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Vrindavana Dasa Thakura
(Extracto del quinto capítulo del Adi-khanda, de la obra Chaitanya-bhagavata)

Él pensó que Jagannatha Misra y su familia serían anfitriones como cualquier otros, pero los eventos sorprendentes que ocurrieron en esa casa cambiarían para siempre la vida del peregrino.

Cierto brahmana muy piadoso estaba visitando diferentes lugares de peregrinación para complacer al Señor Krishna. Cantando el mantra de seis sílabas gopala-mantra, adoraba al Señor; no comía nada a no ser los remanentes del alimento ofrecido al Señor Gopala [Krishna como pastorcillo]. Después de visitar diversas tierras sagradas, el destino le llevó a casa del Señor Chaitanya. Como se trataba de una personalidad de pureza inigualable, una refulgencia espiritual envolvía su semblante. El brahmana siempre cantaba: «¡Krishna! ¡Krishna!». Y , con los ojos entrecerrados, disfrutaba del néctar del amor por Krishna en su corazón.

Al ver semejante personalidad refulgente, Jagannatha Misra se levantó de inmediato y le ofreció sus respetuosas reverencias. Sri Jagannatha Misra honró a su noble visitante dándole una hospitalidad respetable. Lavó personalmente los pies del peregrino y le ofreció un asiento elevado. Una vez que el brahmana se encontraba sentado cómodamente, Jagannatha Misra le preguntó respetuosamente: «¿Cuál es tu lugar de residencia?». El brahmana respondió: «No me interesan las ocupaciones mundanas, por lo tanto viajo constantemente por diferentes provincias. Voy a cualquier lugar donde me lleve el corazón». Jagannatha Misra se curvó y dijo con gran respeto: «El mundo es afortunado por tenerte viajando por todos lados. Siento que hoy soy parte de esa fortuna. Si me lo permites, te traeré comida inmediatamente». El brahmana respondió: «Querido Misra, haz como te plazca». Con gran satisfacción, Jagannatha Misra hizo arreglos maravillosos para preparar la comida.

Primero que todo, Sri Misra limpió primorosamente la cocina, y después consiguió que se compraran todos los alimentos para la comida. El invitado brahmana preparó personalmente la comida con gran alegría, y entonces se sentó para ofrecer las preparaciones al Señor Krishna. El querido hijo de Sachidevi, que es la Superalma en el interior del corazón de todos, decidió revelarse a aquel brahmana. El brahmana había empezado su meditación para ofrecer el alimento al Señor cuando, de repente, el Señor Supremo, Sri Chaitanya, apareció ante él.

El Señor no estaba usando ninguna ropa, y toda Su forma estaba cubierta de polvo. Sus pies y manos eran muy graciosos y Sus ojos tenían un aspecto rojizo. Sonriendo, cogió un puñado de la comida que se estaba ofreciendo y la coloco en Su boca de loto, y entonces miró al brahmana. «¡No! ¡No!», exclamó el afortunado brahmana. «¡Este niño inquieto ha robado la comida que iba a ofrecer!». Cuando Jagannatha Misra llegó a la sala, vio que el Señor Chaitanya sonreía alegremente mientras comía el arroz. Con la intención de reprender a su hijo, Jagannatha Misra fue en Su dirección con la mano en alto, pero el brahmana se levantó rápidamente y sujetó la mano de Jagannatha Misra.

El brahmana dijo: «Mi querido Misra, eres una persona respetable y muy culta, pero este niño pequeño todavía no entiende. ¿Qué conseguirás pegándole? Es diferente castigar a una persona que puede diferenciar entre lo correcto y lo erróneo, y te prohíbo golpear a este niño». Sintiéndose muy desafortunado, Jagannatha Misra cubrió su rostro con las manos. Él no dijo ninguna palabra ni levantó la cabeza. «No te sientas triste, Misra», dijo el brahmana. «El Señor Supremo sabe todo lo que ocurre en todo momento. Por favor, tráeme las frutas o raíces que tengas en casa. Hoy solo comeré esas frutas y raíces, no hay ningún problema».

