Dvarakadhisa Devi Dasi

El último de los nueve procesos del servicio devocional a Krishna concentra los otros ocho.

Nuestros lectores recordarán las primeras entregas de esta serie sobre los nueve procesos del servicio devocional. Escribir sobre estos nueve procesos me ha llevado años, porque sufría una gran inquietud al tratar de hablar de unos temas tan sagrados y poderosos. Así y todo, este trabajo sobre atma-nivedanam, acaba la serie. Repito algo de información al respecto para los lectores que no hayan podido seguir toda la serie.

Los nueve procesos del servicio devocional al Señor, tal como le fueron enumerados a Prahlada Maharaja en el Canto Siete del Srimad-Bhagavatam, son: 1) sravanam, escuchar; 2) kirtana, cantar; 3) visnu-smaranam, recordar al Señor; 4) pada-sevanam, servir a los pies de loto del Señor; 5) archanam, adorar la Deidad; 6) vandanam, orar; 7) dasyam, ser el siervo del Señor; 8) sakhyam, considerarse el mejor amigo del Señor; y, 9) atma-nivedanam, entregarlo todo (mente, cuerpo y palabras) al Señor. Srila Prabhupada escribe: «Uno puede dedicarse a todos los nueve procesos devocionales, o a ocho, o a siete, o al menos a uno, y eso hará que con toda seguridad uno se vuelva perfecto». (Bhagavad-gita tal como es, 11.55, Significado). Y en El Néctar de la Devoción, Srila Prabhupada enumera una lista de ejemplos de cada uno de los nueve procesos: cada uno llegó a la perfección realizando de manera perfecta uno de los nueve procesos.

La entrega del rey Bali

Al considerar atma-nivedanam, es bueno empezar con la historia del devoto que Srila Prabhupada cita como mejor ejemplo de entregarlo todo al Señor Supremo: el gran rey Bali Maharaja. La historia tiene lugar en la época antigua, por ello algunos de los elementos pueden parecernos muy fantásticos. Así y todo, la naturaleza humana es tan reconocible en este relato como lo pueda ser en los titulares de la actualidad. Codicia, envidia, traición y redención aparecen mientras el magnífico rey se ve forzado a realizar una elección difícil.

Bali Maharaja conquistó todo este planeta, y su poder era tan grande que también fue capaz de superar a los devas, los regentes de los planetas celestiales. Pues bien, Bali era un alma pura y piadosa, pero había nacido en una familia de materialistas ateos. El autor del Srimad-Bhagavatam llama a tales ateos asuras, o demonios, pues por muy grandes que sean sus riquezas, o por muy poderosos que sean sus ejércitos, o por muy hermosos que sean sus reinos, siguen inconscientes de la majestad del Señor Supremo.

Los objetivos de los asuras son las ganancias materiales, para ellos incluso la religión no es más que un elemento para obtener más opulencias materiales. La conquista de Bali Maharaja de los planetas celestiales, una demostración tremenda de poder demoniaco, alarmó en gran manera a los devas. Aunque los devastienen riquezas que escapan nuestra a imaginación, en última instancia son sirvientes del Señor. En consecuencia, de manera natural, al estar tan alarmados fueron orando a hablar con el Señor Supremo, esperando que Él interviniera.

Cuando Dios decide ocuparse de los asuntos de este mundo, a menudo aparece en una forma que muestra Su sentido del humor. Quizá los devas esperaran la imagen de un poderoso guerrero, capaz de destrozar el ejército de Bali Maharaja. Lo que es cierto es que no esperaban la forma que el Señor asumió: la de un niño brahmana enano llamado Vamana. Seguro que nadie podía inspirar menos inquietud en el corazón de un poderoso rey que este niño diminuto y pacífico. Y, aun así, fue Vamana quien hizo ponerse de rodilas a Bali Maharaja.

