Vrindavani Devi Dasi     

Muchos devotos prominentes residen eternamente en el templo de Radha-Damodara, uno de los más antiguos en Vrindavana.

«Vrindavana es un lugar hermoso y encantador, y situado en el bosque Seva Kunja se encuentra el templo de Radha-Damodara. Me sitúo a los pies de loto de esas Deidades que son mi único refugio, y les suplico que sean tolerantes conmigo y me guíen hasta el objetivo último de la vida».

-Srila Prabhupada

En la actualidad tengo la gran fortuna de residir en Vrindavana, India, donde existen unos cinco mil templos dedicados al Señor Krishna. Durante unas semanas a lo largo del mes santo de Damodara (octubre-noviembre), he dejado a un lado mis compromisos materiales en pos de un rejuvenecimiento espiritual. Aquí, en este lugar sagrado y en esta ocasión tan propicia, se dice que cualquier servicio que se le haga al Señor Krishna se multiplica miles de veces.

El Señor Krishna jugó por los lugares de Vrindavana hace cinco mil años. Hace unos cuatrocientos los principales devotos del Señor Chaitanya, los seis Gosvamis, abrieron varios templos en Vrindavana que continúan siendo los principales lugares de adoración. Voy de camino hacia uno de los más famosos de entre los templos originales: el templo de Radha-Damodara, cerca del bullicioso mercado Loi Bazaar. «Damodara» es un nombre que se le da a Krishna y que significa «atado por el pecho». La madre de Krishna le ató por el pecho con cuerdas en una ocasión, cuando no era más que un niño juguetón. Junto a Krishna, en el templo de Radha-Damodara, como ocurre en la mayoría de templos de Vrindavana, está Radha, Su consorte eterna.

Mi ricksha (ciclista que sirve de transporte) me lleva por las estrechas, tortuosas y atiborradas callejuelas de Vrindavana. Hace diez años que no venía, pero todo continúa resultándome familiar. Rebasamos peregrinos que cantan, tenderos diligentes, mujeres con fardos sobre sus cabezas y niños risueños que gritan «¡Haribol!»  [«¡Canta los nombres de Dios!»] Y una gran cantidad de animales: vacas, cerdos, perros, camellos, caballos y los traviesos monos. Después de pagarle diez rupias al ricksha, continúo descalza, el modo reverente de pisar suelo sagrado.

La discreta entrada del templo Radha-Damodara.

Tras un corto paseo llego a la puerta del templo Radha-Damodara. Desde los arcos de la entrada, que parece la de una casa privada, no se ve el templo. Durante los infames ataques que sufrieron los templos de Vrindavana en 1670, los mogules pasaron por delante del templo de Radha-Damodara sin atacarlo, creyendo que se trataba de una residencia privada. Los sacerdotes del templo, temiendo los ataques, habían trasladado las Deidades originales de Radha-Damodara a Jaipur, la capital de Rajastán y un centro de grandes devotos de Krishna, donde todavía permanecen en la actualidad.

A la izquierda de la entrada puede verse el principal acceso al templo. Antes de entrar en el templo, me lavo los pies en un grifo que hay cerca de la puerta. Mientras cruzo los arcos de piedra, todo parece igual a como lo recordaba. Cerca de la puerta yace un viejo carro de festival. En cada una de las esquinas del patio central pueden verse unas gráciles plantas sagradas de Tulasi. En la esquina derecha cerca del altar, hay un suelo de mármol blanco y negro, a cuadros, que lleva a las habitaciones donde mi abuelo espiritual, Srila Prabhupada, vivió y escribió durante varios años, antes de llevar a Occidente la conciencia de Krishna. Subo los escalones de mármol hasta el altar central y me postro ante las Deidades.

