Hari-sauri Dasa
(La publicación anterior relataba que Hansaduta Prabhu leyó un informe extático de Uttamasloka Dasa, el presidente del templo de Chicago, en el que describía los esfuerzos de los devotos en el récord recientemente alcanzado durante la competencia en el Día de Acción de Gracias).
«Tomamos el desafío muy en serio (no estábamos inflados, ni siquiera contábamos con la victoria), pues sabíamos que nada podría suceder sin la misericordia del Señor Chaitanya. A continuación, partió el primer grupo —16 hombres y mujeres—, y comenzaron a distribuir libros a las 6:30 h. Más tarde, un pequeño grupo salió alrededor de las 10:00 h, y después salieron varios más. En total, hubo 25 devotos en el aeropuerto durante todo el día. Sripati y yo ayudamos de diferentes maneras, aquí y allá, como lo hiciste tú. Había 17 distribuidores regulares, más Tripurari Swami y una pareja habitual de los fines de semana y unos cuantos recién llegados más.
En la primera hora y media, la mayoría de los distribuidores había entregado de 15 a 25 libros, de modo que para la hora en que salimos (alrededor de las 11:00h) ¡ya habían distribuido de 300 a 400 libros! Las mañanas siempre son buenas. Las cosas estaban tranquilas; no hubo demasiados anuncios ni divisiones. Todos nos reunimos para comer a las 13:00h e hicimos un recuento preliminar: más de 750 libros. Estábamos cerca de romper el récord mundial. ¡Apenas era la mitad del día y Manusuta Dasa ya había dado 100! ¡Praghosa dasa, 80! ¡Y Tripurari Swami 70! Se nos pusieron los pelos de punta y especulamos sobre los resultados potenciales, y a las 13:30h todos volvimos a distribuir libros.
Distribuimos básicamente en dos terminales. Hay un pasillo de unos 8 metros de ancho donde la gente se junta al salir de facturar. Todos los pasajeros pasan por allí para retirar su equipaje o para embarcar. En el periódico de la mañana siguiente, vimos que aquel día habían transitado ¡más de 250 000 personas por el aeropuerto!
Alrededor de las 16:00h, un empleado demoníaco de una aerolínea se acercó a un devoto y le golpeó en la cara. Todos se quedaron sorprendidos. A continuación, se dirigió hacia otro devoto ¡y le golpeó en la cara! Los devotos y los karmas comenzaron a juntarse. Tripurari Swami vino corriendo para ver qué estaba pasando, ¡y el demonio le golpeó en la cara! Todos los demás devotos saltaron inmediatamente sobre el demonio y comenzaron a patearle. Se juntó un enorme gentío alrededor y los devotos llamaron a la policía para que detuviera a este hombre. Había sangre en su rostro y en el suelo. El puñetazo de Praghosa le había sacado sangre, y había sangre en las ropas de Praghosa y gotas de transpiración en su cara: ¡se sentía completamente bendito!
Los ojos de Prabhupada se agrandaron ante la descripción de la pelea. «¡Accha!», dijo sorprendido, sacudiendo la cabeza, maravillado por los riesgos que asumían sus hombres en su nombre y el de Krishna. Hansaduta se reía y sacudía la cabeza en señal de reverencia, y continuó leyendo:
Media multitud estaba a nuestro favor y la otra mitad, en contra. La policía vino, y el demonio dijo que le habían dado un libro y luego se lo habían sacado, y así había comenzado la pelea. ¡La policía arrestó a los devotos! Esto es lo que suele suceder en todos los incidentes: ¡Ellos nos atacan pero nos arrestan a nosotros! Sea como sea, por la gracia de Krishna, los devotos fueron liberados y volvieron a distribuir de nuevo a los 20 minutos.
Alrededor de las 18:00h, hice un recuento preliminar… Me senté en la cabina telefónica y sumé los puntos. Mientras sumaba, ¡mis cejas se alzaban cada vez más! ¡Mis ojos comenzaron a salirse de las órbitas! ¡Mi boca se abrió de asombro! ¡Habíamos distribuido 1400 libros! No podía creerlo; estaba atontado. Volví a contar para estar seguro y vi que estaba bien. Comencé a gritar en éxtasis, ¡Hari Bol, Hari Bol, Hari Bol! Todos los karmis me miraban a través de la cabina con caras de asombro.
Cuando regresé, había ocurrido otro incidente… Un par de policías secretos (polizontes) había tratado de arrestar a una de las mujeres, y ella trató de que uno de nuestros hombres le ayudara. Uno de ellos trató de intervenir y lo arrestaron, y lo llevaron abajo. Otra madre bajó a buscar a la chica a quien trataban de arrestar y cuando los polizontes la vieron, le preguntaron:
—¿Dónde está la otra chica?
—No lo sé.
—¡De acuerdo, entonces te arrestaremos a ti en su lugar!
—¡Déjenme ir! ¡Yo no hice nada!
Hubo dos pequeñas refriegas más con la policía y los dos devotos. Vino otro devoto para intentar detener la situación, y la policía se las tomó con él y le golpearon sin piedad en el suelo, ¡frente a todos los que andaban por ahí! Durante la lucha, se cayó una de las armas de los policías y los libros huyeron en todas direcciones. Después llevaron a los devotos varones a la cárcel. Por supuesto, estó mermó por lo menos 100 libros de nuestro puntaje.
Prabhupada escuchaba la descripción embelesado, alzando ocasionalmente sus cejas, sorprendido, y sacudiendo la cabeza y sonriendo en señal de aprobación. Resplandecía con evidente orgullo ante la determinación de sus discípulos por vender sus libros, pese a todos los obstáculos, y escuchó todo el informe, parte por parte.
Mientras escuchábamos este incidente, tomando prasadam, un demonio que había encontrado tres libros los tomó y nos los arrojó. Sin dejarse afectar, un poco cansados pero firmes en su determinación, los devotos regresaron a distribuir. Mientras tanto, comenzó una tormenta de nieve y el tráfico comenzó a embotellarse, tanto en tierra como en el aire… A las 22:00h obtuve un informe de Sripati: ¡más de 1 700 libros! ¡Podemos llegar a los 2 000! ¡Esto es increíble! ¿Quién puede imaginar la misericordia del Señor Chaitanya Mahaprabhu? Todos nuestros hombres, menos cuatro, regresaron hacia las 23:30h. Manasuta con 191; Praghosa con 153; Tripurari Swami con 135 y Ranganatha con 120. El primer grupo regresó en medio de la tormenta, hacia las 2:00h. y los otros cuatro que faltaban lo hicieron alrededor de la 1:30h o 2.00h. Todos se esforzaron por levantarse para el mangala arati (los últimos cuatro ni siquiera fueron a dormir) y luego de un extático kirtana, reuní los puntajes finales… El jueves ayunamos desde el desayuno, y cantamos y dormimos hasta el arati del mediodía. Entonces hicimos un gran arati, kirtana y una bella fiesta!
Gracias por inspirarnos a competir, por la misericordia del Maestro Espiritual. Si no fuera por tí, no sabríamos qué hacer. ¡Toda gloris a Srila Prabhupada!
Su servidor,
Uttamasloka Dasa
Fuente: Diario Trascendental, Volumen I. Noviembre 1975 – Abril 1976
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