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Satyaraja Dasa

Cuando cantemos con plena humildad espiritual, encontraremos a Dios en Su totalidad en el, sonido de Sus santos nombres.

Esta es la tercera parte, de una serie de cinco, dedicada al Siksastaka, u «Ocho enseñanzas» del Señor Chaitanya. Esta serie es una adaptación de las conferencias dictadas en la Biblioteca Pública de Nueva York a un grupo de estudiantes de la Universidad de Columbia.

Segunda y tercera enseñanza

namnam akari bahudha nija-sarva-saktis
tatrarpita niyamitah smarane na kalah
etadrsi tava kripa bhagavan mamapi
durdaivam idrsam ihajani nanuragah

«Oh mi Señor, sólo Tu santo nombre puede ofrecer todas las bendiciones a los seres vivientes, y Tú tienes cientos y millones de nombres, como Krishna y Govinda. En esos nombres trascendentales has investido todas Tus energías trascendentales, y no existen normas para cantarlos. Oh mi Señor, con Tu bondad nos permites acercarnos fácilmente a Ti mediante el canto de Tus santos nombres, pero soy tan desdichado que no siento atracción por ellos».

Este verso empieza con una afirmación sobre el hecho de que es posible obtener cualquier cosa del santo nombre, puesto que se afirma aquí que el santo nombre no es distinto de la propia naturaleza del Señor. El Señor Chaitanya expresa este hecho con las palabras nija-sarva-sakti: todas las potencias del Señor están presentes en Su santo nombre. En otros términos, el Señor y Su nombre son iguales. Esa es la naturaleza de los fenómenos absolutos.

Nosotros, por otra parte, estamos acostumbrados a los fenómenos relativos, y por ello no podemos concebir que un objeto y su nombre sean idénticos. En el mundo de lo relativo los nombres no son otra cosa que símbolos, representaciones abstractas. Si pienso, por ejemplo, en el agua, el pensar en ella no es suficiente para calmar la sed. La sustancia agua y el término agua son dos fenómenos radicalmente distintos. Puedo rezar «agua, agua, agua» hasta que se me hinche la cara, y mi sed no desaparecerá. Esa es la naturaleza del mundo relativo.

El reino de lo absoluto es lo opuesto. Allí, el nombre y la cosa que representa son idénticos. Si rezamos «Krishna, Krishna, Krishna», estaremos de hecho en contacto con Él.

Estos principios los explicaron empleando una terminología teológica muy compleja los discípulos del Señor Chaitanya, los seis Gosvamis de Vrindavana. Los denominaron nama-naminor-advaita, que significa: «la identidad entre lo nominado y el nombre». Jiva Gosvami llegó a afirmar: bhagavat svarupam eva nama, es decir «el nombre es la esencia del Señor». De hecho, Chaitanya Mahaprabhu enseñó que el santo nombre es un tipo de avatar, varna-rupenavataro ‘yam: «El Señor en forma de sílabas».

Si se estudia la tradición judeocristiana, encontraremos que este principio ya era conocido desde la antigüedad. Por ejemplo, se contiene una gran instrucción en la oración: «Nuestro Padre que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre». No solamente se alienta a cantar el nombre de Dios, pues el término «santificado» no siempre significó lo que es en la actualidad. En la actualidad contiene un sentido de «sagrado». Afirmamos que el nombre de Dios es sagrado. Aunque en su origen el término se refería a «completo». El nombre de Dios se consideraba completo. Así que «santificado sea Tu nombre» quería decir que el nombre de Dios era completo en sí mismo, es decir, lleno de la potencia de Dios, como afirma Chaitanya Mahaprabhu.

Esto puede afirmarse de todas las vibraciones espirituales genuinas. Es un principio nada sectario. Por consiguiente, Chaitanya Mahaprabhu dice namnam akari bahudha: hay varias clases de nombres del Señor. No están restringidos al sánscrito ni al bengalí. Cualquier nombre que describa a Dios es totalmente espiritual e idéntico a Su propia esencia. Los nombres Krishna y Govinda son, en particular, nombres especiales, pues se refieren a la característica más elevada de Dios en su reino divino, en el mundo espiritual. Por esta razón, Prabhupada, el traductor de este verso, ha utilizado estos dos nombres como ejemplos principales. Pero se aceptan todos los nombres genuinos de Dios. Por consiguiente, se dice que tiene cientos y millones de nombres.

