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Jagatguru Swami y Satyaraja Dasa

Un rey devoto usa su poder y su opulencia real para proteger y glorificar al Señor Supremo.

Ciertamente, hay muchos ejemplos de reyes que abusaron de sus posiciones. No obstante, también existieron muchos gobernantes santos.

Aunque los monarcas de la antigua India y sus reinados se hayan convertido en una leyenda, la sola mención de un Marajá o de un palacio real hindú continúa evocando imágenes exóticas y románticas. El lujo de un Maharaja, o Marajá, reflejaba su poder, y el palacio en el que él, su familia y su séquito vivían representaba una índole y un estilo de vida que ya se han perdido.

Actualmente, gran parte de las personas no sabe que los mayores monarcas de la antigua India eran devotos del Señor, que usaron sus riquezas y su influencia a Su servicio. De hecho, el objetivo primario de la clase monárquica de la India védica era proteger los principios religiosos. Ellos cumplieron ese papel, y las historias sobre sus actividades resultan más atractivas y fascinantes que los mitos que aparecieron a lo largo de los siglos.

Una de estas historias corresponde a Govindaji, una Deidad de la Suprema Personalidad de Dios, Krishna. Los devotos del Señor Krishna Lo han adorado tradicionalmente en Su encarnación como Deidad, que puede estar hecha de piedra, madera, arcilla u otros elementos materiales. Como Krishna es el Señor Supremo Todopoderoso, Él puede aparecer en cualquier lado, incluso en una forma hecha de materia. La Deidad no es un ídolo (una forma imaginaria que se adora caprichosamente), si no que se proyecta y adora de acuerdo a las directrices de la literatura védica.

Krishna también aparece personalmente en la Tierra, tal como lo hizo hace cinco mil años en el distrito de Mathura, en la India. De todos modos, estas visitas no son frecuentes, y por eso, los devotos sinceros de Krishna aprovechan la oportunidad de adorarlo en Su forma de Deidad. Un poco antes de que Krishna desapareciera de la Tierra, hace casi cinco mil años, un gran devoto llamado Vajra estableció varias Deidades del Señor, y una de ellas es Govindaji. «Govinda» es un nombre de Krishna que significa «aquel que otorga placer a los sentidos, a las vacas y a la Tierra», y el sufijo ji demuestra cariño por parte de quien pronuncia el nombre, algo así como «Govindita». Esas Deidades fueron amadas y adoradas durante muchos siglos.

Entonces ocurrió la invasión de los mogoles, y todo el norte de la India se ocupó en guerras. La población huyó hacia Mathura, pero solo después de haber enterrado a Sus amadas Deidades en la tierra. Las personas oraron para que las tropas de los mogoles no cometieran la ofensa de destruir las Deidades, y esperaban que un día alguien las descubriera y volviera a adorarlas con todos los lujos que merecen.

Govindaji y otras Deidades de Mathura permanecieron escondidas hasta comienzos del siglo XVI, durante la época de Sri Chaitanya Mahaprabhu. (Sri Chaitanya Mahaprabhu es el propio Krishna en el papel de Su propio devoto. Él apareció hace quinientos años en la India para enseñar amor por Dios a través del canto del mantra Hare Krishna). En aquel entonces, dos de los principales discípulos del Señor Chaitanya, Srila Rupa Gosvami y Srila Sanatana Gosvami, se ocuparon en recobrar las antiguas Deidades de Mathura.

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Srila Rupa Gosvami y Srila Sanatana Gosvami.

Una noche, la Deidad de Govindaji, que había sido instalada por Vajra hace miles de años, se le apareció en sueños a Rupa Gosvami y le reveló dónde estaba enterrado. Entonces, Rupa Gosvami sacó a la Deidad y se ocupó personalmente de adorarlo regularmente. Pero como él pertenecía a la orden de renuncia, no disponía de los medios para construir un templo para su Deidad adorable.

