Archana-siddhi Devi Dasi
Nuestras relaciones en este mundo pueden hacernos dudar si el verdadero amor existe o no.
Recuerdo un día que estaba sentada con mi novio en su casa de fraternidad (en la universidad), preparando un examen de historia, esforzándonos por centrarnos en las páginas de resúmenes.
―¿Sabes? ―me dijo Tim de manera indiferente―, lo cierto es que no sé qué es el amor.
En vez de aplaudir su astuta pregunta, lo que sentí fue terror. He aquí que mi novio de hacía dos años, que me solía decir lo mucho que me quería dos o tres veces cada día, se estaba cuestionando los fundamentos mismos de nuestra relación. Yo respondí de manera agresiva.
―¿Qué quieres decir con que no sabes qué es el amor? ¿Me has estado mintiendo todos estos años?
Antes de darle la oportunidad de que respondiera, apilé mis libros y salí de estampida.
Dejé la casa de fraternidad y busqué un lugar tranquilo en el cercano parque. Me senté y pensé en esa pregunta y, lo que es más importante, en mi abrupta e infantil reacción. Me di cuenta de que reaccioné de esa manera porque yo tampoco entendía ni sabía qué era el amor, simplemente lo fingía, de modo que se mantuviera la ilusión viva. Amar a alguien implica el riesgo de ser herido o ser rechazado, o herirle y rechazarle a él. El amor parecía tan frágil e imprevisible. Todos esos pensamientos se arremolinaban en mi confusa mente.
Pensé en la famosa película Love Story que hacía poco acababa de ver. Una universitaria atractiva e inteligente, se enamora de un universitario joven, guapo e inteligente. Crece entre ellos lo que podría llamarse la relación ideal, y luego le diagnostican a ella una leucemia y se muere.
Con la presencia de la ineludible muerte, me preguntaba si valía la pena buscar relaciones. Pensé en los inicios de nuestras relaciones, ambos flotábamos en una burbuja de sentimientos eufóricos. A mis ojos era perfecto, y a los suyos lo era yo. Los sacrificios no costaban. En un momento, la burbuja explotó y caímos al suelo, roto el encanto y despiertos a la dura realidad de las imperfecciones de ambos. Esta inevitable transición del embeleso a la realidad es a menudo el fin de las relaciones, pues los individuos lo interpretan como que ahora «se han desenamorado». Sin embargo, perseveramos, esperando vernos de nuevo envueltos en la burbuja de la dicha.
La gama del amor
A pesar de estar confusa por el amor, a mí siempre me había fascinado la dinámica de las relaciones. En ese instante de mi vida no conocía otra cosa que las relaciones materiales. Me interesaba la gama del amor. En el extremo inferior de dicha gama estaba el amor egoísta, narcisista, que trata solamente de la gratificación de las necesidades propias. La gente con este amor de baja calidad por lo general se enfada o abusa de sus parejas. Recientemente, una joven doctora donde trabajo fue asesinada por su ex novio, poco después de romper su relación. Este es el arquetipo de una relación de explotación. En esencia: «Si yo no te tengo, nadie puede tenerte». La mayoría de relaciones de este mundo están teñidas en algún grado por esta mentalidad.
Cuando dejé la universidad para instalarme en un ashram Hare Krishna, mi novio universitario dijo que le habría resultado más fácil si yo hubiera muerto, al menos los demás lo habrían consolado. Recuerdo que pensaba que si en verdad me quería, le gustaría que yo fuera feliz, pero como ya no contaba en la ecuación, no venía a cuento que se preocupara por mí.
He oído hablar a la gente del «amor egoísta», y creo que el término es contradictorio. Si amas a alguien de verdad, quieres para él lo mejor, sin tener en cuenta tus propias necesidades. Sin embargo, según mi experiencia, pocos ejemplos he visto de ese amor. Hay como Madre Teresa que sacrificó las comodidades corporales y asumió riesgos innumerables para ayudar a los demás. Este era el extremo más elevado del amor que yo había encontrado, y lo apreciaba como algo muy noble y admirable.
Psicología védica del amor
Mi encuentro con los libros védicos como el Bhagavad-gita me ayudó a entender mucho mejor la psicología del apego de una persona hacia otra. En el Bhagavad-gita, Krishna le dice a Arjuna que cuando nos absorbemos pensando en cómo alguien o algo puede satisfacer nuestros sentidos, de manera natural desarrollamos un apego y deseamos aprovecharnos de esa persona o cosa para obtener placer. Si no podemos disfrutar del objeto del modo que queremos nos irritamos. Este apego se denomina lujuria. Pero como guarda cierto parecido con el amor, una persona que es objeto de la lujuria de otra, puede llegar a creer que está siendo amada.
La lujuria versa sobre el modo de obtener algo de los demás, nunca se satisface y puede compararse al fuego. Tratar de satisfacerla mediante intentos materiales es como arrojar gasolina a un fuego con la finalidad de apagarlo. Aunque momentáneamente pueda parecer que las hambrientas llamas parecen controlarse, consumen rápidamente la gasolina y continúa el infierno.
Muchos textos de la literatura védica ilustran este extremo. Uno que parece especialmente instructivo es la historia que aparece en el Srimad-Bhagavatam sobre el gran rey Yayati, que salva a una joven doncella que ha sido arrojada a un pozo tras robarle las vestiduras. La doncella, Devayani, era hija de un poderoso brahmana, Sukracharya. Él bendijo la unión entre Yayati y su hija con la cláusula de que Yayati debía rechazar toda relación sexual con otras mujeres. En la época de estos hechos, los hombres de la clase gobernante solían tener muchas esposas. El rey estuvo de acuerdo y se celebró el matrimonio. Pero el rey incumplió muy pronto sus promesas y dejó embarazada a una de las sirvientas de Devayani. Como resultado, Sukracharya maldijo al rey de manera que perdió su fuerza sexual y quedó convertido en un viejo.