Todas las tradiciones religiosas enseñan este mismo principio y nos animan a que recitemos los nombres de Dios, aunque, en la práctica, casi nadie sigue esta instrucción. De hecho, todas las religiones hacen hincapié en el proceso de canto y rezo como principal medio de desarrollar conciencia de Dios. Por ejemplo, el rey David, en la Biblia, predicó: «Desde la salida del sol hasta su ocaso, sea loado el nombre del Señor». (Salmos 113:3). San Pablo dijo: «Todo aquel que llama el nombre del Señor sea salvo». (Romanos 10:13) Es así como todas las tradiciones religiosas occidentales aprueban la potencia de los nombres.

Sin limitaciones

No solo es posible afirmar la existencia de diversos nombres por medio de los cuales podemos aproximarnos al Señor, sino que no existen reglas para rezar dichos nombres. No niyamitah, o «restricciones», ni un momento especial, kalah, como dice Chaitanya Mahaprabhu. En cualquier momento. En cualquier lugar. Ciertos mantras védicos, y ciertas oraciones de otras religiones, cuentan con normas estrictas para recitarlos, referentes al momento, lugar y circunstancias. Pero el nombre de Dios es especial y puede rezarse constantemente, como vuelve a confirmar Chaitanya Mahaprabhu en el siguiente verso: kirtaniyah sada hari, que significa que siempre hay que cantar el nombre del Señor. Este mandamiento también aparece en la Biblia: «Orad de manera incesante». (Tesalonicenses 5.17). No la repetición sin sentido: la misma Biblia nos previene de eso. Sino una oración pura y sincera, una oración en plegaria. Llamar a Dios con amor y devoción. No hay normas que regulen eso. Pues no es posible legislar en este tema. Proviene del corazón. Pues bien, como el Señor es misericordioso nos ofrece una ilimitada variedad de nombres, y para evitarnos las ofensas, nos informa de que no hay normas para este rezo, aunque no debemos aprovecharnos. No abusemos de Su bondad rezando sin sinceridad. No. Debemos mostrarnos respetuosos, agradecidos y humildes: ansiosos siempre de ser más sinceros y dedicados en nuestra oración. Siempre debemos recordar que a pesar de la bondad del Señor, somos tan caídos que no nos es posible saborear el nombre. El Señor Chaitanya, adoptando nuestra posición, nos enseña exactamente cuales han de ser nuestras relaciones con el santo nombre. Él dice, durdaivam idrsam ihajani nanuragah: «Es una gran desdicha que haya nacido sin ninguna atracción ni apego por el santo nombre». ¿Preguntas?

Pregunta: Si la oración es una característica inherente del alma —si es natural llamar a Dios con amor y devoción— ¿por qué carecemos de atracción? ¿Por qué, como dice el Señor Chaitanya, no tenemos ningún apego natural por la oración?

Satyaraja Dasa: Es una pregunta muy buena. Chaitanya Mahaprabhu la responde en Su primer verso: Hemos acumulado polvo —condicionamientos— sobre el espejo de la conciencia. Por ello es que no tenemos atracción, aunque, mejor dicho, tenemos atracciones perversas. Ha crecido en nosotros la atracción y el apego hacia las cosas de este mundo, y nos encontramos perdidos, o por decirlo de otro modo, se han cubierto nuestra atracción y apego naturales hacia las cosas del espíritu, al menos en el mismo grado en el que estamos condicionados.

Externamente pudiera parecer que aunque nuestro gusto por cantar se va desarrollando de manera gradual, se trata de un gusto adquirido. Pero de hecho se trata de nuestro gusto original, el gusto del alma. Nuestra personalidad actual es lo que hemos adquirido, lo que no es natural.

Al respecto, la etimología de la palabra «personalidad» es interesante. Procede del término persona, que originalmente se refería a la máscara que el actor llevaba durante las obras de teatro. No era su identidad real. Era el papel que hacía. De modo similar, hemos desarrollado personalidades materialistas, coloreadas por las tres modalidades de la naturaleza material: bondad, pasión e ignorancia. Y cuando por fin nos purifiquemos mediante las austeridades prescritas fidedignas, la principal de las cuales es rezar el santo nombre, empezaremos a recordar nuestra personalidad original. Empezaremos a recordar quiénes somos antes de adoptar nuestra persona externa. A eso se denomina autorrealización o comprensión del yo.

