Hari-sauri Dasa

11 de diciembre de 1975

Prabhupada siempre sale a caminar al amanecer, cuando la brisa de la mañana aún es fresca, saludable tanto como para el cuerpo como para la mente. En esos momentos todavía no hay muchas personas afuera; apenas la ocasional carreta tirada por el andar lento del buey, que lleva cargas muy pesadas. Debajo de las mantas, los conductores atisban con curiosidad sonámbula a los vaishnavas «occidentales» que se afanan en seguir el paso de su maestro, estirándose para oír cada palabra, a medida que él los ilumina y entretiene con su visión del mundo, a traves de los ojos del shastra.

Srila Prabhupada siempre se adhiere estrictamente a las expresiones autorizadas de la literatura Védica. Pero él ajusta el tiempo, el lugar y las circunstancias, y entrega las conclusiones Védicas de manera que nos sea fácil entenderlas y aplicarlas. Pese a su evidente éxito en la difusión de la conciencia de Krishna, sin mermar su potencia real, hay quienes critican su adaptación de los principios del sadhana. Estas personas a veces confunden la mente de sus discípulos neófitos con otras ideas.

Por toda la India, muchos babajis y gurus proclaman ser autoridades sobre la vida espiritual e igualmente encuentran errores en los esfuerzos honestos de Prabhupada por rescatar a las almas caídas condicionadas.

Aquí, en Vrindavana, Srila Prabhupada protege especialmente a sus vulnerables discípulos jóvenes, siempre observando que no se contaminen con ideas que envenenarían nuestra vida espiritual. El nos prohíbe estrictamente vivir afuera del templo y, en el pasado, se opuso terminantemente a la tendencia de algunos devotos de ir al Radha-kunda, a vivir con algún babaji particular de allí. Está muy alerta de que sus hijos espirituales no sean desviados por espiritualistas ambiciosos o envidiosos. Él sabe que dicha gente puede socavar fácilmente nuestra fe y originar un caos en nuestro avance espiritual. Él le insiste constantemente a los líderes del templo, que se mantengan alerta en ese sentido.

Los impedimentos en nuestra vida espiritual no siempre provienen de la Gaudiya-sampradaya. Prabhupada está seguro de que algunos de sus hermanos espirituales no están muy entusiasmados con sus logros. El respeto natural por nuestros mayores espirituales, que hemos embebido de él, podría resultar en una fraternización inesperada con los miembros de sus mathas. Ello podría dejar en nosotros impurezas sutiles que acabarían por diluir nuestra dependencia en Srila Prabhupada. Esto es algo que él siempre está combatiendo.

Durante el paseo de esta mañana, Aksayananda Swami indagó la verificación sástrica para nuestras normas del canto de la japa, las cuales no han sido cumplidas por algunos.

—Cuando usted nos dice que cantemos dieciséis rondas —dijo—, nosotros aceptamos sin ninguna duda, la aceptamos con fe total. Usted es el acharya. Pero, ¿y si queremos convencer a otras personas? ¿Hay alguna evidencia sástrica o verso védico al cual nos podamos referir para corroborar que se deben cantar al menos dieciséis rondas? ¿O determinada cantidad de nombres?

—No —respondió Prabhupada—. En el sastra no se expresa de ese modo. Se dice sankhya-purvaka. Deben fijarse en la fuerza numérica… lo que les sea posible. Yo he establecido dieciséis rondas porque ustedes no logran más.

—Eso es todo lo que podemos —confirmó Aksayananda Swami.

—Sí. Y aún así, les resulta difícil —dijo Prabhupada sonriendo, con un matiz de ironía.

—Sí —Aksayananda Swami se rió.

—Haridasa Thakura cantaba tres lakhs —continuó Srila Prabhupada—. Pero eso no es posible. Ustedes no deben imitarlo. Pero aquello que se comprometan a cantar, cúmplanlo. Eso es lo que hay que hacer.

—Sí —dijo Aksayananda Swami—. ¿Es posible que usted me contara que, al principio, había pedido a los primeros discípulos que cantara sesenta y cuatro rondas?

—Sí —respondió Prabhupada.

—Ellos no lo consiguieron —dijo Aksayananda Swami, lo que causó la risa de todos—. ¿Y entonces usted les pidió que cantaran treinta y dos?

—Hm —respondió Prabhupada haciendo una mueca—. Sankhya-purvaka-nama-gana-nat-ibhih. Sankhya-purva, o la fuerza numérica, debe estar presente. Y ustedes deben acatarlo estrictamente.

—Entonces, si somos sinceros y formales, implica que esas dieciséis aumentarán hacia el canto constante —dijo Aksayananda Swami.

—Pueden hacerlo ahora también —dijo Prabhupada—. No se trata de que, «terminé las dieciséis rondas». Pueden aumentarlo. Pero esas dieciséis deben terminarse.

—Sí —convino Aksayananda Maharaja—. Lo que quiero decir es que eso es para llevarnos a la plataforma del canto constante. Que al menos debemos cumplir con esa cantidad. Y si somos afortunados, al final podremos cantar constantemente, día y noche.

—Sí —confirmó Prabhupada.

– – –

Hari Sauri Dasa fue el asistente personal de Srila Prabhupada entre noviembre de 1975 hasta marzo de 1977. A través de su diario, ganamos una comprensión personal y detallada de A. C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada. En este primer volumen (Noviembre 1975 – Abril 1976), viajamos con Srila Prabhupada por la India y logramos una conexión especial con él. Aprendemos más sobre este hombre extraordinario y su capacidad para inspirar a las personas.

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