Cada año llegan hasta este lugar miles de visitantes. Hoy se han reunido una docena de adoradores locales para ver el arati (ceremonia de adoración) de las Deidades. Pronto, un pujari (sacerdote) aparece en la cámara de las Deidades y les ofrece incienso, una lámpara, agua, un pañuelo de seda y las abanica con un espantamoscas de cola de yak. Los pujaris realizan esta ceremonia varias veces al día. Mientras el pujari realiza las ofrendas, un devoto toca rítmicamente una gran campana suspendida del techo. Con gritos entusiastas de «¡Jaya Damodara!» [¡Gloria a Damodara!] y «¡Radhe Radhe!» [«¡Oh, Radha! ¡Oh, Radha!»], los devotos comienzan el canto en congregación de los santos nombres. Radha-Damodara —cuyos hermosos ojos parecen pétalos de la flor de loto— comparten Su altar con la asistente de Radha, Lalita, y tres otras parejas de Deidades de Radha-Krishna.

Radha-Damodara acompañados por Lalita y otras tres parejas de Deidades de Radha y Krishna.

Los Gosvamis, antes de construir los templos de Vrindavana, adoraban sus Deidades en los huecos de los árboles. La Deidad original de Damodara, que ahora se encuentra en Jaipur, solamente mide 20 cm. Sri Rupa Gosvami esculpió la Deidad en 1542 para su discípulo Sri Jiva Gosvami. Encontrar un hueco lo suficientemente grande para la nueva Deidad de Damodara sería difícil, mide más de un metro.

La forma oscura de Damodara y la dorada de Radha están hoy vestidas de blanco con pedrería dorada. Sus caras han sido adornadas con dibujos hechos con pasta de sándalo. Krishna lleva un collar de hojas y flores de la planta sagrada Tulasi, mientras que el de Radha está hecho de capullos de loto. La divina pareja sonríe dulcemente. Las demás Deidades están adornadas de modo similar.

Govardhana-sila que pertenecía a Sri Sanatana Gosvami.

Hacia el final del arati el pujari hace sonar una caracola y luego reparte hojas de Tulasi de las Deidades a las ansiosas manos que se adelantan. Se dice que cualquiera que saboree las hojas de Tulasi que hayan tocado el cuerpo de Krishna alcanzará la morada del Señor. Un pequeño donativo me permite contemplar la Govardhana-sila (una piedra de la colina sagrada Govardhana) de Sri Sanatana Gosvami, que se guarda en el altar. El pujari levanta la pesada sila y me muestra las huellas de los pies de Krishna, así como la de un ternero que pueden verse en la piedra. Krishna le dio la piedra a Sri Sanatana Gosvami para que la adorara, como se explica en el siguiente relato.

Sri Sanatana Gosvami había hecho el voto de darle la vuelta caminando cada día a la colina Govardhana. (Esa vuelta que los devotos suelen hacer, es la forma tradicional de ofrecer respeto a un lugar u objeto sagrado). Cuando Sri Sanatana Gosvami envejeció, le costaba un gran esfuerzo terminar el paseo de cerca de treinta y ocho kilómetros. El Señor Krishna se le apareció y le dijo que como ya era viejo no tenía ninguna necesidad de circunvalar Govardhana cada día. Sanatana Gosvami le respondió que había hecho el voto y no quería dejar de cumplirlo. Krishna entonces le ordenó que trajera una piedra de Govardhana. Krishna se puso encima de la piedra y tocó la flauta, lo que atrajo una vaca que se encontraba en la cercanía. La piedra empezó a fundirse de éxtasis, y las huellas de Krishna y las de la vaca quedaron impresas sobre la piedra. Krishna le dijo a continuación a Sanatana Gosvami que, si circunvalaba la piedra cuatro veces, habría cumplido su voto de caminar alrededor de Govardhana.

Nirmal Chandra Goswami y sus cinco hijos se encargan de la adoración de la Deidad. Su familia está sirviendo a Radha-Damodara desde hace varias generaciones, al ser descendientes discipulares de Sri Jiva Gosvami. Los servicios de pujari en este templo y en el resto de Vrindavana son llevados a cabo solamente por hombres. Las mujeres se encargan de cocinar y hacen otros servicios.

Las habitaciones de Prabhupada

Se cierran las cortinas, ofrezco mis respetos y bajo los escalones. Me dirijo a las habitaciones de Srila Prabhupada.

