escribe en Sesame Street Revisted:

El programa americano Barrio Sésamo se diseñó especialmente para ayudar a niños en edad preescolar en desventaja, para que pudieran ponerse a la altura cognitiva y verbal de los demás niños. Una encuesta de 1975 sugiere que Sesame Street amplió aún más la separación entre unos y otros, y que los espectadores menos asiduos avanzaron más que los más asiduos.

Marie Win escribe en La droga que se enchufa:

Los niños pobres no han podido alcanzar a sus amigos más afortunados, ni tan siquiera han hecho adelantos de ningún tipo, aunque no dejaran de ver Sesame Street año tras año. Los colegios no se han visto forzados a ajustar sus temarios del primer grado para acomodar a una nueva generación de niños listos espectadores de Sesame Street con mayores niveles de madurez de lenguaje… Sus conocimientos de lenguaje no mostraron ganancia o beneficio significativo alguno a medida que progresaron por la escuela.

Mi experiencia como maestra lo corrobora. Siempre he podido adivinar aquellos niños que habían contemplado demasiada televisión, digamos, educativa. Eran menos sensibles a lo que se les enseñaba, su capacidad de atención era más limitada, tenían menos interés en aprender a leer, y muchas dificultades a la hora de acoplarse a cualquier enseñanza disciplinada.

Es mucho mejor preparar a los niños que van a ir al colegio leyéndoles y acostumbrándoles a que te observen cuando lees. «En comparación con la lectura, la televisión es la más pasiva de las dos actividades», afirma Jim Trelease en el Manual para la lectura en voz alta. «Los educadores señalan que en la lectura el niño debe utilizar activamente un conjunto de habilidades entre las que se encuentran sonidos, reglas de pronunciación, combinaciones, así como la construcción de imágenes mentales de la escena que se describe en el libro. La televisión no exige tanta actividad mental».

Así parecen entenderlo la mayoría de los estudiantes mejor preparados de América. Cerca de un tercio de los estudiantes de las universidades de la Ivy League, como Harvard, Yale y Princeton nunca miran la televisión (U.S. News, 12 de abril de 1993, «Inside the Ivy League»).

¿Pueden utilizarse los vídeos para la educación espiritual? Disponemos de una amplia videoteca que va en aumento de vídeos conscientes de Krishna a disposición de nuestros hijos. Pues aun esos deberían emplearse con mesura, especialmente mientras los niños sean muy pequeños. Prabhupada quería que nuestros hijos jugaran a juegos basados en Krishna, mientras corrían y saltaban fuera de la casa. Nuestros hijos, a medida que maduren, deben emplear el grueso de su tiempo salmodiando Hare Krishna, yendo al colegio o haciendo algún servicio práctico. Por supuesto que las diversiones centradas en Krishna y Sus encarnaciones eran un importante aspecto de la vida védica. Pero el niño medio actual mira de seis a siete horas de televisión cada día. ¿Hay algún precedente en la historia de alguna sociedad que entretuviera a sus hijos durante siete horas al día?

Control paterno: ¿no se puede o no se quiere?

En el Big Book of Home Learning, Mary Pride escribe:

¿Quieren ustedes saber de verdad por qué es que algunas madres de siete hijos tienen tiempo para escribir libros, hacer colchas de patchwork o dirigir negocios, mientras que las madres de otros ni siquiera tienen tiempo para hacer una cama? Las que pueden lo hacen, las que miran la televisión (más de quince minutos al día) no.

Un artículo publicado en The New York Times Magazine (2 de febrero de 1975) decía al respecto de esos padres: «Hay un remedio inmediato a su disposición que parece no habérseles ocurrido: apagar el televisor».

¿No podemos dejar a un lado la televisión o es que en realidad no queremos hacerlo? Podemos impedir que nuestros hijos correteen por la calle o jueguen con los cuchillos de la cocina, ¿por qué no impedimos que vean la televisión?, ¿estamos nosotros tan apegados a ella en su papel de cuidadora de niños, que no nos preocupan los efectos materiales y espirituales que puedan provocar en nuestros hijos? El Srimad-Bhagavatam afirma que nadie debe convertirse en padre a menos que pueda liberar a sus hijos de este mundo material. El precio de una vida sin televisión parece ínfimo.

En el libro Charlie and the Chocolate Factory hay más consejos:

Lo más importante que hemos aprendido,
en lo referido a los hijos,
es que nunca, NUNCA, NUNCA les
permitamos acercarse al aparato de televisión,
o mejor aún, no pongan en su casa
esa cosa estúpida.

¿Niños sin televisión?

En 1987, varios padres de los centros de ISKCON en Inglaterra se reunieron para debatir el tema de la televisión. Madhavi Devi Dasi narró cómo, mientras sus hijos eran pequeños, se sentían satisfechos con unos cuantos vídeos conscientes de Krishna. A medida que pasaba el tiempo, comenzaron a exigir más y más variedad. Gradualmente fue perdiendo el control al permitirles que contemplaran programas materialistas. Desesperada, se deshizo del televisor un poco inquieta por la reacción que ello pudiera provocar en sus hijos. Para su sorpresa, jamás parecieron echarla en falta y casi nunca preguntan por ella.

Los niños pueden jugar. Pueden leer. Pueden trabajar en la huerta. Pueden aprender algún oficio útil. Pueden adorar la Deidad que hay en casa.

Por tanto, por favor, por favor suplicamos, pedimos, arrojen lejos su televisor, y en su lugar coloquen una preciosa estantería llena de libros.

A medida que los niños vayan saboreando un placer más alto por las ocupaciones conscientes de Krishna, no demostrarán interés alguno por las películas mundanas que echan en la televisión. Nosotros queremos que ellos crezcan hasta la altura que Srila Prabhupada marcó con su ejemplo personal, como él mismo relata en la siguiente historia:

Hubo un incidente en mi vida. En aquella época yo era un cabeza de familia, desde luego. Un amigo iba a ir al cine con toda su familia, y me vieron. Yo me encontraba en la calle, y él detuvo su coche y me dijo ‘Ven. Vamos al cine’. Yo rehusé, ‘aunque me dieras mil dólares, ni aun así iría’. Total, que me llevaron a rastras. Me llevó hasta el edificio del cine, pero nunca entré. Me volví a casa. ¿Se dan cuenta? Porque se trataba de algo detestable.

En otra ocasión Srila Prabhupada dijo:

La prueba del devoto es que ya no le interesa el placer material. Así que estos jovencitos y jovencitas no van al cine. ¿Por qué? ¡Porque no les interesa!… No buscan esa felicidad material… Esa es la prueba. Cuando el placer material se detesta, entonces sabrán, o la persona que lo detesta sabrá, lo mucho que ha avanzado en la vida espiritual.

 

Back To Godhead © 1993

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