Entonces, Jagannatha Misra dijo: «Si me aceptas bondadosamente como tu sirviente, entonces, por favor, permíteme conseguir todo de nuevo para que puedas cocinar una vez más. Tengo todos los ingredientes necesarios. Si cocinas otra vez, me pondré muy contento». Todos los amigos y parientes de Jagannatha Misra presentes en la casa también le imploraron que volviera a cocinar: «Ya que esto es lo que quiere todo el mundo», dijo el brahmana, «volveré a cocinar todas las preparaciones».

Todo el mundo se puso muy contento con la respuesta del brahmana. Unos instantes después, ya habían limpiado la cocina, y reunieron rápidamente los ingredientes y los utensilios para cocinar. Entonces, el brahmana comenzó a cocinar de nuevo.

Todos sugirieron a madre Sachi: «Este niño es muy inquieto, es posible que estropee la ofrenda otra vez. Es mejor llevárselo a otra casa y que se quede allí mientras el brahmana cocina y come». Sachidevi tomó a su hijo y se fue a la casa de un vecino. Las jóvenes doncellas Le dijeron: «Oh, Nimai. ¿Crees que está bien robar la comida de un brahmana?». Con una sonrisa en Su bello rostro de Luna, el Señor respondió: «¿Qué es lo que estoy haciendo mal? El brahmana Me había llamado». Pero ellas objetaron: «¡Nimai, eres un burlón! Ahora que has perdido Tu casta, ¿harás más travesuras? ¿Sabes quién es ese brahmana, de donde viene o quién es su familia? ¿Cómo podrás mantener Tu casta después de haberte comido sus preparaciones?». El Señor sonrió y respondió: «¡Yo pertenezco a la casta de los gopas, a la casta de los pastorcillos de vacas! Siempre como lo que me preparan los brahmanas. ¿Cómo va a perder un gopa su casta por comer el alimento preparado por un brahmana?». Después de pronunciar estas palabras, el Señor sonrió y miró a todo el mundo. El Señor Supremo, Sri Krishna Chaitanya, aprovechó esta situación para explicar la verdad sobre Sí mismo, pero Su potencia ilusoria es tan perfecta que nadie pudo entenderle.

Llevándole por las casas de los vecinos, los residentes disfrutaban de escuchar los argumentos del niño. El Señor iba alegremente de regazo en regazo, y cualquier persona que Le sujetara fluctuaba en un océano de placer bienaventurado. Mientras tanto, el brahmana había vuelto a cocinar y se había sentado para realizar la ofrenda. Mientras ofrecía, el brahmana meditaba en el Señor Bala-Gopala, Krishna como pastorcillo. El pequeño Chaitanya, que es la Superalma en el corazón de todos, estaba plenamente consciente de todo. El Señor Chaitanya fascinó a sus vecinos y entonces abandonó su compañía sin que se dieran cuenta. Riéndose todo el tiempo, se dirigió al lugar donde el brahmana estaba realizando la ofrenda. El Señor Chaitanya tomó furtivamente un puñado de arroz, se lo puso en la boca y huyó masticando. El brahmana, sorprendido, se quedó atónito. «¡No puedo creérmelo! ¡No puedo creérmelo!». El Señor Supremo tomó el arroz y salió corriendo.

Jagannatha Misra se levantó de un salto, agarró una vara y corrió iracundo detrás del pequeño Nimai. Aterrorizado, el Señor huyó a una habitación, pero Jagannatha Misra corrió detrás gritando furiosamente. Jagannatha Misra dijo: «Hoy aprenderás una lección. ¿Has visto lo que has hecho? ¡Aunque yo sea una persona respetada y culta, Tú piensas que soy un gran necio! ¡Es imposible encontrar otro ladrón igual que Tú!». Cada vez más indignado, Jagannatha Misra empezó a acercarse a su hijo. Las personas de la casa sujetaron a Jagannatha Misra e intentaron convencerle de que dejara al pequeño Nimai, pero él insistió: «¡Dejadme! Esta vez voy a golpearle». Los demás intentaron convencerle: «Querido Misra, eres famoso por tu nobleza y generosidad. Si golpeas a tu hijo, ¿qué ocurrirá con tus cualidades divinas? Debido a Su tierna edad, no sabe diferenciar entre lo correcto y lo erróneo. No vale la pena golpear a un niño tan pequeño. Los niños pequeños son inquietos por naturaleza. No se les puede enseñar algo a azotes. ¿Qué aprenderá si le pegas?».