Srila Prabhupada, el acharya fundador de ISKCON, vivió en el templo Radha-Damodara de 1959 a 1965. Fue el último lugar donde vivió antes de dirigirse a occidente. Su memoria está muy presente en este lugar.

Srila Prabhupada utilizó dos estancias: su habitación propiamente dicha y una cocina. Doy unos golpecitos en la puerta marrón protegida por una tela metálica de la estancia principal. Al entrar descubro una murti (forma esculpida) de tamaño natural de Srila Prabhupada sentado ante su mesa, con una pluma estilográfica en la mano. Aquí tradujo al inglés los primeros volúmenes del Srimad-Bhagavatam. La habitación tiene el mantra Hare Krishna pintado en sánscrito en la parte superior de las paredes. Aunque se trata de una habitación pequeña, Srila Prabhupada estaba a gusto en ella. En una ocasión afirmó: «Vivo eternamente en mis habitaciones del templo Radha-Damodara».

Habitación de Srila Prabhupada en el templo Radha-Damodara.

A continuación de la estancia principal se encuentra la cocina. En uno de los extremos de la misma hay una diminuta ventana desde la que se ve el samadhi de Sri Rupa Gosvami. Srila Prabhupada solía sentarse a comer en este lugar, y consiguió las bendiciones de Sri Rupa Gosvami para iniciar el movimiento mundial de Hare Krishna. Imagino como sucedieron todas estas cosas en estas habitaciones de Srila Prabhupada, que poseen una atmósfera mágica.

La zona de los samadhis

Después de ofrecer mis respetos a mi abuelo espiritual, me encamino al área de los samadhi, donde en un apretado patio se encuentran los restos de algunos de los más grandes maestros espirituales de la línea de Sri Chaitanya Mahaprabhu.

Rezando en voz baja en mis cuentas, me encuentro con algunos vrajavasis, residentes de la santa ciudad de Vrindavana. Ni yo conozco su lengua ni ellos la mía, pero «Hare Krishna» es suficiente. Sonríen aprobadoramente al ver que yo soy una devota de la conciencia de Krishna.

El escalón que lleva hasta los samadhis se ha redondeado, testigo del paso por este lugar de innumerables almas.

El templo de Radha-Damodara tiene muchos samadhis. El primero a la derecha pertenece a Sri Krishnadasa Kaviraja Gosvami y Sri Jiva Gosvami.

Sri Jiva Gosvami, uno de los seis Gosvamis, organizó la construcción del templo Radha-Damodara. Nacido en 1513, era el más joven de los seis Gosvamis y ayudó a los demás. Después de la partida de los demás Gosvamis, Sri Jiva Gosvami quedó a cargo de los templos que ellos habían construido. Gran erudito y filósofo, escribió más libros que cualquiera de los demás Gosvamis. Hubo una época en la que el templo de Radha-Damodara contaba con una impresionante biblioteca. El templo también se hizo famoso por los discursos que daban Sri Rupa Gosvami y Sri Jiva Gosvami, que atraían devotos de todas partes de la India.

Srila Prabhupada con sus discípulos en el patio trasero del templo, al lado del samadhi de Rupa Gosvami.

Ofrezco mis respetos y observo a una pareja de monos que me miran. Parecen darse cuenta de que no soy una visitante habitual y esperan que descuide alguna de mis pertenencias. Los visitantes suelen perder las gafas que los monos les arrebatan y llevan hasta el mercado para cambiarlas por comida.

Cerca está el samadhi del rey Birhambhir de Vana Vishnupura, que robó los textos de los Gosvamis cuando estaban de camino hacia Bengala. Más tarde se convirtió en un gran devoto del Señor

Un poco más allá se encuentra el puspa (flores) samadhi cuadrado blanco de Srila Bhaktisiddhanta Sarasvati Thakura, el maestro espiritual de Srila Prabhupada. Mirando por las hileras de samadhis veo guirnaldas de flores ofrecidas por devotos anónimos. Pasan dos ancianas vestidas con saris blancos, la ropa de las viudas. Una lleva una bolsa de plástico con leche. Un agujero en la parte inferior de la bolsa permite que la leche vaya vertiéndose sobre el suelo dejando un rastro, es su modo particular de honrar el sagrado suelo que pisa. Una diminuta ardilla se esconde a mi paso. Qué afortunada es de poder vivir en el templo de Radha-Damodara, que Srila Prabhupada denominó eje del mundo espiritual.