Cuatro obstáculos

Bhaktivinoda Thakura, un gran santo del linaje del Señor Chaitanya, ha comentado este verso, y su comentario responde su pregunta. Él afirma que hay cuatro obstáculos a nuestra atracción y apego hacia el santo nombre. Primero, indica svarupa-bhrama, o la «identidad equivocada». Tan pronto como nacemos en este mundo, nos identificamos con el cuerpo y la mente, olvidados completamente de nuestra identidad real: el alma que ocupa dicho cuerpo. Aun así, la persona honesta debería admitir: «No sé de dónde vengo. No sé a dónde voy. Como eso es verdad, he de sospechar que no sé realmente quién soy». [Risas.] Si alguien es capaz de admitirlo, tendremos un buen comienzo de la vida espiritual.

A continuación, Bhaktivinoda menciona asad-trsna, o «tendencias malignas». Debido a nuestro condicionamiento, nos volvemos egoístas. Donde hay yo (ego), hay egoísmo. Es natural. Pero cuanto más cubiertos estamos, más se exagera nuestro interés, y desarrollamos una mentalidad de explotación, especialmente si en nuestro condicionamiento predomina la pasión y la ignorancia. Esas son las tendencias malignas que endurecen nuestro corazón, y por eso perdemos la paciencia necesaria para rezar el santo nombre. Desarrollamos aversión a suplicar a un «Ser Supremo» distante, y perdemos todo gusto espiritual que pudiéramos tener. Nuestro gusto queda cubierto, como ya he mencionado.

Hrdaya-durbalya, o «debilidad del corazón», es el tercer obstáculo mencionado por Bhaktivinoda y está muy relacionado con el principio de las tendencias malvadas. Es necesaria mucha fortaleza para superar los propios condicionamientos, que están profundamente arraigados. Y hay que purificar la conciencia antes de comprender por qué es importante liberarse de los errores referidos a la existencia mundana.

El cuarto y último obstáculo mencionado por Srila Bhaktivinoda Thakura se refiere a aparadha, o las «ofensas». He hecho una lista de las diez ofensas principales, que pueden leer para hacerse una idea. [Consultar: «Las diez ofensas contra el santo nombre».]

Se pueden dar cuenta de que se trata de una gran ciencia. Y, en respuesta a tu pregunta, los vaishnavas gaudiya tienen una teología muy elaborada sobre por qué la entidad viviente condicionada puede sentir que no tiene atracción hacia el santo nombre.

Y en el tercer verso:

trnad api sunicena
taror iva sahisnuna
amanina manadena
kirtaniyah sada hari

«Se debe cantar el santo nombre del Señor humildemente, creyéndose más insignificante que la hierba de la calle; hay que ser más tolerante que los árboles, sin ninguna clase de falso honor, y estar dispuesto a mostrar respeto a los demás. En tal estado mental es posible cantar el santo nombre del Señor constantemente».

En este verso Chaitanya Mahaprabhu continúa refiriéndose al tema de la humildad. Acabó el verso anterior lamentando no sentir atracción hacia el santo nombre. Un devoto desarrolla de manera natural este tipo de humildad. En el tercer verso, Chaitanya Mahaprabhu afirma que hay que rezar en un estado de amanina: sin sentirse orgulloso ni arrogante. Lo cual no es un logro fácil. Pero es lo que se necesita para penetrar los misterios del santo nombre.

Nos hemos de considerar trinad-api-sunicena, «más pisoteados que la humilde hierba». Y debemos tener taror iva sahisnuna: la tolerancia de los árboles. Aunque golpeen un árbol o lo traten irrespetuosamente, seguirá dando la sombra que esperan de él. Tolera el calor y las lluvias. Y lo que es más importante, a pesar de todos los inconvenientes, continúa siendo un lugar de refugio para otros. Eso es lo más importante que podemos aprender de los árboles.