El brahmana peregrino corrió rápidamente hasta Jagannatha Misra y nuevamente le sujetó la mano. «Oh, mejor de los Misras, este niño no ha cometido ningún error. Lo que está destinado a ocurrir un día, ha de ocurrir. No está en mi destino que hoy coma arroz ofrecido al Señor Krishna. Te estoy contando esta verdad para que te sientas mejor».

Muy infeliz y con su mente realmente perturbada, Jagannatha Misra no era capaz de erguir su cabeza. En aquel momento, Visvarupa, la Suprema Personalidad de Dios y la morada de la refulgencia espiritual, entró donde estaban todos. La plenitud de Su forma era tan armoniosa que ninguna forma de belleza existente en los catorce mundos podía igualarla. Un cordón brahmánico reposaba sobre Su hombro. De hecho, Él era el poder brahmánico personificado. Él era el propio Señor Nityananda, que había aceptado nacer en una forma distinta. Visvarupa siempre estaba explicando la verdadera esencia de todas las Escrituras: el servicio devocional a la Suprema Personalidad de Dios, el Señor Sri Krishna. Arrebatado por la primorosa forma de Visvarupa, el brahmana peregrino le contemplaba boquiabierto.

«¿Quién es el padre de esta personalidad extraordinaria?», preguntó el brahmana. «Es el hijo de Jagannatha Misra», le respondieron. Al oír esto, el brahmana abrazó a Visvarupa con gran júbilo y dijo: «Qué afortunados son el padre y la madre de este joven».

Después de ofrecer Sus reverencias, Sri Visvarupa Se sentó y comenzó a pronunciar palabras nectáreas, que fluían con la naturalidad de un riachuelo. Él dijo: «Todo aquel que recibe a un visitante en su casa se vuelve muy próspero. Tú eres feliz y constante en tu interior, y viajas por todos lados simplemente para santificar la tierra. Soy muy afortunado por poder recibir semejante visitante excelente en mi casa, pero, a la vez, soy muy desafortunado porque vas a marcharte sin haber podido comer. Si un visitante se ve forzado a ayunar en una casa, aquella casa ciertamente cae víctima de la difamación y se vuelve inauspiciosa. Estoy muy contento de verte, pero, después de enterarme de todo lo que acaba de pasar, me he puesto muy triste».

El brahmana dijo: «Por favor, no Te lamentes. Puedo comer cualquier fruta o raíz que tengas. Yo vivo en el bosque y por eso no como preparaciones cocinadas con frecuencia. No Te preocupes, estoy acostumbrado a comer frutas, raíces y verduras. Raramente como arroz —solo cuando esta preparación llega a mí naturalmente, sin ningún esfuerzo. Cuando Te miro, me siento muy feliz. Siento como si hubiera comido miles y miles de veces. Por favor, tráeme cualquier fruta o raíz ofrecida al Señor y me la comeré con gran satisfacción».

Jagannatha Misra, extremamente deprimido, permanecía en silencio, reposando su rostro en las palmas de las manos. Sri Visvarupa dijo: «Querido brahmana, eres un gran océano de misericordia, pero, aun así, quisiera pedirte algo. Las personas santas naturalmente sienten dolor por el sufrimiento ajeno y se alegran por la felicidad de las personas. Si así lo deseas, tal vez podrías cocinar una nueva ofrenda para el Señor Krishna. Así terminarás con toda la infelicidad de mi familia, y sentiremos un inmenso placer trascendental».

El brahmana respondió: «Aunque ya haya cocinado dos veces, el Señor Krishna no me ha permitido comer. Tal y como yo lo veo, no estoy destinado a comer hoy. Si ese es el deseo de Krishna, ¿por qué habría de empeñarme arduamente en obtener lo contrario? Una persona quizás tenga miles y miles de cosas para comer en casa, pero, sin el permiso de Krishna, no podrá comer ninguna de ellas. Puede que alguien se esfuerce incesantemente en conseguir algo, pero si va contra el deseo de Krishna, fracasará. El sol se puso hace cuatro horas y media. Dentro de poco habrán pasado seis horas. ¿Sería apropiado comenzar a cocinar tan tarde? Por favor, no consigan más alimentos. Solo comeré unas frutas y raíces».