Hablaremos un poco acerca de Bali Maharaja. Mucho antes, en otra narración, él fue matado y luego resucitado por un mago muy poderoso: Sukracharya. Éste asumió el papel de consejero principal de Bali Maharaja, tanto en materias espirituales como materiales. En el caso de los demonios, lo referente a los temas espirituales se limita a la realización de aquellos sacrificios adecuados para aumentar sus rquezas y sus fuerzas. No crean que Sukracharya no era importante para Bali Maharaja, en aquella época un rey antes moriría que desobedecería a su maestro espiritual.

Vamana en la corte de Bali

Por lo tanto, el dulce niño brahmana llegó a la corte de Bali Maharaja. Vamana deslumbraba con Su resplandor, así que fue evidente para todos los presentes que no se trataba de ningún brahmana corriente. Era costumbre en aquella época, entre la case dirigente, servir a los brahmanas santos. Por ello, cuando Vamana llegó al palacio de Bali, éste cumplió la costumbre de lavar los pies de Vamana.

A pesar de ser asuras, Bali Maharaja y su familia adoraron al brahmana Vamana.

Aunque Bali Maharaja y su familia eran asuras, aun así, eran conscientes de la necesidad de que existieran personas de corazón puro capaces de realizar austeridades y sacrificios para el beneficio de la mayoría. Este tipo de adoración al brahmana es algo muy distinto del servicio devocional; en realidad se trata de algo parecido a un trato comercial espiritual.

El aire estaría tremendamente sobrecargado, y Bali comprendió que quien estaba allí era alguna personalidad divina. Lleno de la humildad que caracteriza a las personas naturalmente piadosas, Bali Maharaja tomó el agua que había lavado los pies de Vamana y roció con ella su cabeza.

Sukracharya no se sintió muy satisfecho al ver lo sucedido. Él fue capaz de constatar de inmediato la verdadera identidad de Vamana, y eso le llenó de temor, que no hizo más que aumentar cuando escuchó que el rey estaba dispuesto a ofrecer a Vamana cualquier favor que éste deseara. Aquí teníamos a una persona capaz de tenerlo todo, toda la riqueza y poderes que Bali Maharaja adquirió tras muchos años triunfantes de conquistas. Sin embargo, el Señor Vamana hizo la más humilde de las solicitudes. Todo lo que pidió fueron tres pasos de tierra. Y Bali, observando al niño enano, pensó que con su tamaño los pasos iban a ser muy pequeños. Así que trató de trató de convencer a Vamana para que aceptase un regalo más sustancioso, una isla. Pero Vamana insistió, explicando filosóficamente que tres pasos de tierra era todo lo que un humilde brahmana podía necesitar. Bali accedió a la solicitud de Vamana.

Un guru enfadado

Pero Sukracharya no podía acceder. «Se trata de una trampa», murmuró al oído de Bali Maharaja. «Obviamente, este pequeño brahmana es el Señor Supremo, que siempre está tras el bienestar de los devas, nuestros enemigos. Si estás de acuerdo con Él en darle lo que te pide, lo perderás todo».

¡Vaya un guía espiritual! Exigió que Bali se retractara de su promesa de ofrecer tres pasos de tierra, aconsejándole que si no cumplía su promesa probablemente iría a los planetas infernales. Aunque es un grave pecado mentir a un brahmana, qué decir de mentir a un brahmanatan excelso como Vamana, insistió en que Bali no sería culpable de romper su promesa, pues lo único que estaría haciendo sería defender su bien ganado reino.

Sukracharya sospechaba que el Señor Supremo había venido disfrazado para ayudar a los semidioses, los devas.

El tormento al que se enfrentaba Bali Maharaja en ese instante es difícil de entender. Él sabía, desde lo más íntimo de su corazón, que Vamana era la Suprema Personalidad de Dios. Y, a pesar de su riqueza, comprendió que todo lo que existía en el mundo Le pertenecía. Aun así, tenía que enfrentarse a la ira del hombre que lo había sido todo para él, del que le había guiado a lo largo de aquellos años. Hubiera sido sencillo, muy sencillo, simplemente cumplir las instrucciones de su maestro espiritual, ignorando la verdad que trataba de abrirse paso en su propio corazón. En lo que a ÉL se refería, sabía que las maldiciones de Sukracharya eran correctas y aquel regalo de tres pasos de tierra iba a suponer un sufrimiento para Bali.