Continuando la senda, descubro un recinto vallado donde se crían as plantas de Tulasi más sanas que he visto en mi vida, en compañía de rosas y jazmines.

El patio de Sri Rupa Gosvami

Paso una arcada y mi vista se posa en la bhajana-kutira («cabaña de adoración»)de color azafrán de Sri Rupa Gosvami y su primoroso samadhi. Esta área contrasta enormemente con la otra parte del patio del templo, poblada con varias docenas de samadhis. Aparte de estos dos monumentos a la memoria de Sri Rupa Gosvami, y dos samadhis pequeños, no se ven más que laslustrosas losetas del amplio patio. Cada tarde, después del arati de las siete, los devotos se reúnen en procesión y, cantando o rezando, dan cuatro vueltas al templo, finalizando aquí, ante el samadhi de Sri Rupa Gosvami.

Sri Rupa Gosvami y su hermano mayor, Sri Sanatana Gosvami, llegaron a Vrindavana en 1516 siguiendo las instrucciones del Señor Chaitanya, que les dio la tarea de construir templos, instalar Deidades, escribir libros, difundir la conciencia de Krishna y encontrar los lugares donde tuvieron lugar los sagrados pasatiempos de Radha y Krishna, lugares que con el tiempo se habían perdido. Los hermanos vagaron como mendicantes por todo Vrindavana, durmiendo cada noche bajo un árbol distinto. Cuando llegaron a Seva Kunja, donde se encuentra este templo, Sri Rupa Gosvami lo eligió su sede.

En aquella época no había en el lugar ningún edificio, sólo unos pocos árboles. Los Gosvamis se reunían en aquel lugar cada día para hablar de los pasatiempos de Krishna y dar sus coloquios. Sri Rupa Gosvami escribía libros en este lugar, unas veces sobre hojas de palma y otras sobre papel hecho a mano. Se dice que su hermosa escritura semejaba sartas de perlas. Sri Rupa Gosvami trataba a su hermano mayor, Sri Sanatana Gosvami, considerado el principal de los seis Gosvamis, como a su guru y a los demás como asistentes de éste. Me inclino ante el samadhi de Sri Rupa Gosvami.

Kanika Prasada Goswami, miembro de la familia Goswami que reside en el lugar, me dice que Sri Jiva Gosvami solía lavarse los pies en el hoyo que hay al lado del samadhi, antes de servir a su guru. Invocando sus bendiciones, coloco gratamente un poco de este polvo santo sobre mi cabeza. Un árbol blanco y dos negros se encargan de guarecer con su sombra este patio. Kanika Prasada me informa de que el árbol blanco representa a los devotos occidentales que han adoptado la conciencia de Krishna.

De todos los maravillosos lugares de Vrindavana, me encanta visitar los samadhis vaishnavas. Estar cerca de ellos me permite sentir la proximidad de todas estas grandes personalidades, que de hecho están allí presentes. Son capaces de otorgar sus bendiciones a lo que llegan a este lugar buscando refugio. Un poema de Srila Bhaktivinoda Thakura, pionero en la difusión de la conciencia de Krishna en occidente, explica la influencia que ejerce el devoto, antes y aún después de su partida de este mundo material:

Mal razona el que dice que los vaishnavas mueren
¡Estando aun vivos en el sonido!
¡Los vaishnavas mueren para vivir, y mientras viven
difunden el santo nombre por todas partes!

Una puerta cercana me lleva de nuevo al patio principal. Mientras abandono el lugar le oro silenciosamente a Radha-Damodara y a todos los devotos que residen aquí eternamente para esta vez que pueda regresar a este maravilloso templo antes de que pasen otros diez años.

 

Back To Godhead © 1999

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