Por supuesto, podría decirse que el árbol no tiene otra opción mientras que nosotros sí. Pero, a tenor de este verso, lo que se indica es que nos coloquemos en el humor siguiente: «No soy alguien tan especial». Sólo si somos capaces de sentir esa situación de inferioridad estaremos preparados para mostrar manadena, respeto a todos los seres vivos. Ese es el talante del devoto. Pues bien, alguien podría aventurar que es demasiado autodestructivo. Los devotos pierden autoestima, integridad. Y, ¿cómo es posible ser productivo —incluso servir al Señor— si nos sentimos bajos e inferiores?

Debemos tener en cuenta que ha de seguirse el talante de Chaitanya Mahaprabhu de modo práctico. Si mi problema con el ego es grave y me siento inútil, tanto que soy incapaz de hacer algún servicio tangible, ni siquiera rezar, haré bien en enorgullecerme de ser un aspirante a devoto de Krishna. Porque Krishna, Dios, es el más grande, y esa es una posición de gran valor.

Al reconocer que he encontrado la senda de la conciencia de Dios en esta vida, me mostraré realmente feliz y agradecido. No caeré en la autoindulgencia, perdiendo el tiempo preocupado por lo inútil que pueda ser.

Aunque todo hay que decirlo, la gente no padece, por lo general, de este problema. La gente suele decantarse por el otro extremo. Por lo general creemos que somos regalos de Dios a la creación. Este tipo de problema de identidad es el que más destaca. De hecho, la gente dedicada a la religión, o a lo «espiritual», también —en algunos casos, la gente religiosa en especial— puede ser declarada culpable de una cierta actitud de «soy más santo (devoto) que tú». Por consiguiente, para compensar, se nos indica que nos decantemos en la otra dirección: «Eres un orgulloso; te crees muy importante. Ahora procura comprender ¡lo pequeño que eres en realidad!».

Honestidad que nos vuelve humildes

Y es cierto que somos pequeños. De entre todos los innumerables universos, estamos en el más pequeño. De entre todos los planetas y estrellas de este universo, estamos en un planeta en particular. Dadas las dimensiones limitadas de este planeta, hay muchos países. Y de todos esos países estamos en uno de ellos. Este país lo conforman muchos estados, y en todos ellos hay muchas ciudades. De todas esas ciudades, vivo en una de ellas. En esta ciudad, hay muchos barrios, y de entre todos yo vivo en uno de ellos. En mi barrio, hay muchas calles; yo vivo en una de ellas. En esa calle hay muchas casas y edificios. Yo vivo en uno de esos edificios en particular. En el edificio hay departamentos de todos los tamaños. Vivo en uno. Y en mi departamento, hay numerosas entidades vivientes, insectos y microbios. Y yo soy uno entre numerosos seres. Y, sin embargo, no dejo de pensar: «Oh, qué importante que soy».

Por lo tanto, con un poco de introspección, si meditamos, veremos nuestro minúsculo lugar en medio de todo el universo. Eso nos hace humildes. Si pensamos en la grandeza de Dios, y, en especial, si nos damos cuenta de los diminutos que somos. Y hay muchas ventajas al comprender nuestra diminuta posición. Ya no hay necesidad de considerarnos los perdedores. Piensen en ello. Ser más tolerante que un árbol… hmmm. Eso sería muy útil. Cuan a menudo perdemos la paciencia o nos enfadamos por cosas sin importancia. Si podemos aumentar nuestra tolerancia, podremos superar todos esos problemas. Si piensan en ello, la mayoría de los problemas provienen de creernos más de lo que somos. Imaginen. Si fuéramos verdaderamente humildes, no nos molestaría que ocurriera algo de manera distinta a como lo esperamos. Y agradeceríamos que así fuera.

Si pudiéramos alcanzar ese nivel, tendríamos una mente tranquila y podríamos rezar el santo nombre sin problemas. O, como dice Chaitanya Mahaprabhu, kirtaniyah sada hari: podríamos rezar constantemente. ¿Por qué? Porque nuestra mente estaría libre. Mantra significa «libertad mental», o «alivio de la mente». Así que para rezar adecuadamente un mantra hay que tener una mente libre. De hecho, hay dos caras en esta moneda: Hay que tener la mente libre para empezar a rezar; de otro modo no es posible ni empezar. Y, luego, al rezar la mente avanza, alcanzando nuevas cotas de libertad, libertad espiritual. A esto es a lo que se refiere este verso.

 

Fuente: Back To Godhead © 2002

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