Sri Visvarupa respondió: «No hay ningún problema con el horario. Si cocinas, todos se sentirán complacidos». Después de pronunciar estas palabras, Visvarupa agarró los pies del brahmana, mientras todos en la casa le imploraban que cocinara una vez más. Cautivado por la santidad de Visvarupa, el brahmana accedió a cocinar una última vez más. Cantando el nombre de Hari con gran alegría, todos ayudaron a limpiar la cocina y trajeron los ingredientes necesarios para las preparaciones.

El respetable brahmana comenzó a cocinar, mientras todas las mujeres rodeaban al niño en una habitación separada. La Suprema Personalidad de Dios, el Señor Chaitanya, estaba confinado en Su habitación, y Jagannatha Misra hacía guardia en la puerta. Algunas personas sugirieron: «Es mejor cerrar la puerta por fuera. Así será completamente imposible que consiga salir». «¡Excelente, excelente! Es una buena idea», acordó Jagannatha Misra. «Vamos a cerrar la puerta de esa manera y quedarnos aquí fuera». Las mujeres que estaban en la habitación dijeron suspirando: «No te preocupes. Nimai se ha dormido. Ahora ya no puede hacer nada».

Fue así que recluyeron al niño y, poco tiempo después, el brahmana terminó de preparar el alimento que iba a ofrecer. El piadoso brahmana colocó las preparaciones recién hechas en una bandeja y se sentó para ofrecérselas al Señor Krishna a través de su meditación. El Señor Chaitanya, que es la Superalma en el corazón de todas las entidades vivas, sabía todo lo que estaba ocurriendo. Él pensó para Sí mismo: «Voy a revelarme ante este brahmana».

Atendiendo el deseo del Señor Supremo, Nidradevi, la diosa del sueño, lanzó su encanto sobre todos. Sin poder resistirse, todos se quedaron dormidos de inmediato. Sri Chaitanya, el hijo de Srimati Sachidevi, fue en seguida al lugar donde el brahmana estaba ofreciendo el arroz al Señor. Al ver al pequeño Nimai, el brahmana gritó: «¡Otra vez no! ¡Otra vez no! ¡El niño! ¡El niño!». Pero como todos estaban profundamente dormidos, nadie le escuchó.

El Señor dijo: «Oh, brahmana, eres una persona muy bondadosa y gentil. He venido porque Me has llamado. ¿Qué hay de malo en mi comportamiento? Me has llamado cantando Mi mantra. Por eso he venido. ¿Cómo iba a resistirme? Tú meditas incesantemente en Mí, entonces he decidido aparecer personalmente ante ti».

En aquel momento, el brahmana pudo ver la deslumbrante forma del Señor. El Señor Supremo estaba delante suyo con una forma de ocho brazos, sujetando las cuatro insignias con cuatro de Sus brazos —la caracola, el disco, la maza y la flor de loto. Con otras dos manos, sujetaba mantequilla fresca en la palma de una mano y comía con la opuesta, y con el último par de manos tocaba Su flauta. El brahmana pudo ver que la forma del Señor estaba decorada con ornamentos de piedras preciosas multicolores incrustadas. Su pecho cargaba la marca Srivatsa y la preciosa joya Kaustubha colgaba de Su cuello. Su cabeza estaba adornada con flores silvestres frescas, que rodeaban la pluma de pavo real. Sus labios rojizos recordaban al sol naciente y contrastaban armoniosamente con la refulgencia lunar de Su rostro apacible. Sus sonrientes ojos de loto eran inquietos. Su guirnalda Vaijayanti y Sus pendientes en forma de tiburón se balanceaban delicadamente. Sus pies se parecían a flores de loto recién abiertas y estaban decorados con cascabeles que tintineaban suavemente. El lustre perlino de Sus uñas disipaba toda la oscuridad.

El brahmana vio que la casa donde estaba se transformaba inmediatamente en un bosque de Vrindavana, donde los árboles kadamba estaban repletos de pajaritos bulliciosos. Podía ver pastorcillos, gopis y vacas deambulando en todas direcciones. Ahora veía directamente aquello en lo que había meditado antes. Avasallado por el éxtasis provocado por aquella opulencia, el piadoso brahmana se desmayó.

