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Visakha Devi Dasi

Desde el punto de vista de la eternidad, una vida de cinco mil años es lo mismo que una de cinco años: las dos son un destello, las dos son temporales.

 

Hace dos veranos, cuando la Oficina de repoblación forestal del Parque Nacional Secoya de California se deshizo de los excedentes de secoyas regalando libremente al público árboles bebé, yo me quedé con cuatro y los planté en nuestra pequeña propiedad en las primeras estribaciones de las montañas de Sierra Nevada. Los secoyas no dan frutas ni flores, ni ningún producto útil. Simplemente viven miles de años y crecen hasta alcanzar más de cien metros.

A veces me siento al lado de uno de los cuatro árboles, mi favorito, que ahora mide unos dos metros, y canto serenamente los nombres de Dios: Hare Krishna, Hare Krishna, Krishna Krishna, Hare Hare, Hare Rama, Hare Rama, Rama Rama, Hare Hare. He pensado que el padre o el abuelo de este arbolito ya estaban en la Tierra en la época del Señor Krishna, hace cinco mil años, y también hace quinientos años, en la época del Señor Chaitanya.

En los últimos meses, mientras el arbolito echaba raíces, extendía sus graciosos miembros y crecía, mis pensamientos se iban a dónde estaría yo cuando aquel arbolito alcanzase todo el ancho y el alto que le correspondían. Dentro de unas décadas, cuando mi cuerpo esté decrépito e inútil, este árbol estará todavía en su primera infancia. Y cuando yo, el alma, deje este cuerpo para entrar en otro (¿quién sabe dónde o en qué tipo de cuerpo?) mis recuerdos de este terrenito, de mi casa, de mi familia y de mis secoyas quedarán atrás. Aun así, este árbol seguirá aquí, creciendo en silencio siglo tras siglo. Y siglo tras siglo, yo continuaré pasando de un cuerpo a otro, de un universo a otro, cuerpo tras cuerpo. Las dos formas corporales (la del árbol y las mías futuras) parecen inútiles. El secoya gigante al menos dará refugio a las aves y a los animales. ¿Quién sabe qué estaré haciendo yo?

¿Qué me atrae de este árbol entre los cientos que adornan nuestra propiedad? Su extraordinaria capacidad de supervivencia. Me he dado cuenta de que, si bien utilizo y escucho a menudo la palabra eterno, su verdadero significado en realidad se me escapa; de lo contrario, ¿por qué tendría que impresionarme una vida que se acabará dentro de cinco mil años? Desde el punto de vista de la eternidad, una vida de miles de años es lo mismo que una de cinco años: Las dos son un destello, la dos son temporales. De cualquier forma, el cuerpo se desintegra y el alma transmigra.

La longevidad me atrae porque soy un ser espiritual eterno, un alma imperecedera. En mi estado natural, no transmigro. Y por ello, porque no estoy hecha para ser arrastrada irremediable y traumáticamente de un cuerpo a otro, anhelo permanecer en esta vida. En realidad, no deseo la longevidad de un secoya gigante. Aunque, comparada con la mía, su vida es tan larga como para inspirar asombro, permanecer así en un lugar, inmóvil y sin capacidad de comunicarme, sería horrible. No estoy hecha para eso.

Estoy hecha para servir a Krishna, inmotivada e ininterrumpidamente. Con ese servicio devocional me uniré a Él por siempre en Su hogar eterno, en un cuerpo espiritual bienaventurado e imperecedero.

Por desgracia, el servicio que ahora ofrezco a Dios no es inmotivado ni ininterrumpido. No tengo las cualidades necesarias para recibir un cuerpo eterno. Vivo apegada a cosas temporales, que inevitablemente están acompañadas del nacimiento y de la muerte.

Mi actitud me recuerda a la de mi hija de dos años, que siempre responde alegremente que «no» a las cosas más razonables:

―Siéntate y come.

―No.

―Vamos a ponernos los zapatos.

―No.

Y así con todo. «No» es para ella una respuesta fácil que le ahorra la molestia de dejar aquello que esté haciendo para ponerse a hacer otra cosa, aunque sea algo mejor.

Del mismo modo, cuando Krishna dice: «Abandona el placer de los sentidos y sígueme» yo, con la mentalidad de mi hija respondo: «No». «Piensa siempre en Mí». «No». Y así con todo.

Si pudiera salir de esta fase de tener dos años de edad y entrar en la fase de colaboración y entrega al Señor, cabría la posibilidad de que me evitase el tener que entrar en más cuerpos materiales una vez que a este le haya llegado su fin. Pero, aunque no alcance el éxito completo, el progreso que logre hacer vendrá conmigo en mi viaje de cuerpo en cuerpo. Si en alguna futura existencia continuase progresando, ese progreso se añadiría al que ya he hecho. De modo que, incluso si completar la misión de estos cuerpos temporales en esta misma vida es una empresa de envergadura, es una tarea supremamente digna.

Srila Prabhupada explica: «Esta información debería cautivarnos. Deberíamos desear elevarnos a ese mundo eterno y liberarnos de este falso reflejo de realidad. Para quien está demasiado apegado al mundo material, cortar ese apego es algo muy difícil, pero si adopta el proceso de conciencia de Krishna, tendrá la posibilidad de desapegarse gradualmente. Hay que relacionarse con devotos, quienes son conscientes de Krishna. Hay que buscar una sociedad dedicada al cultivo de conciencia de Krishna y aprender a desempeñar servicio devocional. De ese modo es posible cortar las raíces del apego al mundo material» (Bg. 15.6 significado).

Puesto que se hallan en nuestra propiedad, podemos proteger a estos secoyas e impedir que los talen. Y los apegos y rebeliones que han crecido en mi mente, también puedo cortarlos, especialmente si sigo el ejemplo de mis hermanos y hermanas espirituales. Por su inspiración, un día podré cualificarme para recibir un cuerpo que viva mucho más que infinitos secoyas gigantes.

 

Fuente: Back To Godhead © 1996

1 comentario

  1. Hare Krsna

    Mis reverencias

    Que profundas palabras. Me pasa lo mismo la dificultad de ser un devoto de verdad persistente en servicio devocional.
    A veces siento que la muerte se llevará todo incluso mi recuerdo de quién fui. Realmente no es facil cambiar de hábitos materiales a hábitos espirituales. Pero es gradual.

    Un abrazo a todos los Devotos avanzados, a los que intentan ser Devotos y a los que están buscando la verdad absoluta.
    Haribol

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