Bali respondió respetuosamente, pero con firmeza a Sukracharya, explicando su decisión de cumplir la promesa dada a un brahmana. Toda la maravillosa opulencia que había ganado también la tendría que perdefr cuando llegara el momento de la muerte, dijo. Tras su muerte, todo lo que quedaría de él, sería el legado de que en una ocasión mintió a un brahmana. Puesto que, en última isntancia, el Señor Supremo era el recipiente de todos los elaborados sacrificios de Sukracharya, ¿qué importancía tenía el que Balil se lo ofreciera todo al Señor?

Pues bien, ninguna de estas afirmaciones convenció a Sukracharya, que maldijo a su amado discípulo de manera que perdiera todas sus posesiones. Como era un yogui tan poderoso, Sukracharya tenía poderes para lograrlo.

Bali Maharaja, aparentemente tranquilo, volvió a lavar los pies de Vamana, y roció su cabeza con dicha agua. Después invitó a Vamana a que tomara Sus tres pasos de tierra.

Tres grandes pasos

Sukracharya tenía razón sobre una cosa: se trataba de una trampa. Vamana creció al punto hasta alcanzar un tamaño enorme, y con su gigantesco primer paso abarcó todo el universo. La imagen es difícil de concebir, pero el Srimad-Bhagavatam nos ayuda afirmando que todo el universo se volvió parte del cuerpo de Vamana. Las superficies terráqueas se encontraban sobre Sus pies, todos los pájaros del universo conformaban Sus rodillas, los siete océanos eran Su cintura, etc. Cuando Bali vio esta increíble realidad, quedó atemorizado. Sin embargo, sus amigos asurasse asustaron. Una cosa era especular acerca de la potencia de este niño brahmana, y otra ver como Su cuerpo absorbía todo el universo.

El brahmana enano Vamana creció hasta alcanzar el tamaño de todo el universo.

A continuación, Vamana dio el segundo paso. Este paso llegó tan lejos, lejos de cualquier vista, más allá de los reinos celestiales, que abarcó todo lo existente. Tras este paso, ya no quedó lugar alguno donde dar el tercer paso. Los compañeros demoniacos de Bali estaban a estas alturas extremadamente rabiosos, y se produjeron algunos encontronazos con los devas, pero los demonios perdieron. Y Bali en persona fue arrestado y humillado por ser incapaz de cumplir su promesa de otorgar tres pasos de tierra.

Nada que retener

Entonces Vamana se puso de pie ante el afligido Bali y le exigió: «¿Dónde pongo Mi tercer paso?»

En uno de los momentos más hermosos del Srimad-Bhagavatam, Bali bajó la cabeza y replicó: «Por favor, da Tu tercer paso sobre mi cabeza».

Eso era a lo que Prahlada Maharaja se refería cuando hablaba de atma-nivedanam. Un momento increíble de amor y comprensión, cuando ya nada puede retenerse, ni hay razón alguna para temer alguna pérdida.

Para pocos se presenta esa prueba con tanta claridad y de manera tan dramática; para la mayoría, recordar quien somos en realidad y quien tiene el verdadero control a nuestro alrededor es una lucha que se produce cada minuto. Nos aferramos a nuestra colección de posesiones, a nuestro puesto dentro de la comunidad, nuestras apreciables prácticas religiosas. Quizá haya días en los que ansiaríamos un acto como el descrito, igual de simple y definitivo. Pero las verdaderas batallas se realizan en aquellos instantes en los que el resentimiento es lo único que destaca («¿Cómo es posible que esto me suceda?»), o cuando nuestro control vacila («¡Nunca dije que haría tal cosa!»), o cuando la envidia nos traspasa («Parece fantástico, ¡pero seguro que ha mentido!»).