Rupa Gosvami era un filósofo famoso y una autoridad en el campo de la literatura védica. Por eso, se solía requerir su presencia en la corte del emperador Akbar, que disfrutaba de las discusiones filosóficas y religiosas. Rupa Gosvami había escrito muchos libros sobre la ciencia de la conciencia de Krishna, y sus escritos, que personificaban la esencia de todo el conocimiento espiritual, intrigaban a Akbar. El emperador era un lector ávido de las grandes Escrituras del mundo, y Rupa Gosvami era un experto en los Vedas, las Escrituras más completas y honradas de aquella época.

Akbar tenía un amigo querido llamado Man Singh. Como general del ejército imperial, Man Singh ejecutó muchas tareas arduas, por lo que al final consiguió el puesto de rey en Amir. A Mang Singh también le fascinaba Rupa Gosvami, y una vez fue hasta Vrindavana para visitar al gran santo. Cuando vio a Rupa Gosvami, Man Singh quedó convencido del carácter elevado del joven. Deseoso de servir a aquel hombre genuinamente santo, decidió financiar la construcción de un magnífico templo en Vrindavana para la Deidad de Govindaji. Durante cinco años enteros, centenas de hombres trabajaron con gran atención construyendo uno de los templos más fabulosos del mundo.

El templo tenía cuatro pisos y un altar de mármol, plata y oro. Una escultura de una flor de loto decoraba el salón principal, donde los peregrinos se amontonaban diariamente para ver a la Deidad. Así, Govindaji volvió a ser adorado con gran opulencia y devoción. Así sucedió hasta comienzos del siglo XVIII.

Aurangzeb, uno de los últimos soberanos mogoles, fue un tirano y enemigo declarado de la cultura védica. Él saqueó por toda la India, destruyendo hermosos templos junto a sus Deidades. Durante la época del infame imperio de Aurangzeb, el nieto de Mang Singh, Jai Singh II, ascendió al trono de Amir con apenas trece años de edad. Al llegar a la edad adulta, rápidamente dominó las artes de ingeniería, arquitectura, planificación urbana, matemáticas y astronomía. Y así como su padre y abuelo, era un gran devoto del Señor Krishna. Y aunque gobernaba por igual a todas las comunidades, los devotos de Krishna disfrutaban de su favor especial, porque él entendía que los devotos estaban ocupados en la esencia de la espiritualidad auténtica.

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Pintura de Aurangzeb contemporánea al soberano mogol. Autor desconocido.

Una noche, cuando ya había envejecido, Aurangzeb se sentó en su balcón. Disfrutando de la noche clara y el cielo estrellado, notó una estrella estacionaria. Al preguntar a su siervo acerca de la estrella, descubrió que, en realidad, esa estrella era el fuego que ardía sobre el templo de Govindaji, en Vrindavana, a unos 150 kilómetros de allí. Incapaz de contener su ira y envidia, Aurangzeb juró apagar el brillo de aquella estrella desconcertante.

Aquel mismo día, Jai Singh II, ahora con diecinueve años, visitó la corte real de Agra. Cuando supo que Aurangzeb estaba yendo a destruir el templo de Gonvindaji, el templo que su abuelo había construido para Rupa Gosvami, se vio dominado por el disgusto y la rabia. Inmediatamente, Jai Singh se dirigió rumbo a Vrindavana con un plan para salvar a Govindaji. Él sabía que no podría salvar el templo, pero al menos podría rescatar a la Deidad.

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Pintura de Jai Singh II del Museo Británico, pintada alrededor del 1725.

Al llegar a Vrindavana, Jai Singh alertó a la población, que rápidamente evacuó la ciudad. En seguida, Jai Singh sacó a Govindaji de Su esplendoroso templo y, con mucho cuidado para no encontrarse con las tropas de Aurangzeb, transportó a Govindaji hasta su protegida capital, en las colinas del desierto de Rajastán.

Cuando Aurangzeb y su ejército llegaron al templo de Govindaji, Aurangzeb se puso muy furioso al ver que la Deidad no estaba allí y que se había avisado a los ciudadanos de su ataque. Aun así, comenzó a destruir el majestuoso templo de Govindaji con la ayuda de cientos de elefantes de guerra y miles de hombres, hasta que solo restó el primer piso del edificio.

Aunque Aurangzeb estaba deseando matar a Jai Singh por haber arruinado sus planes, ya estaba viejo y necesitaba atender problemas más urgentes de su propio imperio. Poco tiempo después, murió en el sur de la India.