La Suprema Personalidad de Dios, Sri Gaurasundara, que es un océano de misericordia, posó Su mano trascendental sobre el cuerpo del brahmana. El brahmana se despertó con el toque de la mano del Señor, pero debido al intenso éxtasis que estaba saboreando, permaneció mudo e inerte. El brahmana se desmayó repetidas veces, cayendo al suelo. Él se recomponía, pero luego volvía a desmayarse debido a la intensa bienaventuranza. El vello de su cuerpo se erizaba, las lágrimas fluían de sus ojos con la misma libertad con la que corren las aguas del Ganges. El brahmana peregrino tomó los pies de loto del Señor y lloró escandalosamente.

Al ver la ansiedad de Su devoto, la Suprema Personalidad de Dios le dijo sonriendo: «Oh, brahmana erudito, por favor, escúchame. Hace muchas vidas que eres Mi sirviente rendido. Como siempre has meditado en Mí, he venido a revelarme personalmente. En Mi nacimiento anterior, aparecí ante ti con esta misma forma en la casa de Nanda Maharaja, pero ahora no puedes acordarte. En Mi nacimiento anterior, aparecí en la tierra de Gokula, que visitaste en tu sincera y entusiasmada peregrinación por los lugares sagrados del planeta. Por un arreglo divino, te hospedaste en la casa de Mi padre, Nanda Maharaja. Aquella vez, te mostré esta misma forma y también comí las preparaciones que Me ofreciste, exactamente como ahora. Nacimiento tras nacimiento, has sido Mi sirviente; por esta razón, estoy apareciendo ante ti. Nadie más aparte de Mis sirvientes pueden verme como soy».

El Señor continuó: «Lo que te estoy revelando ahora es confidencial. No se lo cuentes a nadie más. Si revelas Mi identidad a alguien mientras Me encuentro en esta tierra, tendré que destruirle. Dispuse Mi aparición en un lugar donde el canto congregacional del santo nombre del Señor ya hubiera iniciado. Ahora comenzaré la propagación de este canto por todo el mundo. Llevaré incondicionalmente a cada casa el proceso del servicio devocional al Señor Supremo, servicio que el mismo Brahma y otras personalidades avanzadas ansían. Quédate en nuestra casa unos días y podrás presenciar muchos eventos, pero recuerda: no puedes contárselos a nadie».

Después de concederle Su misericordia al brahmana y reconfortarle, el Señor Chaitanya regresó a Su habitación. El Señor asumió nuevamente la forma de un niño y Se tumbó en la misma posición en la que estaba antes. Bajo la potencia mística de yoga-nidra, nadie se había despertado. Contemplando las actividades sobrenaturales del Señor, el piadoso brahmana se dio cuenta que estaba sobrecogido por la bienaventuranza más pura. El brahmana untó su cuerpo entero con aquel arroz trascendental, y entonces se lo comió llorando incesantemente debido al éxtasis espiritual. El brahmana danzaba, cantaba y reía. Él exclamaba repetidamente: «¡Jaya Bala-Gopala! ¡Jaya Bala-Gopala!».

El estruendoso canto del brahmana despertó a los residentes de la casa. Entonces, él restringió rápidamente las manifestaciones externas de éxtasis y comenzó a limpiar su cuerpo. Los residentes de la casa le encontraron comiendo arroz pacíficamente. Al verlo, todos se sintieron muy satisfechos. En su corazón, el brahmana consideró contarle a todos lo que había ocurrido. Él pensó: «Cuando sepan que se trata de la Suprema Personalidad de Dios, todos se liberarán. La Suprema Personalidad de Dios, con quien ansían encontrarse los señores Brahma y Shiva, ha descendido a este mundo y ha aceptado nacer en la casa de un brahmana. Le contaré al mundo entero que la Suprema Personalidad de Dios se ha vuelto un niño pequeño travieso. Así, el Señor liberará a todos». Pero el brahmana recordó de la instrucción del Señor de no contarle nada a nadie. Temeroso de desobedecerle, el brahmana guardó para sí el secreto. El brahmana conocía la verdadera identidad del Señor, pero nadie podía imaginar que tal brahmana supiera algo tan extraordinario.

Muy satisfecho, el brahmana permaneció en Navadvipa para poder estar cerca del Señor. Después de mendigar en diversos lugares, el brahmana siempre volvía para ver al Señor. Estos deslumbrantes pasatiempos del Señor se describen secretamente en la literatura védica. Aquel que los escucha finalmente se encuentra personalmente con el Señor Sri Krishna.

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