Nuestras oportunidades de alcanzar atma-nivedanam aparecen más a menudo en lo íntimo de nuestros corazones, cuando Krishna prueba nuestros apegos y nosotros respondemos con afecto o con ira. Estar dispuestos a entregar nuestro sentimiento de superioridad para con los demás, tolerar los insultos con el corazón tranquilo, sentir las necesidades de los demás de manera más intensa que nuestras propias necesidades: esos son momentos preciosos e íntimos que Krishna nos ofrece de manera reiterada durante la vida humana. A veces es tan sencillo como un cabeceo o la firma de un cheque. Y a veces tan complicado como cambiar nuestra forma de vida. Pues cada alma tiene una expresión de devoción altamente personal e impredecible.

En el caso de Bali Maharaja, el final fue feliz, más feliz, de hecho, que si se hubiera quedado con su enorme reino. Vamana le concedió a Bali todo un planeta sobre el que gobernar, y Él mismo sería el portero. El verdadero premio no era la amplitud del nuevo reino, sino la oportunidad de contar eternamente con la compañía del Señor Supremo.

Más allá de la entrega de las posesiones

Entonces, ¿puede alguien solicitar el premio al servicio devocional simplemente entregándolo todo? Muchos lo han intentado. Pero para la mayoría, el simple hecho de dejarlo todo no es otra cosa que el rechazo a las propias responsabilidades, responsabilidades de las que, en otras palabras, ya estaban cansados. Para otros la «renuncia» tiene su fundamento real en el miedo: miedo a la intimidad, al fracaso, incluso al éxito. Algunos pueden rechazar todas sus posesiones y embarcarse en una vida monacal por millones de razones que nada tienen que ver con la entrega al Señor Supremo. Por otra parte, aquel que puede escaparse de las trampas materiales se encuentra en una posición ventajosa para empezar a trabajar los sutiles apegos de la mente y la inteligencia. El impulso original puede deberse al egoísmo, pero ciertamente es más sencillo desapegarse de nuestras posesiones cuando no se tiene ninguna.

Un buen sistema de limosna puede ayudarnos a aflojar nuestro apego al bienestar material. Pero hay que asegurarse de entregar nuestro dinero a alguien que vaya a gastarlo verdaderamente al servicio del Señor. Si se apoyan las actividades de las almas puras, recibir es un beneficio. Si se entrega el dinero a alguna asociación caritativa corrupta o que no tiene como eje a Dios, estarán engañándose a ustedes mismos y perderán la oportunidad de hacer un servicio real.

Con simetría elegante, el noveno proceso del servicio devocional abarca los ocho restantes. Hemos de hablar, ¿por qué, pues, no hablar de Dios? Hemos de trabajar, servir, ¿por qué no servir a Dios? Necesitamos relatos, historias, recuerdos, oraciones, ¿por qué no configurar todo eso alrededor de Dios?

Tras explicar los nueve procesos del servicio devocional, Srila Prabhupada cita a un devoto excepcional, Maharaja Ambarisa, que los practicó todos. Lo justo para terminar esta serie sería, pues, describir este devoto:

El rey Ambarisa centró su mente en los pies de loto del Señor Krishna. ocupando sus palabras en describir la morada del Señor, sus manos en limpiar el templo del Señor, sus oídos en escuchar los pasatiempos del Señor, sus ojos en contemplar la forma del Señor, su cuerpo en tocar los cuerpos de los devotos, los orificios nasales en oler el aroma de las flores ofrecidas a los pies de loto del Señor, su lengua en probar las hojas de tulasiofrecidas a Él, sus piernas en viajar a los lugares santos don hay templos dedicados al Señor, su cabeza en ofrecer reverencias al Señor, y sus deseos en satisfacer los deseos del Señor… y todas estas cualidades le hicieron digno de convertirse en un devoto mat-parahdel Señor.

Srimad-Bhagavatam 9.418-20

 

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