El rey Yayati suplicó a Sukracharya que levantara la maldición, y Sukracharya estuvo de acuerdo en hacerlo si el rey podía cambiar su vejez con la juventud de alguien. Cuando Yayati les pidió a sus hijos que accedieran al cambio, el menor de ellos estuvo de acuerdo, tras la negativa de los mayores. El rey Yayati volvió a recobrar sus fuerzas y así pudo volver a gozar de los encantos de Devayani, a lo que se dedicó plenamente.
Tras muchos años de gozar con su esposa, el rey llegó a comprender que tal disfrute sólo aumentaba sus deseos de disfrutar y que nunca llegaba el sentimiento de satisfacción. Por lo tanto, devolvió la juventud a su hijo y aceptó la vejez. Cuando el rey dejó de explotar a su esposa en pos de la felicidad, empezó su verdadera fortuna. Libre de la lujuria del disfrute material, que le había impedido experimentar el verdadero amor, descubrió el amor espiritual por Krishna.
El arte y la ciencia del amor
Mi propia experiencia de frustración y falta de cumplimiento de las relaciones materiales me hizo encaminarme hacia estas historias de la antigüedad y la filosofía que yacía en ellas. Describen con mucha claridad los fallos de una vida dedicada al placer mediante los sentidos. La literatura védica también describe una alternativa: el bhakti-yoga, el arte y ciencia de despertar de nuevo nuestro amor por Dios. Ese amor yace dormido en nuestro interior, igual que el amor hacia un hombre o hacia una mujer yace dormido en el interior del niño, y sólo despierta en la pubertad. Nuestro amor por Krishna se despertará de manera automática cuando Él se convenza de que nosotros no deseamos otra cosa aparte de Él.
Además, amando a Dios llegamos a amar a todo el mundo, porque todo es parte de Él. Al principio, este tipo de amor exige práctica, pero eventualmente llegará a ser espontáneo.
¿Qué diferencia a este amor del que yo buscaba cuando no era devota? La respuesta la hallé en los versos que dejó el Señor Chaitanya. Krishna tiene muchas encarnaciones, cada una con su función específica, pero la más gloriosa es la encarnación del Señor Chaitanya. Él aparece en esta degradada era para enseñarnos cómo amar el objeto más digno de amor, Sri Krishna. En esta encarnación, el Señor aparece como un devoto de Sí mismo, con los sentimientos amorosos de Su devota más especial, Sri Radha. Esta esotérica forma del Señor puede que resulte difícil de entender a los extraños, y aquellos que hemos tenido la suerte de conocer esta divina forma debemos considerarnos muy afortunados.
Los discípulos del Señor Chaitanya escribieron muchos libros para describir el objetivo de la vida, que no es otro que reavivar nuestro amor por Krishna. Pero el Señor Chaitanya escribió sólo ocho versos que conforman Su legado espiritual. El nombre de esta composición es Siksastaka, y contiene la esencia de las voluminosas enseñanzas de los Vedas. En el verso final, el Señor Chaitanya, dirigiéndose a Krishna empleando el humor de Radha, dice: «Aunque me dejes con el corazón destrozado al no estar presente ante Mí, serás Mi Señor adorable nacimiento tras nacimiento». Así es el amor puro, incondicional: uno lo ofrece todo sin esperar nada a cambio.
En Su relación con cada entidad viviente, Krishna mismo es el ejemplo de este tipo de amor. Sin tener en cuenta lo desdeñosos que seamos con Él, ni las veces que lo rechacemos, Él sigue acompañándonos esperando que regresemos a nuestras raíces espirituales. No rechaza ni deja de tener en cuenta ni siquiera a aquellas almas que han asumido el papel de adversarios demoníacos. Siempre contempla nuestro potencial como sirvientes Suyos. Cuando recobremos nuestra identidad eterna como sirvientes Suyos de inmediato poseeremos el amor que el Señor Chaitanya describe en su último verso del Siksastaka.
En el mundo espiritual sólo existe amor puro. En ese plano de la realidad, la mentalidad comercial referida al amor no existe. Irónicamente cuando se da sin esperar nada a cambio recibimos el mayor de los regalos de ser envueltos en un amor dichoso cuyas burbujas nunca estallan. La felicidad no hace más que aumentar.
Amar a Krishna no sólo se produce en el mundo espiritual. Poner el amor y el servicio a Krishna en el centro de nuestras vidas y tratos es la fórmula del éxito para que nuestros matrimonios y familias sean felices. Dejando a un lado el interés egoísta y dirigiéndolo hacia el Señor nos permite recordar nuestra situación de sirvientes y no de explotadores. Practicar relaciones amorosas con los devotos en este plano de existencia puede permitirnos satisfacer nuestras necesidades psicológicas de amistad, compañía y amor, al tiempo que nos permite simultáneamente lograr el objetivo último de amor puro por Krishna.
Back To Godhead © 2003
Definitivamente como no devoto mas bajo que el agua de la alcantarilla entender las profundidades de amor devocional y sentirse plenamente satisfecho parece ser un estado exclusivo para grandes almas….la insatisfacción es reinante y las molestias por todo lo que rodea este plano ilusorio de la vida todavía es un potenciador de la frustración…pero frente a todo lo único que justifica soportar tanta confusión es la posibilidad de alcanzar aunque sea una partícula microscópica de ese Prema ilimitado de lo que usted habla….HK..
Mi comentario es que el amor puro existe …Prema..😍