Tras la rápida caída del imperio mogol después de Aurangzeb, la reputación de Jai Singh como un gobernador justo, honrado y poderoso creció. A la edad de cuarenta años, planeó una nueva e inmensa ciudad, con el Señor Govindaji en el centro, residiendo en un templo bellísimo. Cincuenta y cinco mil hombres trabajaron continuamente durante quince años, y el sueño empezó a convertirse en realidad. De esta manera, Jai Singh creó su Jaipur (ciudad [pur] de la vitoria [jai]) dedicada al Señor Govindaji. La ciudad de Jaipur se proyectó de acuerdo con el Silpa-shastra, la sección de los Vedas que trata sobre arquitectura y diseño. Y aunque se elaboró en el comienzo del siglo XVIII, la ciudad aún continúa funcionando y es apreciada por su construcción magistral. Esta ciudad fue organizada en una red de avenidas amplias que se conectan con calles menores, y todas ellas tienen el palacio como su centro. El templo de Govindaji estaba en un hermoso jardín al lado del palacio, y cuando las puertas del templo se abrían, Jai Singh podía ver a su Deidad adorable desde sus aposentos reales. Los edificios del gobierno y los mercados libres rodeaban el palacio y el templo centrales, y un muro de 16 metros de altura rodeaba toda la ciudad. Con Dios en su centro, Jaipur era la ciudad ideal, la actual capital de Rajastán.

A través de esta historia, podemos ver cómo el Señor Krishna otorga a Sus devotos la oportunidad de servirlo de maneras magníficas. Por la misericordia del Señor, el abuelo de Jai Singh, Man Singh, fue capaz de construir un magnífico templo para Govindaji. Y aunque más tarde el templo se destruyera parcialmente, Jai Singh tuvo la oportunidad de recatar y proteger a Govindaji, y más tarde, pudo construir una ciudad entera para Él. Así, los devotos siempre son firmes en sus propósitos, e incluso consideran situaciones peligrosas como una oportunidad que les ofrece el Señor para ofrecer servicio amoroso.

Un regalo para ISKCON

En 1972, cuando Su Divina Gracia A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada, el acharya-fundador de ISKCON (Asociación Internacional para la Conciencia de Krishna), viajó a Jaipur con algunos de sus discípulos occidentales, Govindaji continuaba siendo adorado por miles de devotos, y Srila Prabhupada y sus seguidores se pusieron muy felices al verlo. De esa manera, hubo una admiración afectuosa mutua entre los residentes de Jaipur y los devotos de ISKCON, pues ambos adoraban al Señor Govinda, o Krishna, la Suprema Personalidad de Dios.

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Las Deidades que la reina de Jaipur, Maharani Gayatri Dasi, regaló a ISKCON.

Así como los discípulos americanos y europeos de Srila Prabhupada estaban emocionados al ver la leyenda viva de la conciencia de Krishna de Jaipur, la reina de Jaipur, Maharani Gayatri Dasi, también estaba emocionada contemplando la devoción de Srila Prabhupada y sus seguidores. Para demostrar su aprecio, ella ofreció a Srila Prabhupada un par de Deidades grandes de mármol de Radha y Krishna, similares a las Deidades originales de Radha-Govindaji. Srila Prabhupada aceptó las Deidades e inmediatamente las envió a su centro de ISKCON en Nueva York. Las Deidades, dijo Srila Prabhupada, serían conocidas como Radha-Govinda.

 

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No hay comentarios

  1. Generalmente Krsna viene a nosotros a mostrarnos la situación en que vivimos que es de ignorancia, Krsna nos atrae y nosotros enfermos podemos recibir una medicina, mucho amor y afecto de los devotos. Deseo lo mejor para Krsna y también deseo servirle sin ninguna inhibición. Es muy hermosa esta historia de fuerza devocional. Hare Krsna.

  2. Hari Bol muy interesante y de gran lección la adoración a Govindaji,gracias por compartir,una pequeña observación,los invasores no eran mongoles si no mogoles que se refiere a los musulmanes que conquistarón a la India en ese período,acepten mis humildes reverencias

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